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Distopías en la escena española actual

  • Autores: Ziqi Jiang
  • Directores de la Tesis: Guadalupe Soria Tomás (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Carlos III de Madrid ( España ) en 2023
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: José Nicolás Romera Castillo (presid.), Montserrat Iglesias Santos (secret.), Carmen Márquez Montes (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid
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  • Resumen
    • La distopía es un género literario que representa sociedades o comunidades ficticias para reflejar problemas sociopolíticos reales. En esta tesis se estudia la presencia de lo distópico en la escena española actual. Este estudio es pertinente por dos razones. Primero, aunque la distopía en la actualidad parece un género primordialmente narrativo o cinematográfico, R.U.R. de Karel Čapek, uno de los primeros textos distópicos, es una obra dramática. Por eso, la distopía guarda una afinidad casi innata con las artes escénicas. Segundo, la distopía tematiza las ansiedades compartidas por el pueblo, por lo que un estudio al respecto nos ayuda a entender mejor la sociedad actual.

      Esta tesis está dividida en dos partes. En el primer capítulo de la primera parte, examinamos la conceptualización de lo distópico. En este apartado, resumimos y comparamos las reflexiones de Karl Mannheim, Ernst Bloch, Kinsley Amis, Tom Moylan, Raffaella Baccolini, Ruth Levitas, Krishan Kumar, Darko Suvin y Lyman Tower Sargent, entre otros, sobre lo utópico y lo distópico. Desarrollamos un sistema terminológico unificado para facilitar el diálogo entre las teorías de distintos estudiosos y evitar confusiones.

      La distopía es una rama de la tradición utópica. Por este motivo, iniciamos el primer capítulo con un apartado sobre la utopía literaria. Examinaremos tres títulos: La República de Platón, Utopía de Sir Tomás Moro y Fuente de las flores de melocotón del poeta chino T’ao Yüan-ming. Tras su análisis observamos que la utopía no está vinculada con ninguna cultura determinada. En cambio, es un concepto universal.

      La capacidad de utopizar se sostiene en El principio esperanza de Ernst Bloch y es denominada por los utopistas como el impulso utópico; esto es, la capacidad de percibir problemas o imperfecciones del statu quo e imaginar maneras de mejorarlo. Existe cierta controversia sobre la existencia del impulso utópico. Con el apoyo de la teoría de Herbert Marcuse sobre las necesidades verdaderas y las falsas y la de Hannah Arendt sobre las condiciones humanas, argumentamos que el impulso utópico existe como una fuerza históricamente determinada, en vez de una ontológica o estática.

      Teniendo en cuenta esta naturaleza del impulso utópico, observamos que en una época donde predominan la incertidumbre, las dudas y la desesperanza, esta fuerza motriz podría volverse negativa y convertirse en un impulso distópico. El último término tiene como base teórica la concepción del anti-utopian temperament de Kumar.

      La idea del impulso distópico sirve como el punto de partida de nuestra aproximación epistemológica a la distopía. Levitas afirma que, para reflexionar sobre lo utópico, hay que tener en cuenta tres dimensiones: la función, la forma y el contenido. La distopía, como una parte de la tradición utópica, también se puede analizar según este esquema. En el plano de la función, observamos que la distopía es el vehículo del impulso distópico: tematiza los problemas sociopolíticos más urgentes que necesitan nuestra acción inmediata.

      El impulso utópico y el distópico encarnan dos actitudes distintas. El primero es consciente de que el statu quo es indeseable, pero puede mejorarse; el impulso distópico sabe que el statu quo es inadecuado y por eso se necesita un cambio de forma urgente. Otra mentalidad posible es la desesperanza absoluta. Esta expresa que, a pesar de que el statu quo es indeseable, no podemos mejorarlo porque el mundo no se puede cambiar.

      Moylan ha acuñado dos términos para describir situaciones parecidas. Argumenta que existe dos tipos de pesimismos: uno militante y el otro sumiso. Podemos entender la diferencia entre los dos con el apoyo de la teoría del agenciamiento de Gilles Deleuze. Este término, generalmente, se refiere a la habilidad de contagiarse de iniciativas ajenas y accionar según ellas. En la literatura distópica, las piezas en las que predomina el pesimismo militante poseen agenciamiento y expresan que el statu quo distópico se puede mejorar mediante las acciones de los personajes. En cambio, los textos que encarnan el pesimismo sumiso suelen carecer de agenciamiento y entender la resistencia como inútil y el mejoramiento de la sociedad como imposible. Aun así, existen textos que, aunque plasman el pesimismo sumiso, tienen como intención provocar la atención sobre ciertos problemas. En este caso, también pueden ser vehículos del impulso distópico y de cierto tipo de agenciamiento.

