El propósito es examinar cómo la muerte territorializó una región de frontera históricamente definida por los Estados de Antioquia y Cauca durante la segunda mitad del siglo XIX. Para alcanzarlo se identificó la muerte como objeto de estudio, se definió una dimensión espacial, civil y eclesiástica, con ejes administrativos en Riosucio, Salamina y Manizales y otros aleatorios como Neira, Villamaría y San Francisco. También una dimensión temporal definida por hitos fúnebres como la muerte de Elías González en 1851 y la de Pantaleón González en 1901. La base empírica fue obtenida principalmente de las partidas de enterramiento de esas poblaciones. Mediante el método de la historia serial, se identificaron conceptos asociados a los difuntos tales como naturaleza y vecindad, género y tipo de edad, estado y legitimidad, momento de la defunción y sacramentos; con ellos se elaboraron gráficos y cuadros estadísticos que evidenciaron la estrategia empleada por la muerte para agenciar su poder y las consecuencias socioculturales derivadas de las defunciones.
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