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Investigación sobre la arqueologia de la muerte en pompeya la necropolis de porta nola investigating the archaeology of death in pompeii the necropolis of porta nola

  • Autores: Lorenzo Alapont Martín
  • Directores de la Tesis: José Luis Jiménez Salvador (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat de València ( España ) en 2023
  • Idioma: inglés
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Nicolás Márquez Grant (presid.), Ferran Arasa i Gil (secret.), Silvia María Alfayé Villa (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Geografía e Historia del Mediterráneo desde la Prehistoria a la Edad Moderna por la Universitat de València (Estudi General)
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  • Resumen
    • Pompeya fue una de tantas ciudades romanas situadas en un lugar costero estratégico. Lo que hace de Pompeya especial y única es su extraordinario estado de conservación, causado además, por un desastre natural, la trágica e impactante erupción del volcán Vesubio que preservó el lugar y su vida cotidiana detenidos en el tiempo, capturados en el día 24 de octubre del año 79 e.c. . Pompeya ha evocado intensas emociones desde su descubrimiento en 1748 y desde entonces ha sido una referencia para artistas, escritores e intelectuales que ha perdurado hasta nuestros días, cuando continúa siendo un lugar de máximo interés para millones de personas.

      Este excepcional estado de conservación hace de Pompeya una fuente inagotable de conocimiento y el lugar ideal para la investigación de arqueólogos, científicos y estudiosos de la cultura clásica y de otras diversas disciplinas, como por ejemplo, la vulcanología o la bioantropología. Si en muchas ocasiones, los especialistas en arqueología funeraria y de la muerte nos consideramos afortunados, pues las tumbas suelen ser contextos cerrados, donde todos los elementos se encuentran intencionadamente en su lugar original, Pompeya es en gran parte, un gran conjunto cerrado de 66 hectáreas.

      Sin duda, Pompeya ofrece un campo de estudio privilegiado, en el que encontramos monumentos, inscripciones, estructuras, recintos, áreas funerarias y restos materiales y biológicos muy bien conservados. Todo ello nos coloca en la mejor de las situaciones para desentrañar los gestos y rituales funerarios, las liturgias y las ideologías frente al hecho trascendental de la muerte y la pervivencia en la memoria de los vivos. Pero además, en la cultura romana en concreto, la muerte resulta un fenómeno de identidad y condición social que nos permite también develar el mundo de los vivos, su vida cotidiana, sus creencias, aspiraciones y desgracias.

      Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, ya que nuestro trabajo y la mayor parte de las investigaciones que se llevan a cabo en Pompeya en la actualidad consisten en reexcavar, reestudiar y reinterpretar antiguas intervenciones arqueológicas realizadas entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Estas intervenciones utilizaban medios y métodos, tenían objetivos y obtenían resultados que difieren mucho de los que caracterizan la arqueología actual, de igual forma que las intervenciones actuales se diferenciarán asaz de las futuras. Algunas de estas antiguas excavaciones tenían como único objetivo desenterrar las estructuras monumentales y recuperar los materiales suntuosos. Algunas de ellas fueron publicadas con bocetos, dibujos y descripciones detalladas, de otras, apenas ha quedado registro. No obstante, se concentran en los elementos nobles, en la arquitectura, la escultura, la pintura y las inscripciones funerarias, pero la falta de una documentación exhaustiva estratigráfica y espacial es notable. Aún lo es más un análisis global de todas y cada una de las piezas relacionadas dentro del contexto arqueológico. Por tanto, no es tarea fácil reconstruir el escenario, restituir los elementos en el contexto y conectarlos con los nuevos elementos que salen a luz mediante la aplicación de un método interdisciplinar que permite alcanzar una interpretación lo más objetiva posible de cada una de las acciones que se desarrollaron, en nuestro caso, en las áreas de Porta Nola y Porta Sarno. Basta mencionar la ardua tarea de descifrar y transcribir los diarios de excavación desde 1895 a 1959 para poder rescatar escasos comentarios y apuntes.

      En Pompeya se han excavado aproximadamente dos centenares de tumbas y monumentos funerarios durante los últimos doscientos cincuenta años. La inmensa mayoría de los sepulcros desenterrados se consideran monumentales y pertenecían a los miembros más acomodados de la comunidad pompeyana y por extensión de la sociedad romana. Sin embargo, resulta esencial la investigación de los sepulcros de todos los miembros de la sociedad, incluso de los más pobres, ya que todos se enfrentan al hecho funesto de la muerte y deben gestionarlo mediante el funeral, el entierro, el luto y la conmemoración del difunto con los medios de que disponen. Estos gestos y rituales los convierten en sujetos integrantes de una sociedad jerarquizada en la cual el estatus tenía una trascendencia fundamental en las condiciones de vida y muerte de los individuos. Sin embargo, las formas y medios de las capas más bajas suelen ser menos evidentes y por tanto, a menudo los hacen invisibles en el registro arqueológico.

      Aunque la necrópolis de Porta Nola se conoce desde inicios del siglo XIX e.c., nunca se había investigado en detalle, ni se habían proyectado excavaciones sistemáticas de los monumentos y espacios dedicados a los difuntos que permitieran reconstruir de forma científica la historia del área funeraria. En efecto, algunos sepulcros fueron parcialmente excavados por Spano en 1907 y posteriormente por De Caro en 1975 y publicados muy someramente por ambos. A primera vista, la necrópolis de Porta Nola parece un área funeraria reducida y aislada, sobre todo si la comparamos con las necrópolis de Porta Ercolano o Porta Nocera. Sin embargo, a diferencia de otras áreas funerarias de Pompeya, esta zona sepulcral ofrece una extraordinaria posibilidad de investigar a través de las prácticas funerarias y los análisis bioantropológicos, las identidades pertenecientes a estratos muy diferentes de la sociedad, desde prominentes personajes como Marcus Obellius Firmus, hasta los soldados pretorianos fallecidos en acto de servicio, e incluso los miembros de las clases más bajas de la comunidad, enterrados junto al lienzo de la muralla. Además, junto a la tumba de Obellius Firmus se hallaron los cuerpos de 15 pompeyanas y pompeyanos que perecieron tratando de huir de la ciudad durante la erupción del Vesubio en el 79 e.c. Estos individuos se conservaron en calcos de yeso mediante la técnica ideada por Giuseppe Fiorelli . Su estudio nos permitió conocer a partir de los datos antropológicos y arqueológicos, como fueron los últimos momentos y como murieron estas y otras víctimas de Pompeya, que abordaremos en el capítulo décimo.

      Por tanto, la necrópolis de Porta Nola es un lugar idóneo para conocer como era la población de Pompeya, y en consecuencia, las gentes que vivieron en época imperial romana. El área funeraria de Porta Nola ofrece la posibilidad incomparable para obtener mediante una investigación interdisciplinar, un mayor conocimiento de la población pompeyana, de sus características físicas y sociales, hábitos y costumbres, sobre como vivieron y murieron y como afrontaron el momento trascendental de la muerte, tanto en su vida cotidiana, como en el momento catastrófico de la erupción del Vesubio.