      Tanto los dos pesimismos como el optimismo utópico son capaces de percibir las imperfecciones de la realidad. Con todo, mostrar una supuesta ignorancia acerca del peligro también es una actitud habitual en mucha gente ante situaciones precarias. Esta mentalidad coincide con el concepto de la ideología desarrollado por Mannheim. Es una actitud que ignora los problemas sociopolíticos pertinentes y rechaza cualquier agenciamiento.

      El pesimismo militante, el pesimismo sumiso, el optimismo eutópico y la ideología son cuatro mentalidades arquetípicas que podemos presenciar en textos eutópicos y distópicos. La distopía suele manifestar la primera actitud y a veces también puede mostrar la segunda. Con todo, muchos investigadores, singularmente Moylan, Julien Díez y Francisco Martorell Campos, observan la combinación indebida en la actualidad entre la distopía y la ideología en las piezas comerciales. Estas últimas no ejercen la función de criticar el statu quo o solo lo hacen de manera superficial. En cambio, justifican la ideología hegemónica de manera implícita. En esta tesis, observamos que la banalización del género distópico no es notable en la escena española actual.

      La presencia del impulso distópico no es la única condición necesaria para la distopía. En el plano de la forma, observamos que la distopía siempre es un género literario que transforma los problemas que intenta criticar en Nova. Esta es la forma plural del término Novum, vocablo alemán que significa novedad. Bloch utiliza esta palabra para referirse a algo todavía inexistente pero posible de hacerse real.

      En la actualidad, el uso de este término ya no se limita a entornos filosóficos, puesto que Darko Suvin ha desarrollado este concepto y lo emplea en la investigación sobre la ciencia ficción y la literatura utópica. En el contexto literario, el Novum puede entenderse como un elemento representado en un texto que todavía no existe en el mundo real. Por ejemplo, una tecnología que todavía no hemos alcanzado en la realidad o un sistema sociopolítico diferente de las existentes son Nova típicos de la ciencia ficción o la utopía.

      Según Moylan, en algunos casos, ciertas obras no ficticias (es decir, obras que describen situaciones existentes) también pueden llegar a ser anti-utópicas. El concepto del Novum nos permite distinguir entre las anti-utopías no ficticias y las distopías: las primeras denuncian realidades negativas de forma directa. En cambio, la distopía critica la realidad convirtiendo sus males en Nova. Por ejemplo, para provocar la atención sobre el abuso de la tecnología biogenética, es posible que las piezas distópicas representen sociedades ficticias en las que la clonación humana se ha legalizado.

      Algunos Nova guardan una relación particularmente estrecha con el género distópico. En esta tesis, combinamos la idea del Novum con la noción de la distopina, concepto acuñado por Miquel Codony y desarrollado por Diana Q. Palardy, para crear el término Novum cuasi-distópico. Este término puede entenderse como el Novum a partir del cual se desarrollaría potencialmente una obra distópica. Añadimos el sufijo cuasi- porque este elemento no siempre garantiza la naturaleza distópica de una obra. Solo los textos que tematizan el impacto en el orden social de su Novum cuasi-distópico pueden considerarse distopías.

      El Novum cuasi-distópico conecta el plano de la forma y el del contenido. En esta última dimensión, existe una serie de Nova recurrentes compartidos por distintas piezas. Por eso, teniendo como fundamento las ideas de Chad Walsh, Antonis Balasopoulos y, sobre todo, Teresa López-Pellisa, desarrollamos un sistema de clasificación propio. Este consiste en seis categorías: la distopía biogenética-posthumana, la distopía político-económica, la distopía humano-máquina, la distopía interpersonal, la distopía de crisis o apocalíptica y la distopía simbólico-mítica. Debido a la permeabilidad y heterogeneidad del género distópico, es posible que una obra distópica pertenezca al mismo tiempo a distintas clases. Además, también existen textos que, si bien cuentan con algún Novum cuasi-distópico, no son distopías porque no tematizan su impacto sociopolítico. Denominamos estas obras cuasi-distopías. No hay que confundir el no centrarse en la influencia del Novum en la sociedad con la banalización o la comercialización de la distopía.

      En el segundo capítulo de la primera parte, resumimos los antecedentes literarios de la distopía contemporánea. En primer lugar, exploramos el origen del género con tres obras narrativas como especímenes: Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley (1818), La máquina del tiempo, de H. G. Wells (1895) y La máquina se detiene, de E. M. Forster (1909). En segundo lugar, sintetizamos la historia de la narrativa distópica española. En tercer lugar, analizamos una de las piezas distópicas teatrales fundamentales: R.U.R., de Karel Čapek. Comparamos la versión original y la adaptación realizada por Carlos Be en 2020.

