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Resumen de Envases activos con β‐ciclodextrinas para liberación de agentes antimicrobianos naturales en alimentos de IV gama

Friné Velázquez Contreras

  • El aumento en el consumo de alimentos mínimamente procesados, la demanda de productos libres de conservantes de síntesis química, así como los cambios en las prácticas de distribución de alimentos derivadas de la globalización, son algunas de las razones que han motivado el desarrollo e innovación de nuevas tecnologías de envasado de alimentos, focalizándose mayoritariamente en la extensión de la vida útil, sin que se produzcan mermas en la calidad y seguridad de los alimentos. El envasado de alimentos es uno de los retos más importantes de la industria alimentaria, particularmente en el área de alimentos mínimamente procesados y de IV gama, ya que el envasado contribuye a la conservación de los mismos, evitando ataques por microorganismos y deterioro del producto. Así, desde fechas recientes se están desarrollando envases que, además de cumplir con las funciones básicas de contener y proteger al alimento, interaccionan con el alimento para disminuir la degradación. La tecnología de envasado activo se refiere a la adición de ciertas sustancias capaces de mantener o mejorar la calidad y seguridad del alimento, las cuales son incorporadas en el material de envasado o dentro del propio envase. Éstas interaccionan directamente con el alimento o con su entorno, actuando más allá del uso convencional de barrera con el medio externo, aumentando la vida útil del alimento; así, el envasado activo puede ser considerado como una tecnología emergente de conservación de alimentos. El envasado activo “antimicrobiano”, es una alternativa para proteger alimentos de IV gama. Uno de los enfoques más comunes de este tipo de envases, se basa en la liberación de compuestos antimicrobianos del empaque. Entre las alternativas, el empleo de extractos de aceites esenciales de plantas que contienen compuestos naturales como timol y carvacrol, los cuales presentan una amplia actividad frente a microorganismos patógenos, incluidas especies gram negativas y gram positivas; así como las levaduras y los mohos, son muy atractivos para su aplicación en la industria alimentaria, además de ser considerados como aditivos GRAS (Generally Recognized as Safe), generalmente reconocidos como seguros por la FDA (U.S. Food and Drug Administration).


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