      Para que nuestra investigación pudiera efectuar una completa documentación que permitiera una comprensión e interpretación objetiva de los datos obtenidos, resulta imprescindible un enfoque multidisciplinar y un registro exhaustivo y preciso siguiendo la secuencia de la disposición estratigráfica-temporal original de cada uno de los elementos, de los sedimentos, las estructuras, los materiales, los objetos, pero también las acciones relacionadas con ellos, las construcciones, las visitas, los traslados, los abandonos y las destrucciones. La arqueología de la muerte implica reconocer, sobre todo en la cultura romana, una organización precisa e intencional (intencional no significa necesariamente ritual) de todo aquello que rodea a la defunción. La gestión de la muerte también es un elemento de definición e identidad social, un fiel reflejo del estatus de los vivos, ya que tanto la dimensión biológica como la cultural se prolongan más allá de la muerte. Los restos y huellas dejadas por la muerte, nos permiten analizar no solo las actitudes y sentimientos frente al Más Allá sino también la cultura, el sistema social y la ideología de la población. Por esta razón, la arqueología de la muerte es en la actualidad uno de los campos de estudio más relevantes en la investigación .

      Solo hay una certeza inexorable común en todas las civilizaciones y culturas y esta es la seguridad de la muerte. La muerte de nuestros seres queridos y nuestra propia muerte. Para enfrentarse al sufrimiento emocional que implica la muerte, el ser humano ha desarrollado diferentes estrategias que le ayudan a superar al hecho de la pérdida irreversible de los que nos rodean y la transición a lo desconocido al finalizar nuestra existencia. Estas prácticas están dirigidas a permitir a quienes sobreviven al difunto superar el dolor de la separación definitiva y vencer aquello que nos parece inasumible, como es la idea de que los cuerpos de nuestros seres queridos están destinados a descomponerse y desaparecer para siempre. Por tanto, la muerte es un momento dramático, que no solo implica el final de la vida biológica de un individuo y el dolor de la comunidad de los vivos por la pérdida, sino que también define las reglas de socialización entre las personas que forman parte de un grupo y establece sistemas de organización social de toda la comunidad.

      La arqueología de la muerte se propone reconstruir los hechos experimentados por las poblaciones pasadas frente a la muerte, situando el centro de atención en los restos humanos, analizando el tratamiento y tafonomía del cadáver. El difunto es la razón de ser de una tumba y por tanto, es el elemento central para el cual y en función del cual, se realizan los gestos que la arqueología funeraria aspira a reconstruir. La elección metodológica de la antropología de campo y de la arqueología de la muerte, consiste simplemente en situar al difunto en el lugar que le corresponde como protagonista de la sepultura. Esto no significa menospreciar la importancia del resto de elementos relacionados con el finado, como la arquitectura de la tumba o el depósito funerario, cuya dimensión social está directamente ligada a la ideología y simbología funeraria y que también proporciona habitualmente información fundamental respecto al difunto y el sepulcro.

      Entender una sepultura es tener en cuenta, ante todo, que el difunto antes de ser esqueleto fue un cadáver. La tafonomía estudia todo lo relacionado con el tratamiento del cadáver y su transformación, transporte, conservación, etc. La tafonomía es en definitiva, la historia y momentos por los que han pasado los restos humanos hasta llegar a nuestras manos.

      Las actividades relacionadas con la muerte se dividen en actividades funerarias y actividades mortuorias. Las primeras están relacionadas con el tratamiento del cuerpo después de la muerte, tienen que ver con la cremación, la inhumación, el amortajamiento, embalsamamiento y momificación. Las acciones funerarias también están vinculadas con los ritos y gestos de separación y el cumplimiento de las responsabilidades de los vivos para garantizar el tránsito de las almas al mundo de los muertos y el restablecimiento de la normalidad en el mundo de los vivos. En cambio, las acciones mortuorias se asocian con el respeto y conmemoración del difunto, con el luto, y la inmortalidad en la memoria. Para desarrollar estas actividades se crean áreas funerarias y tumbas, espacios para honrar y recordar a la persona fallecida y mantener un vínculo durante un extenso tiempo. Ambas acciones se expresan mediante gestos y rituales simbólicos, religiosos e ideológicos tanto dentro de la esfera privada como de la pública.

      Respecto al momento del funeral resulta decisivo el análisis de los restos humanos, el tratamiento del cadáver, la cremación, la selección y recogida en la pira y su deposición en la urna cineraria en lugar definitivo del sepulcro. Todo ello sucede el mismo día del sepelio. La naturaleza de los restos y huellas dejados por la muerte, restos animales como ofrendas o consumidos en los banquetes, ungüentarios para aceites perfumados, recipientes para líquidos como vino o leche, lucernas, monedas, huesos humanos o restos vegetales carbonizados son a menudo testimonios de acciones momentáneas y por tanto su registro e identificación debe ser precisa para poder identificar si son parte del funeral o de las posteriores conmemoraciones.

      La completa representación gráfica y topográfica de cada uno de los elementos hallados en el área funeraria y el registro sistemático in situ resulta imprescindible para reconocer, reconstruir e interpretar las acciones funerarias y conmemorativas. De igual forma resultaba imperativa la recogida exhaustiva de todos los elementos y materiales para su posterior estudio analítico, por tanto se tamizaron todos los sedimentos excavados.

      La excelente conservación de los restos de Pompeya permite un análisis integral de la muerte a partir de los datos disponibles sobre la historia de la necrópolis y sus ocupantes, así como de los restos del cadáver y los objetos utilizados durante las ceremonias. Se trata de identificar todas las prácticas y rituales (funus) que realizan los vivos para poder depositar finalmente los restos del difunto en una tumba (arqueología funeraria). Pero también los rituales y gestos que realizan los vivos para ellos mismos, para su separación física y simbólica respecto a los muertos, para cumplir sus responsabilidades y deberes como miembros de la familia (pietas) y para preservar el recuerdo de los difuntos (arqueología mortuoria).

      Durante mucho tiempo, nuestro conocimiento del rito funerario se ha basado principalmente en fuentes literarias e iconográficas que evocan el momento de los funerales en la cultura romana. En los últimos años, la arqueología de la muerte se ha convertido en objeto de una amplia investigación multidisciplinar que permite enriquecer y diversificar la interpretación de las diferentes prácticas y gestos que se realizan en torno al difunto. De hecho, la arqueología en sí misma, solo nos da una imagen parcial de los rituales del pasado y su interpretación solo es posible a través del conocimiento de las diversas etapas del proceso funerario y mortuorio. Las sepulturas son los espacios principales donde se producen el funeral y la conmemoración, tanto uno como otro, forman parte de un conjunto de ritos durante los cuales los vivos están en contacto con la muerte. Del análisis de las sepulturas se pueden conocer cuestiones religiosas, económicas, sociales o culturales, pero analizar las sepulturas comporta siempre el análisis de acciones simbólicas.