      En la segunda parte estudiamos las piezas teatrales actuales de España que empelan elementos distópicos. Nos enfocamos, sobre todo, en obras escritas, publicadas o estrenadas en España entre 1990, año en el que se escribe El dios Tortuga, de Ignacio García May, y 2020, año de escritura y lectura dramatizada de la versión de Carlos Be de R.U.R. Nuestro corpus de estudio consiste en treinta y nueve textos. Aunque algunas obras que tematizan la pandemia COVID-19 pueden considerarse distópicas, no las incluimos en esta tesis. En este estudio, nos hemos centrado en la producción previa, para dar testimonio de distintas líneas que ya venían convergiendo en una atmósfera distópica.

      En general, la creación distópica en la escena española actual tiene dos características. En primer lugar, las referencias intertextuales en las distopías o cuasi-distopías son abundantes. Esta intertextualidad tiene seis orígenes: primero, la cultura española; segundo, piezas literarias, pictóricas o cinematográficas extranjeras; tercero, textos religiosos o mitológicos; cuarto, noticias o reportajes; quinto, tradiciones dramáticas extranjeras; y sexto, videojuegos.

      En segundo lugar, las salas y sus proyectos artísticos han desempeñado un papel importante en el desarrollo del género distópico en la escena española actual. Por un lado, las salas privadas o alternativas albergan bastantes obras teatrales distópicas. Por otro, hay que tener en cuenta la contribución del Centro Dramático Nacional y su laboratorio Rivas-Cherif a la distopía teatral de España.

      Iniciamos esta parte con un resumen sobre la situación actual de las artes escénicas de España. Después, analizamos cuatro obras distópicas teatrales españolas precursoras: La revolución sentimental, de Ramón Pérez de Ayala (1909, 1929, 1959), El pedigree, de Ricardo Baroja (1926), Orestes I, de Felipe Ximénez de Sandoval y Pedro Sánchez de Neyra (1930) y La imagen, de José Ricardo Morales (1977). Los tres textos de la primera mitad del siglo pasado coinciden en tratar el tema biogenético, mientras que el último es un ejemplo del paradigma simbólico-mítico.

      Clasificamos los actuales según nuestro sistema. La primera categoría que se trata es la distopía biogenética-posthumana. Este término se refiere a las piezas que visualizan las consecuencias del abuso de la biotecnología y sus Nova principales suelen ser la modificación genética o la clonación humana. Vitro de Beatriz Cabur (2000), Evolución de Aina Tur (2006) y Gen.Esix.Clonación de Eva Guillamón (2010) son textos tratados en este apartado.

      Tanto la distopía biogenética-posthumana como la humano-máquina representan el abuso de la tecnología y su impacto en la identidad humana. Sin embargo, en esta tesis, observamos una actitud negativa más manifiesta sobre las secuelas del uso de la biotecnología. En Vitro, Evolución y Clonación, el avance en el campo biogenético crea seres irritables, engañosas y violentos, causa conflictos sangrientos y provoca relaciones interpersonales enfermizas. En cambio, en las piezas humano-máquinas, los robots y las inteligencias artificiales no siempre tienen una imagen tan negativa.

      En el apartado sobre las distopías político-económicas, estudiamos las piezas que reflejan los males relacionados con el sistema político y el económico actuales. Algunos de los Nova recurrentes de esta clase son los sistemas totalitarios, el consumismo, el régimen neocapitalista, la violación institucionalizada de derechos básicos y la crisis económica.

      Son particularmente abundantes los títulos que pertenecen a esta categoría. Los textos elegidos en este apartado son Ronensbourgh, de Cabur (2002), Neocracia, de Pilar G. Almansa (2008, versión actual en 2018), la trilogía de la Indignación de Esteve Soler (2008, 2009, 2010), Vitalicios, de José Sanchis Sinisterra (2010), Toda una vida, de Antonia Bueno (2014), Elipses, de Antonio César Morón (2014), Banqueros vs. zombis. El juego de los mercados, de G. Almansa, Dolores Garayalde e Ignacio García May (2015), La autora de Las Meninas, de Ernesto Caballero (2015), Los cinco estigmas del éter, de César Morón (2018) y Ronejo de Rulo Pardo (2019). Además de las piezas clasificadas como distopías político-económicas, un gran número de obras incluidas en otras clases también tratan temas políticos y económicos.

      Las distopías humano-máquinas, al igual que las biogenéticas-posthumanas, tematizan el abuso de la tecnología. Suelen centrarse en consecuencias indeseables del uso inadecuado de la tecnología mecatrónica, la robótica y la cibernética. Otra característica de esta categoría es su representación de dos metamorfosis paralelas: la maquinización o robotización del cuerpo y la vida social humanos y la aproximación de la máquina a cualidades humanas. Epizoo, de Marcel·lí Antúnez Roca (1994) presta más atención al primer proceso, mientras que Te quiero, muñeca, de Ernesto Caballero (2000) es una muestra del segundo. HARKET [protocolo], de Juan Pablo Mendiola (2012), Amor y otros errores del siglo XXII, de Carlos Be (2016) y Metálica, de Íñigo Guardamino (2019) reflejan ambas situaciones. Algunas obras creen que la convivencia pacífica entre las máquinas y los seres humanos es posible (Te quiero, muñeca y Amor y otros errores del siglo XXII). Sin embargo, también existen obras que insinúan conflictos entre las dos partes. El desenlace de Metálica es un buen ejemplo de esta posibilidad.

