En el ser humano, las variaciones de temperatura activan un número amplio de conductas complejas más allá de lo fisiológico. Esto implica la existencia de una conceptualización de los conceptos de calor y temperatura.
Estas explicaciones que parten de la experiencia diaria permiten una primera aproximación a la comprensión de los fenómenos naturales y nos sirven para establecer predicciones, pero no son científicamente correctas.
El estudio de las concepciones alternativas muestra una independencia de género, raza, entorno cultural o habilidades, además son resistentes al cambio o la extinción y parecen ser similares a las explicaciones sostenidas en etapas científicas del pasado. Se ha sugerido que nuestros sentidos y los procesos cognitivos asociados (como la percepción) participan en dar forma a dichas concepciones alternativas. Recientemente se han estudiado los mecanismos fisiológicos y neurológicos que comprenden la sensación de temperatura. La propia fisiología parece establecer la distinción de dos tipos de sensaciones: frío y calor, y de una escala de sensación.
Estas cuestiones nos llevaron a realizar un diseño experimental para obtener datos paramétricos que relacionaran la forma en que sentimos con los conceptos de temperatura, frío y calor. Nuestro objetivo fue determinar si existía una relación entre cómo percibimos la temperatura y cómo comprendemos la temperatura -y cómo es esta relación.
Para ello fue necesario diseñar un instrumento novedoso de medida, que permite trasladar métodos psicofísicos al contexto escolar, el Termosensímetro.
Gracias a este instrumento -que pudo ser patentado- fue posible evaluar la percepción (identificación de sensaciones) y la estimación, llegando a niveles interpretativos en donde afectan cuestiones educativas. Así mismo, se realizó un análisis de las emociones ligadas a los procesos de sensación y estimación.
Se comprobó la adecuación, validación y calibración del instrumento de medición. El dispositivo se comportó de acuerdo con los parámetros y modelos físicos previstos y el funcionamiento fue nominal en los márgenes previstos.
No se encontraron diferencias significativas en la sensación en función del sexo/género o los conocimientos de los participantes sobre la temperatura.
Por otra parte, encontramos que la estimación de la temperatura se desvía significativamente de la sensación. Infraestimamos las sensaciones en el rango frío, con menos variabilidad que la que mostramos en el rango caliente, en que nos acercamos más a la temperatura sentida, pero con mucha variabilidad (precisión vs. exactitud). Sin embargo, cuando consideramos la variación entre estimación y sensación, los estudiantes con formación en ciencias (graduados) fueron significativamente más exactos, pero menos precisos. En el otro extremo, la estimación fue significativamente distinta en los estudiantes del grado de educación primaria, mostrando una concepción ontológica de la magnitud temperatura distinta a otros grupos.
En lo referente a los conceptos de temperatura, frío y calor, las concepciones encontradas entre los participantes se corresponden con aquellas ya observadas en otros estudios. Los estudiantes con formación experta mostraron menos concepciones diferentes a la explicación científica.
Los participantes recurren, independientemente del nivel de formación, a correspondencias sensitivas del mundo ordinario para estimar y comprender la escala de temperaturas, evidenciando la importancia del aprendizaje experiencial a la hora de comprender las magnitudes y fenómenos físicos.
Sería de interés formativo incluir una meta-reflexión sobre los procesos de sensación y estimación de temperaturas en la formación.
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