      La arqueología ayuda a arrojar luz sobre los restos materiales resultantes de las prácticas de separación del mundo de los vivos, la cremación y las fiestas conmemorativas. La expresión de las diferentes prácticas funerarias desveladas por nuestras excavaciones arqueológicas muestra una diversidad de gestos, aunque todos ellos provienen de una tradición común. Hay que tener presente, que con el tiempo, todos los ritos han podido sufrir variaciones, y no pueden ser generalizados a todo el Imperio Romano. Sin embargo, un aspecto primordial permanece: enterrar a los muertos de acuerdo con las reglas públicas para deshacerse de la contaminación simbólica asociada con la muerte .

      Uno de los principales objetivos de la investigación en el área funeraria de Porta Nola es analizar los restos humanos incinerados para obtener información biológica sobre la población. No obstante, estos análisis forman parte de un estudio completo de la necrópolis, incluyendo un estudio profundo de los restos humanos y no humanos y de los materiales como objetos simbólicos, así como las huellas de las actividades rituales. El estudio y el análisis detallado de los restos humanos nos permiten recopilar información desconocida hasta el momento, sobre la vida, la muerte, y los ritos de la población pompeyana.

      El fallecimiento de un individuo iniciaba un período llamado familia funesta, que excluía a la familia de actividades específicas, como los negocios y el matrimonio, así como los asuntos oficiales. La muerte había creado una contaminación física y espiritual alrededor del difunto, los vivos y el hogar. Todos los rituales posteriores (funus), tratan de eliminar la contaminación a través de los gestos simbólicos y el entierro del difunto. Este proceso, dura generalmente nueve días, incluyendo la vigilia funeraria (prothesis), la procesión hacia la tumba y la cremación en un lecho funerario (lectus funebris) con ofrendas como monedas, ungüentos, alimentos y sacrificios de animales, así como acontecimientos posteriores como el primer banquete funerario (silicernium) y las sucesivas fiestas conmemorativas que implican el regreso de los vivos al sepulcro y la cena con los difuntos en su tumba (Parentalia, Rosalía, etc.) (Figura 1). La investigación en la necrópolis de Porta Nola hace especial hincapié en las acciones emprendidas antes, durante y después de la cremación. Acciones que somos capaces de reconstruir gracias a los restos materiales de estas acciones. Las prácticas funerarias y conmemorativas en el ritual de la cremación pueden dividirse en tres etapas: pre-cremación, peri-cremación y post-cremación.

      Los gestos y ritos previos a la cremación son probablemente los más difíciles de detectar y registrar. Las lamentaciones, la preparación del cuerpo, el lavado y la purificación del difunto, el lecho funerario, la procesión y la pompa, los elogios y las oraciones, todos estos eventos rara vez dejan rastro en el registro arqueológico. Somos afortunados si encontramos objetos que forman parte de estos actos, como una aguja del peinado (acus crinalis). Además de identificar el sexo femenino del difunto, esta aguja indica que la mujer fue cuidadosamente peinada y aseada.

      Los más de 4.000 fragmentos de hueso finamente trabajado que revestían los magníficos lechos funerarios hallados en la tumba de Obellius Firmus (550 fragmentos) y en las urnas exteriores a su recinto (2.000 fragmentos) y en las fosas rituales (1.500 fragmentos), indican que los difuntos fueron incinerados en su lecho funerario construido ex profeso para exponerlos, transportarlos y depositarlos en la pira funeraria. Pero además proporcionan una enorme y valiosa información sobre la expresión artística y decorativa, la iconografía, y la artesanía romana, relativa a estos elementos muebles tan particulares y tan difíciles de encontrar en los contextos arqueológicos.

      Las prácticas y los rituales peri-crematorios son los que se desarrollan en presencia de la pira funeraria: elección del combustible, ofrendas sobre la pira quemadas con el difunto, monedas, restos animales y vegetales, ungüentarios, frutas, alimentos, lucernas, flores, plantas, hierbas, resinas y aceites aromáticos. También elementos y materiales depositados cerca de la hoguera y relacionados con el banquete funerario.

      En primer lugar, debemos interpretar todos los objetos y materiales afectados por el fuego de la misma manera que los huesos humanos en las prácticas de cremación. En las urnas se encuentran residuos carbonizados de madera del rogus. La contribución de la antracología al estudio de los restos vegetales carbonizados es esencial. La elección del combustible es crucial para lograr altas temperaturas durante un largo período de tiempo. Pero además de lograr una buena combustión, los restos de plantas quemadas contribuyen al funeral, liberando humo y aromas. Los análisis preliminares de los carbones indican que la mayoría de los taxones corresponden a coníferas.

      Los residuos de los animales sacrificados en honor del difunto se colocaban en la hoguera y debían ser puros. Se quitaba la grasa y se untaba sobre el cuerpo del difunto, de la cabeza a los pies, mezclando también con aceites perfumados, para inflamar y consumir el cuerpo más fácilmente. La comida también se colocaba junto al cuerpo, no para alimentar a los difuntos, no era una comida, era un tributo. Todo esto se quemaba en la pira con el cuerpo.

      A veces se quemaban recipientes que contenían miel y vino junto al difunto. También los objetos utilizados por el difunto y más personales. En la hoguera se depositaban lucernas, ungüentarios, etc. todo lo que era inútil o representaba un recuerdo negativo. Hallamos monedas quemadas dentro de las urnas y no quemadas en el exterior de las mismas. La moneda quemada representa el tributo del difunto, se quemaba con el cuerpo en la hoguera antes de ser depositada junto a los huesos dentro de la urna. La moneda no quemada es el tributo de los vivos, una ofrenda profiláctica para evitar las consecuencias perjudiciales relacionadas con la muerte. Monedas quemadas para el tránsito de los muertos, monedas no quemadas para el cumplimiento de las obligaciones de los vivos.

      Una vez completada la cremación del cuerpo, los restos quemados se recogían cuidadosamente y se colocaban en una urna. Así comenzaban los gestos y rituales post-cremación y el entierro secundario del difunto en el lugar donde permanecerá permanentemente. El contenedor elegido como urna es en la mayoría de los casos, un caccabus o una olla, aunque se han registrado urnas de vidrio y mármol tallado. Las ollas se fijan en los nichos del columbario, por lo que los huesos tuvieron que ser transportados con bolsas de lino o cestas. Esto puede implicar que encontremos los huesos en el orden inverso a lo que se recogió en la hoguera.

      Frente a la tumba se celebraban banquetes. Los restos de huesos animales no quemados pueden provenir del ágape fúnebre, de las ofrendas en el momento del funeral o en las visitas conmemorativas. Solo observando signos de procesado carnicero y consumo en los huesos podemos estar seguros de que formaron parte del banquete funerario.

      Una vez depositados los huesos en la urna, se vertía aceite perfumado sobre los restos carbonizados, último gesto antes de sellar la urna con la tapa, y gesto esencial porque significaba la consagración del lugar. Finalmente, se colocaba un tubo de libación. La tumba estaba lista para recibir visitantes. Se depositaban flores, se quemaban hojas, plantas y frutos como ofrendas y se vertían aceite y vino en el tubo de las libaciones.