      Los textos estudiados en el apartado sobre la distopía interpersonal son Flechas del ángel de olvido de Sanchis Sinisterra (2004), Arizona de Juan Carlos Rubio (2006, versión actual en 2009), Safronia de Juan Vinuesa, José Padilla y Antonio de Cos (2011), Peceras de Be (2012), Última transmisión de QY Bazo (2013) y Juegos para toda la familia de Sergio Martínez Vila (2017). El término distopía interpersonal se refiere a las piezas distópicas que no argumentan de manera explícita sobre problemas sistémicos. El objetivo principal de esas obras sigue siendo denunciar tendencias o realidades negativas. Aun así, en los textos que pertenecen a esta clase, la oposición entre el ser y el statu quo siempre toma la forma del antagonismo, en muchos casos cuerpo a cuerpo, entre personas concretas. Los temas recurrentes de esta categoría son la inmigración, la identidad y la violencia. Además, algunos textos también reflejan la teoría de Zygmunt Bauman sobre la modernidad líquida y la de Giorgio Agamben sobre la nuda vida.

      Las distopías de crisis o apocalípticas describen sociedades o comunidades que, por alguna razón, se hallan en una situación anárquica y caótica. La causa de esta puede ser una crisis económica, la devastación medioambiental o el agotamiento de recursos naturales, entre otros. Los textos incluidos en este apartado de la tesis son Serena apocalipsis de Verónica Fernández (2013), Música de Julián Fuentes Reta (2013), La Redención de Ana Merino (2016) y En La Ley de Martínez Vila (2016). Estas piezas comparten una misma tendencia estética: la suciedad tanto del vestuario, el peinado y el maquillaje de los personajes como de los accesorios y el espacio entero nos transmite una sensación de desesperanza y precariedad y refleja la escasez y la devastación.

      La distopía simbólico-mítica tiene como fundamento teórico la idea de la distopía simbólica acuñada por Gabriel Saldías Rossel. Las obras de esta clase emplean elementos fantásticos o sobrenaturales, pero no se desvían de la función de denunciar tendencias negativas de la sociedad actual. La distinción más destacada entre las obras de este paradigma novísimo y las canónicas radica en el uso de Nova que no respeten el principio de Suvin según el cual el Novum de una obra de ciencia ficción o utopía debería ser científica o cognitivamente explicable o verificable. Aun así, la idea del estrangment no cognitivo que aparece en artículos tempranos de Suvin puede justificar la combinación entre lo sobrenatural y lo distópico. En los párrafos sobre esta categoría estudiamos El dios Tortuga de García May (1990), Los cerdos voladores de G. Almansa (2017) y La rebelión de los hijos que nunca tuvimos de los hermanos Bazo (2017). En las distopías simbólico-míticas, lo fantástico y lo sobrenatural crean un entorno lleno de otredad. Por eso, la inmigración es un tema recurrente de esta clase. Además, debido a la existencia de elementos sobrenaturales, estos textos también coinciden en la representación de situaciones apocalípticas.

      Analizamos las cuasi-distopías en el último apartado de la segunda parte. Los títulos incluidos en el corpus que pertenecen a esta categoría son Los años eternos de García May (2002), d.juan@simetrico.es de José Campos García (2008), Hilvanando cielos, de Paco Zarzoso (2011), Furiosa Escandinavia de Antonio Rojano (2016) y Dolores. Con las alas del amor salté la tapia de Selu Nieto (2019). Son textos que, aunque emplean ciertos elementos distópicos, se centran en lo individual y lo íntimo, en vez de en lo sociopolítico.

      También estudiamos la recepción pública y crítica de cada obra estrenada. En este plano, observamos que la distopía en la escena española actual no ha suscitado la debida atención de los críticos. Los teatros distópicos, en general, no suelen llegar a ser taquilleros. En este caso, por una parte, para la mayoría de las piezas estrenadas, son escasos los comentarios pertinentes y originales sobre ellas. Por otra, hay obras cuyo estreno queda ignorado. Además, los críticos españoles, al comentar la naturaleza distópica de una obra, suelen tener como referencia a 1984 o Un mundo feliz. Esto pone de relieve que, salvo un número reducido de piezas clásicas, pocas obras distópicas consiguen canonizarse.


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