      Debemos entender los funerales y las tumbas como momentos y espacios multi-sensoriales (figura 2). Las tumbas estaban asociadas a árboles y jardines cuyas funciones serían variadas. En primer lugar, habrían contribuido a crear un espacio y ambiente agradable para la conmemoración de los muertos. Esta vegetación configura un ambiente complaciente con sombra, y habría apelado a múltiples sentidos. El jardín podía tener un uso no solo ornamental. Sus frutos y productos también se podían utilizar para ofrendas y en banquetes funerarios, especialmente durante los aniversarios y las fiestas de los muertos. Algunas inscripciones muestran que en algunos jardines se cultivaban flores para servir como ofrendas o viñas para obtener vino para las libaciones .

      En el capítulo nueve abordaremos el estudio de las cremaciones. Esta operación consiste en el tratamiento del cuerpo mediante el fuego que causa la deshidratación y la oxidación de los elementos orgánicos del cuerpo, la desaparición de las partes blandas, la fragmentación y la reducción del esqueleto. Los huesos son los únicos restos conservados del difunto, limpios de cualquier materia orgánica susceptible de descomponerse. Por lo tanto, es evidente que la cremación tiene efectos prácticos ventajosos, porque es higiénica y ahorra espacio. Pero ciertamente también tiene muchas otras connotaciones Las cremaciones involucran diferentes paisajes, construcciones y arquitecturas y una gran variedad de actores (humanos, animales, vegetales y materiales) activos o pasivos, así como un complejo y variado tipo de combustibles, materiales y sustancias. A todo esto, hay que añadir que el fuego se puede utilizar en diferentes niveles de intensidad y durabilidad.

      En consecuencia, el consumo de los difuntos por las llamas en contextos arqueológicos es un campo abierto para la investigación de arqueólogos y antropólogos físicos a partir de tumbas, espacios, materiales y huellas dejadas por los gestos y rituales. Las cremaciones romanas eran eventos privados en los que participaba un grupo selecto de familiares en un entorno restringido, pero también podían ser espectáculos públicos, con procesiones y representaciones que implicaban la transformación del difunto en una compleja interacción sensorial, de luz, calor, humo, aromas, sonidos, cenizas, carne y huesos quemados.

      El estudio y análisis de los espacios funerarios, de los materiales, de los artefactos, de los sedimentos, de las sustancias, de las alteraciones térmicas, de las trazas de los efectos sensoriales, y de los huesos en particular, no deben ser sólo el objetivo de nuestra investigación, sino el instrumento para revelar e interpretar las prácticas y los gestos funerarios, y los rituales y las liturgias pre-cremación, peri-cremación y post-cremación, que permiten explicar la mentalidad de la sociedad frente al hecho sustancial de la muerte. El análisis osteo-antropológico permite reconstruir el perfil biológico, sexo, edad, estatura y patologías de varios tipos. Además, la aplicación de diversas técnicas de análisis, como el análisis isotópico, que puede permitir la reconstrucción de la dieta y las condiciones ambientales. El análisis de ADN puede revelar el sexo, la afinidad, la ascendencia y el origen geográfico. Pero todas estas investigaciones deben servir de instrumento para conocer la identidad social, económica y cultural de los sujetos dentro de la sociedad.

      El área funeraria de Porta Nola es un lugar extraordinario por su estado de conservación y proporciona un material excepcional para el estudio de las cremaciones. Por lo tanto, tenemos acceso a una enorme cantidad de restos esqueléticos humanos, en un contexto arqueológico bien conservado y documentado que permite extraer un conjunto excepcional de datos, tanto en cantidad como en calidad. Nuestra investigación aplica una metodología exhaustiva que comienza con el estudio y la clasificación del contexto y continúa con la micro excavación in situ a partir de niveles artificiales de los restos depositados dentro de las urnas y el estudio y análisis de los restos que contienen. Cada fragmento óseo es registrado, identificado, analizado, pesado, inventariado y fotografiado, y luego insertado en una base de datos que permite conocer los porcentajes de los diferentes huesos y regiones anatómicas, por número y peso, color, sexo, edad, patologías, etc.

      Nuestros objetivos son varios, el primero consiste en identificar las características físicas de los individuos incinerados, lo que nos permite desarrollar un perfil biológico y hacer interpretaciones sobre las condiciones de vida y muerte de los romanos. Se trata esencialmente de un enfoque multidisciplinar que utiliza diversas técnicas de análisis para descifrar todos los materiales depositados en las urnas funerarias, que incluyen restos humanos, restos de animales, ungüentos, monedas, restos de la pira y del lecho funerario.

      Otro de nuestros objetivos es conocer como se gestionaba el espacio funerario, el uso sepulcral del lugar público (pomerium) y el privado, el ámbito que administraba la ciudad y el que organizaba la familia. Las modificaciones de los espacios destinados a los muertos, los monumentos y los sepulcros, sobre todo a partir del año 62 e.c. cuando los terremotos provocaron una importante transformación de la ciudad. Los sepulcros eran considerados imperturbables, pero sabemos que por unas u otras razones, que pretendemos desvelar, las tumbas eran compradas, vendidas, subdivididas, ampliadas, abandonadas y reocupadas.

      El término necrópolis (la ciudad de los muertos) resulta muy útil para los arqueólogos y antropólogos para identificar, definir, delimitar y describir las áreas de enterramiento y por ese motivo práctico también lo utilizaremos en este trabajo para referirnos a las distintas áreas funerarias de Pompeya. Empero, los antiguos romanos no entenderían el significado de una palabra que denomina la ciudad de los muertos. Para ellos, la única urbe delimitada, era la ciudad de los vivos. Ni siquiera, el concepto de cementerio , área de enterramiento o espacio funerario tendría sentido, más allá de una ordenación del espacio ocupado por las tumbas a partir de los ejes conformados por las vías y los accesos a las ciudades. Para los antiguos romanos todo espacio que se encontrara fuera de la ciudad, concretamente fuera del pomerium, era susceptible de albergar una tumba. Por esta razón resulta importante entender el significado dicho término.

      El pomerium (del latín postmoerium 'pasado el muro') era una frontera religiosa, que consagraba la ciudad y también una delimitación jurídica, pues establecía una serie de normas que garantizaban su independencia, autogobierno y seguridad . Por ejemplo, las armas estaban prohibidas dentro de este perímetro, incluso para los guardias pretorianos. En principio, el pomerium no corresponde precisamente con la muralla, tampoco era una línea imaginaria, sino que era un perímetro marcado y reconocible. Sus límites podían estar señalizados mediante cipos, o por un elemento topográfico, como el foso exterior de la muralla, como puede ser el propio caso de Pompeya. A este respecto, el suelo público, al exterior de la muralla de Pompeya, identificado como pomerium se ha deducido a partir de las estelas de Titus Suedius Clemens , colocadas frente a las puertas de la ciudad, entre ellas la de Porta Nocera. La cual, hace referencia a la restitución al suelo público (loca publica) de ocupaciones y construcciones abusivas. Este tipo de cipos, se colocaron a la salida de cada puerta de la ciudad, a una distancia de unos 30 metros (es decir, 100 pies romanos) respecto a la muralla . Tal circunstancia ha hecho pensar que estos hitos marcaban la delimitación del pomerium de Pompeya. Además de la estela de Porta Nocera, se han localizado este tipo de inscripciones en otras tres de las siete puertas de la ciudad . En Porta Ercolano, concretamente sobre la acera izquierda, junto a la tumba de Mammia , en Porta Vesuvio frente a la tumba de Arellia Tertulla¿ y finalmente, el localizado junto a la pared de las termas suburbanas¿ en Porta Marina . Respecto al área exterior de Porta Nola, detrás de la tumba de Obellius Firmus se encuentra un muro que conserva 30m de longitud, con una puerta de acceso, que discurre E-O, paralelo a la muralla, situado a 29,50m respecto a la misma y que se ha identificado como un muro delimitador del pomerium . Otro dato interesante son las dimensiones del foso perimetral, antemural de Pompeya, que mide cerca de los 30m de anchura y que podía significar que el relieve topográfico de este elemento, en origen defensivo, en realidad está delimitando el pomerium y conformando el espacio público propiedad de la ciudad .

      Pero en nuestro caso, volviendo a las tumbas, aquello que nos interesa respecto al pomerium son principalmente dos cuestiones. La primera, la prohibición de enterrarse y realizar funerales dentro de los límites de pomerium. En segundo lugar, su carácter territorial, y no sólo simbólico, en cuanto considerado terreno público, propiedad de la ciudad (locus publicus).

      En relación a la primera cuestión, la definición jurídica de la franja de terreno público fuera de las murallas es importante debido a que las normas del derecho sagrado desautorizaban las sepulturas en el interior del pomerium . Concretamente, las leyes de las Doce Tablas (451-449 a.e.c.) , y la Lex Ursonensis (44 a.e.c.) , prohibían las inhumaciones y cremaciones dentro de los límites de la ciudad . Bodel sostiene que esta legislación se basó principalmente en consideraciones de higiene más que religiosas . No obstante, existe una clara intención por evitar que el mundo de los vivos se impurifique con la fatalidad de los muertos . Sin embargo, resulta evidente, que en las necrópolis de Pompeya, muchas de las tumbas se encuentran en el interior del perímetro del pomerium, exceptuando el caso particular de la necrópolis de Porta Nocera .

      Precisamente, en el caso del que se ocupa este trabajo, todas las tumbas del área de Porta Nola se encuentran dentro de los 30 metros que separan la muralla del muro situado tras la tumba de Marcus Obellius Firmus. El propio recinto funerario de Obellius Firmus se sitúa a menos de 20m del lienzo. Aún más próximas a la fortificación se hallan las sepulturas de los soldados pretorianos o las inherentes tumbas de la muralla e incluso los dos monumentos funerarios a schola localizados frente a la Porta de Nola. Aunque estas últimas construcciones funerarias no estarían realmente vetadas por la legislación, al no contener los restos del difunto, de hecho, se trataría de monumenta y no de sepulcra, como veremos en los siguientes capítulos. Por tanto, respecto a la prohibición de enterrarse dentro de la ciudad, está claro que son las murallas y no el pomerium las que determinan los confines de la urbs y por ende del mundo de los vivos.

      La segunda cuestión resulta incluso más relevante, ya que la titularidad del terreno situado entre la muralla y la frontera del pomerium es siempre de la ciudad y está al servicio de todos, es decir al servicio del populus. De ahí su calificación de loca publica. Esto significa que nadie podía adquirir para su propia utilidad este espacio considerado de todos. Estos ámbitos eran inalienables, estaban fuera del comercio y su compra/venta estaba prohibida. Además, su condición pública era imprescriptible, el bien no podía ser adquirido por usurpación de ningún particular . Pero sobre todo, su uso estaba regulado por el ente titular, es decir por el gobierno de la ciudad (ordo decurionum). Por tanto, no se podía edificar una tumba, ni realizar la cremación del difunto, ni efectuar ningún ritual funerario sin consentimiento expreso de los magistrados de la ciudad. Pero incluso en este caso, el suelo público no se donaba, sino que sólo se prestaba su uso. En este sentido, sólo se concede el derecho a utilizarlo para un determinado fin, el funerario, y su propiedad será siempre pública . En consecuencia, podemos deducir que todos los sepulcros localizados en el interior del pomerium gozaban de este privilegio por concesión expresa del gobierno de la ciudad . Como es obvio, la mayoría de sepulturas que exhibieron este honor pertenecían a miembros destacados de la ciudad, magistrados y cargos públicos que recibían tal obsequio por los servicios prestados a la comunidad, que incluso, podía ir acompañado de un funeral público y otras donaciones por parte de diferentes estamentos de la sociedad . Evidentemente se trataba también de una ostentación de prestigio . En la necrópolis de Porta Nola, de la que se ocupa este trabajo, tenemos el ejemplo de los monumentos funerarios a schola de Aesquilia Polla, cuyo titulus sepulcralis termina con la expresión ¿LOCVS SEPVLTVRAE PVBLICE DATVS D(ecreto) D(ecurionum)¿ y la schola triangular identificada a partir de la iconografía del podio como perteneciente a una sacerdotisa pública . Sin dejar de mencionar la tumba de Marcus Obellius Firmus en cuya inscripción consta que los decuriones le otorgaron el lugar de sepultura y 5.000 sestercios para el funeral (¿HVIC DECURIONES LOC(um) SEPVLTVRAE ET IN FVNER(ibus) HS I¿¿¿) . La mayoría de las inscripciones relacionadas tanto con el funus como con el locus sepulturae están fechadas entre la época de Augusto y el siglo II d.C. (sobre todo en su primera mitad). De los dieciséis textos sepulcrales pompeyanos, ninguno es anterior a Augusto, excepto la de Marcus Porcius, el dunviro quinquenal constructor del theatrum tectum y anfiteatro, que murió hacia mediados del siglo I a.C. y fue enterrado frente a Porta Ercolano.

      Pero no todos los sepulcros localizados en el pomerium del área funeraria de Porta Nola pertenecen a ciudadanos influyentes de Pompeya. Del mismo modo, se encuentran las tumbas de los soldados pretorianos y las tumbas de la muralla. Respecto a los primeros, estos vivían en la ciudad mediante el sistema del hospitium, según el cual el propietario de un inmueble que era seleccionado por rotación debía alojar obligatoriamente a un grupo de soldados en su casa y cubrir todas sus necesidades . En este sentido, los soldados pretorianos poseían el derecho, de que tanto el lugar de sepultura, como los gastos del funeral, debían ser sufragados por la ciudad en la que estaban desplazados, si morían en ella durante su servicio . Por esta razón resulta lógico que todas las tumbas de los soldados pretorianos en Pompeya se encuentren en loca publica del pomerium . La presencia de los soldados pretorianos en los últimos años de Pompeya resulta muy interesante, especialmente a partir de los terremotos iniciados en el año 62 e.c. Más enigmáticas son las tumbas de la muralla, asociadas a inscripciones en griego esculpidas en los sillares de la muralla. Indudablemente se trata de sepulturas situadas en el ámbito público de pomerium y por tanto debían tener una autorización y concesión expresa por parte del gobierno de la ciudad. Los motivos por los cuales recibieron este beneplácito los abordaremos en profundidad en el capítulo correspondiente a las tumbas de la muralla.

      .Por ende, fuera de loca publica, o mejor dicho, fuera de la muralla, un ciudadano romano podía construirse una tumba y enterrar sus huesos donde quisiese y sus medios le permitiera. Sobre una loma de su propiedad desde donde se admira un bello paisaje o en su villa rústica. Sin embargo, la elección predilecta para un monumento funerario será siempre los márgenes de las vías más transitadas y sobre todo los tramos que finalizan en las puertas de las ciudades. La preferencia está directamente motivada por el deseo de la inmortalidad en la memoria. Existe la creencia ancestral de que uno permanece vivo mientras es recordado y sólo muere cuando se olvida. Una convicción que ha perdurado hasta nuestros días. Por esta razón el concepto de memoria es fundamental en las tumbas y monumentos funerarios romanos y motiva y condiciona la localización, la arquitectura, la decoración y la epigrafía de las tumbas romanas.

      En este sentido, es importante distinguir entre dos fundamentos, el sepulchrum y el monumentum, ambos elementos coinciden en la mayoría de ocasiones, pero no siempre, como sucede en varios casos en Pompeya. El sepulchrum contiene los restos mortales del difunto, sus huesos o cenizas y desde el momento en que son depositados. el lugar se convirtie en un espacio sagrado protegido por la legislación religiosa. Se trata de un ámbito más íntimo, familiar y privado. Mientras que el monumentum representa la muerte social del sujeto, incluso en vida, y está destinado a recordarlo, conmemorarlo e inmortalizarlo . Efectivamente, como se ha escrito tantas veces, las tumbas en época romana se hacen tanto para los vivos como para los muertos. Consecuentemente, las tumbas son más un reflejo de la vida que de la muerte. De hecho, los antropólogos y arqueólogos coincidimos en que las tumbas y los rituales funerarios representan un comportamiento intencionado por parte de los vivos y, por tanto, debe interpretarse como la representación de la identidad y del rol del difunto en la sociedad.

      Otro caso objeto de nuestra investigación, que no ha sido suficientemente analizado hasta ahora, es el efecto y reflejo en las áreas funerarias de Pompeya de los terremotos sucedidos a partir del año 62 e.c. y del convulso momento socio-político del final del reinado de Nerón, resuelto tras la guerra civil del 69 e.c. con el ascenso de Vespasiano, (recordemos las estelas colocadas frente a las puertas de la ciudad del tribuno pretoriano Titus Suedius Clemens). Los temblores que devastaron grandes áreas de Campania durante el imperio de Nerón causaron enormes daños en Pompeya, afectando profundamente su vida social y económica y la demografía de la ciudad hasta la erupción del Vesubio del 79 e.c. Observamos como muchos sepulcros son abandonados, en algunos, las urnas son extraídas (cumpliendo los ritos necesarios y obligados para su traslado), así ocurre, por ejemplo, en el recinto monumental de Porta Sarno, en la descomunal tumba de Eumachia en Porta Nocera, en la Schola de la sacerdotisa pública de Porta Nola o incluso en una pequeña tumba de cremación frente al monumento de Obellius Firmus. Seguramente sus propietarios, atemorizados por los terremotos, abandonaron la ciudad y se trasladaron a sus villas llevándose consigo las urnas de sus difuntos. Estos acontecimientos parecen reflejar una ciudad sumida en una grave depresión. De hecho, existen múltiples evidencias arqueológicas que demuestran el abandono de la ciudad, dejando las casas despobladas. Por ejemplo, las casas en las Regiones VI y VIII quedaron en ruinas o se convirtieron en campos de viñedos después del terremoto del año 62 e.c. . Sin embargo, existe una realidad completamente distinta, donde hubo un momento de crisis, otros hallaron una oportunidad de ascenso económico y prestigio social. Realmente, la ciudad estaba en plena efervescencia reconstructiva antes de la erupción del Vesubio . En los últimos momentos de la ciudad se levantaron grandes monumentos funerarios que mencionaban banquetes públicos para casi 7.000 personas y juegos gladiatorios con más de 400 combatientes, como elogia la larga inscripción en la tumba monumental de Porta Stabia , o la tumba de Vestorio Prisco repleta de bellos frescos dedicados al joven edil nombrado en el año 76 e.c. . Otro ejemplo sería la tumba del liberto Marcus Venerius Secundio, miembro del colegio augustal, que fue liberado después del año 53 e.c. y que en su titulus sepulcralis presume de haber sufragado cuatro días de espectáculos musicales y de teatro (ludos graecos et latinos quadriduo dedit) . Este sería también el caso del recinto funerario de Marcus Obellius Firmus, acondicionado durante los terremotos y ocupado posteriormente a los mismos. También las sepulturas de los soldados pretorianos están relacionadas con estos acontecimientos dramáticos y tumultuosos. Las sepulturas de estos soldados elitistas están presentes en las necrópolis de Porta Sarno y Porta Nola y existe una estela funeraria procedente de la necrópolis de Porta Stabia con una inscripción que aludía a C. Caelius Secundus / miles chort(is) VIII que vivió veintiocho años y militó catorce . La aparición de los pretorianos en la última época de Pompeya debe asociarse primero con la figura de Nerón, ya que era el cuerpo de guardaespaldas del emperador. Tenemos conocimiento de que Nerón visitó el templo de Venus, muy damnificado por el terremoto el año 63 e.c. y ofreció a la diosa patrona de la ciudad una cantidad ingente de monedas de oro. Lo sabemos por los grafitos grabados en los estucos posteriores al terremoto del 62 e.c. en la casa de Caio Polibio Giulio en la vía de la Abundancia. Estos grafitis cuentan que el emperador visitó el templo de Venus y ofreció a la diosa patrona de la ciudad miles de monedas de oro. Asimismo, tras repudiar a su primera esposa Octavia, la seguridad del emperador se había visto comprometida . La otra posibilidad, aunque no excluye la anterior, podría ser, que ante el derrumbe de muchos edificios a causa de los terremotos del año 62 e.c. en adelante, las casas se abandonaron y los pretorianos fueron destinados a Pompeya para evitar el pillaje y la apropiación de los bienes descuidados. De hecho, las estelas del tribuno Titus Suedius Clemens son una prueba evidente de que estas apropiaciones ocurrieron. Sin embargo, fue el emperador Vespasiano el que decidió restablecer la situación, al menos en cuanto a la res publica se refiere.

      La necrópolis de Porta Nola nos brinda, en definitiva, una oportunidad extraordinaria para conocer de qué forma distintos actores de una sociedad muy jerarquizada, como la romana, convertía un suceso biológico, como es la muerte, en una serie de tradiciones sociales. Efectivamente, cada grupo social transforma el fenómeno natural de la muerte en una manifestación cultural, social, ideológica y económica estandarizada mediante la práctica de gestos y ritos funerarios y mortuorios.

      A modo de síntesis, diremos que los principales objetivos de nuestra investigación son los siguientes.

      1. La evolución y gestión del espacio funerario. Lo público (pomerium) y lo privado, Las ocupaciones, transformaciones, los abandonos y las ocupaciones de los espacios destinados a los muertos, sobre todo a partir del año 62 e.c.

      2. Tipología, arquitectura y función de los espacios funerarios, monumenta y sepulcra, monumentos orgánicos, espacios sensoriales, la epigrafía, la pintura y la iconografía funeraria.

      3. Áreas funerarias y sepulturas representativas de modelos y sucesos sociales, económicos y culturales.

      4. Las tumbas como reflejo de comportamientos individuales y/o grupales 5. La reconstrucción del funeral, aquello que realmente sucedió después de la muerte del difunto hasta el momento en que sus huesos fueron depositados en la tumba. La cremación y las acciones, gestos y rituales del día del sepelio.

      6. La conmemoración, las ofrendas y las fiestas en honor a los muertos, la preservación de la memoria 7. Simbolismo, religión, superstición y rituales.

      8. El estudio bioarqueológico de las cremaciones, de los huesos humanos, tafonomía, perfil biológico, paleodemografía, paleopatología, ascendencia, procedencia.

      9. Las víctimas de la erupción del 79 e.c., su perfil biológico, quiénes eran, como vivieron los acontecimientos de la erupción y como murieron realmente.

      Este trabajo se ha estructurado de acuerdo con el análisis específico de los diversos espacios funerarios que muestran características y particulares distintas, aunque todos ellos se encuentren relacionados por elementos vertebradores, como las puertas de la ciudad, las vías exteriores o el pomerium, y también por rituales y prácticas funerarias y mortuorias comunes. No obstante, cada uno de estos espacios aporta datos nuevos e información distinta y peculiar respecto a los otros. De esta forma, en el área funeraria al exterior de la Puerta de Nola, podemos distinguir cuatro zonas diferentes, las tumbas de la muralla, las de los soldados pretorianos situadas en el foso, los mausoleos a schola frente a la misma Porta de Nola, y el recinto de Marcus Obellius Firmus y los ámbitos funerarios asociados al mismo.

      El capítulo segundo está dedicado a las distintas áreas funerarias de Pompeya, en él se contextualiza nuestro estudio respecto al resto de necrópolis conocidas en Pompeya. Se trata también de mostrar brevemente el estado de la cuestión, tanto las investigaciones realizadas en el ámbito funerario pompeyano y su aportación al conocimiento de la arqueología funeraria y mortuoria, como los antecedentes y fundamentos de nuestra investigación.

      La necrópolis de Porta Sarno merece un capítulo aparte (el tercero) por dos razones fundamentales. En primer lugar, se trata de un área funeraria con significativas similitudes y paralelos con la necrópolis de Porta Nola, como por ejemplo la presencia de tumbas de soldados pretorianos, siendo las únicas dos áreas funerarias en Pompeya donde se ha constatado la existencia de estos sepulcros. Además, son las únicas necrópolis en con una notoria presencia de esclavos públicos de la ciudad. En segundo lugar, las investigaciones de la necrópolis de Porta Sarno forman parte del mismo proyecto ¿investigando la arqueología de la muerte en Pompeya¿, también codirigido por nosotros. Por tanto, poseemos conocimientos e información exhaustiva de primera mano que resulta muy relevante para para la comprensión e interpretación de los espacios funerarios de Porta Nola. Pero además, los últimos descubrimientos realizados en el área de Porta Sarno han desvelado como las tumbas y espacios funerarios son un reflejo de las transformaciones económicas, sociales y culturales que están sucediendo en Pompeya, en particular en un momento crítico, tras los terremotos del año 62 e.c. y sucesivos.

      Como comentamos anteriormente, la necrópolis de Porta Nola ofrece un panorama ideal para la investigación de la arqueología funeraria y de la muerte, ya que no muestra un ambiente uniforme, sino que comprende al menos cuatro diferentes ámbitos funerarios, con características diferenciadas, que se distinguen en principio por su categoría social, tenemos tumbas de pobres o esclavos, de soldados, sepulcros privilegiados y monumentos funerarios dedicados a las clases más elevadas. Cada uno de estos espacios nos aporta información exclusiva y representativa y por tanto, a cada uno de ellos le hemos dedicado un capítulo específico.

      En el capítulo cuarto presentamos la necrópolis de Porta Nola desde una visión general y conjunta antes de abordar en los capítulos siguientes cada uno de los espacios funerarios que conforman el área funeraria objeto de nuestra investigación. El capítulo quinto está dedicado a las tumbas de pobres o esclavos localizadas junto al tramo de la muralla entre las puertas de Nola y Sarno. El capítulo sexto se ocupa de las seis tumbas de los soldados pretorianos localizadas en el foso de la muralla adyacente a la puerta de Nola. El capítulo séptimo presenta la investigación sobre las dos tumbas a schola que flanquean la vía de acceso a la ciudad frente a la puerta de Nola, un tipo de sepulcro exclusivo de Pompeya y que en realidad corresponden a monumentos funerarios. El capítulo octavo se centra en los estudios realizados sobre la tumba de Marcus Obellius Firmus, una prominente personalidad de Pompeya, cuyo recinto funerario y los espacios funerarios asociados al mismo, han proporcionado una documentación de enorme valor sobre la gestión de la tumba y su entorno y los rituales y gestos funerarios y mortuorios.

      La cremación es el tratamiento del cadáver y el procedimiento ritual generalizado en Pompeya desde su romanización (desde el momento en que se convierte en Colonia romana tras la conquista de Sila, en el año 80 a.e.c). Realmente, todos los difuntos adultos localizados en Pompeya fueron incinerados previamente a ser depositados en sus correspondientes sepulcros, a excepción de uno sólo, el liberto Marcus Venerius Secundio. El estudio de las cremaciones requiere unas metodologías y estándares específicos con el fin de obtener la mayor cantidad y calidad de datos. Por esta razón el tratamiento mediante el fuego de los difuntos estudiados en las necrópolis objeto de nuestra investigación y sus connotaciones rituales merecen un capítulo específico.

      Finalmente, en nuestra área de estudio fuera de la puerta de Nola, se localizaron los restos de varías víctimas de la erupción del Vesubio en el año 79 e.c. que perecieron intentando huir de la ciudad. De Caro recuperó 15 cuerpos aplicando el método Fiorelli, conservando sus esqueletos en el interior de moldes de yeso. El mismo De Caro incluyó en su artículo sobre las excavaciones realizadas en el área exterior a la puerta de Nola un primer estudio de estas víctimas . De la misma forma, y de acuerdo con nuestro proyecto ¿Investigación sobre la arqueología de la muerte en Pompeya, área funeraria de Porta Nola¿, incluimos el análisis arqueológico y antropológico de los fugitivos de Porta Nola en nuestra investigación. Este estudio comenzó en el año 2010, resultando ser el primer estudio bioarqueológico efectuado sobre los calcos de Pompeya. El estudio de las víctimas de la erupción que perecieron en el área exterior de Porta Nola se desarrolla en el capítulo décimo, La investigación plasmada en esta tesis ha logrado resultados originales, innovadores y relevantes en lo concerniente a la arqueología funeraria y de la muerte en Pompeya y por extensión a la arqueología funeraria romana. Los estudios y análisis realizados han mostrado como diferentes grupos sociales gestionan el espacio funerario, el tratamiento del cadáver y los rituales, y sus connotaciones sociales, culturales y económicas en momentos determinantes de la historia de Pompeya. Concretamente, nuestra investigación ha sacado a la luz los esclavos públicos de Pompeya, es la primera vez que se reconoce la presencia de los esclavos propios de la ciudad en el ámbito funerario. Sus sepulturas nos indican que se trata de un grupo favorecido, cuyas tumbas se encuentran dentro del pomerium, junto a la muralla, cuyos rituales son similares a los de ciudadanos de un estatus elevado y que en algunos casos gozaban de influencia y popularidad, como evidencia la tumba de Marcus Venerius Secundio en la necrópolis de Porta Sarno. Su investigación ha resultado trascendental para el conocimiento de las últimas décadas de Pompeya. Esta tumba presenta tres aspectos inéditos y relevantes de la historia de Pompeya, y por extensión del Imperio Romano durante el reinado de Nerón. (54-68 e.c.). Primero, la tumba de Secundio es la única tumba de inhumación conocida en Pompeya en un período en el que la cremación de los difuntos era una práctica funeraria sistemática y generalizada. En segundo lugar, esta sepultura proporciona el único ejemplo conocido de restos orgánicos preservados, incluidos cabello, cartílago y restos internos. Finalmente, es la única tumba cuya inscripción testimonia la presencia de juegos latinos y griegos en Pompeya.

      La adopción de la inhumación y la preservación del cuerpo durante los rituales funerarios en este período fue ciertamente inusual, pero es posible que fuera una imitación de las costumbres funerarias extranjeras adoptadas por Nerón para el entierro de su amada esposa, Poppaea Sabina. De manera similar, la inscripción funeraria de Marcus Venerius Secundio hace referencia a su patrocinio de los juegos griegos y latinos al mismo tiempo que se estaba reconstruyendo Pompeya después del gran terremoto del 62 e.c. Estos juegos griegos y latinos financiados por Secundio parecen estar inspirados en muchos de los entretenimientos culturales realizados simultáneamente en Nápoles y Roma por Nerón.

      Nuestra investigación en las áreas funerarias de Porta Nola y Porta Sarno ha demostrado como los difuntos y sus tumbas evidencian las consecuencias de los terremotos del año 62 e.c. y consecutivos del convulso momento sociopolítico del fin del imperio de Nerón. Resuelto después de la guerra civil del 69 e.c. con el ascenso de Vespasiano. Los terremotos que devastaron extensas áreas de Campania durante el imperio de Nerón causaron enormes daños a Pompeya, afectando profundamente su vida social, económica y demográfica de la ciudad hasta la erupción del Vesubio en el 79 e.c. Observamos como muchos sepulcros fueron abandonados, en algunos se extraen las urnas, y se trasladan los restos mortales, hecho que confirma la renuncia definitivamente al lugar para no volver. Así ocurre en varias sepulturas en el área funeraria de Porta Sarno y también en una pequeña tumba de junto al mausoleo de Obellius Firmus. Seguramente sus dueños, aterrados por los terremotos, abandonaron la ciudad y se trasladaron a sus villas llevando consigo las urnas de sus difuntos. Estos eventos son el reflejo de una ciudad sumida en una profunda depresión después del terremoto del 62 e.c. Sin embargo, en este momento de crisis, otros ciudadanos próximos al emperador Nerón encontraron una oportunidad para el ascenso económico y social. De hecho, la ciudad estaba en plena efervescencia reconstructiva antes de la erupción del Vesubio. En efecto, en los últimos momentos de la ciudad surgen importantes sepulturas y monumentos funerarios, como la tumba Obellius Firmus cuya inscripción funeraria expuesta en la fachada describe ostentosos funerales sufragados por la ciudad y constatados por el hallazgo de lujosos lechos funerarios, cuyos ornamentos además de hallarse en diversas urnas, rellenan numerosas fosas rituales inéditas hasta ahora. En algunos sepulcros se mencionan incluso banquetes públicos y juegos de gladiadores, como elogia la larga inscripción en la tumba monumental de Porta Stabia o la tumba de Vestorio Priscus en Porta Vesuvio llena de preciosas pinturas murales dedicados al joven edil nombrado en el año 76 e.c. La tumba de Secundio es un ejemplo más de esta promoción de la ciudad en un momento crítico, como muestra el titulus sepulcralis en el que presume de haber patrocinado cuatro días de juegos griegos y latinos.

      En este contexto ha resultado de gran valor el análisis del registro arqueológico de las tumbas de los soldados pretorianos, los cuales fueron privilegiados por el gobierno de la ciudad, tanto en el espacio reservado a su sepultura, como en los funerales. Así lo demuestra el estudio las cremaciones y las sepulturas. Los entierros de pretorianos también están relacionados con los eventos sísmicos. Las tumbas de estos soldados sólo han sido documentadas en las necrópolis de Porta Nola y Porta Sarno. La aparición de esta élite militar en la última época de Pompeya debe asociarse primero con la figura de Nerón, ya que era el cuerpo de guardia del emperador. Sabemos que Nerón visitó el templo de Venus, muy damnificado por el terremoto del 63 d.C. y ofreció a la diosa patrona de la ciudad una gran cantidad de monedas de oro. Lo sabemos por el grafito grabado en los estucos posteriores al terremoto del 62 e.c. en la casa Caio Polibio Giulio en la vía de la Abundancia. La otra hipótesis es que los pretorianos fueron destinados a Pompeya para evitar el saqueo y la apropiación de los bienes abandonados por el terremoto del año 62 e.c.

      El estudio y análisis de las cremaciones nos ha permitido desarrollar nuevos métodos e implantar nuevos sistemas de registro que optimizan la calidad y cantidad de datos tanto a nivel bioantropológíco como respecto al conocimiento e interpretación, tanto del tratamiento del cadáver y condiciones de la combustión, como de los rituales que acontecen durante y después de la cremación del difunto.

      Por último, el estudio de los esqueletos conservados en los calcos de yeso ha demostrado las posibilidades y los resultados del estudio del material arqueológico a nivel bioarqueológico, pudiendo establecer el perfil biológico de las víctimas y las condiciones en que vivieron y murieron. A este respecto, existe una gran controversia sobre cuál fue el verdadero efecto derivado de la erupción del Vesubio que causó la muerte de los habitantes de Pompeya. Nuestra investigación ha demostrado que las víctimas que intentaban huir de la ciudad y que perecieron en el área fuera de la puerta de Nola, no murieron por el impacto térmico de una ola piroclástica de temperaturas extremadamente altas, sino por la inhalación de un aire saturado de elementos tóxicos y letales.


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