El tratamiento para la adicción a opiáceos comenzó para paliar los problemas sociales que generaba la adicción a la heroína y frenar las muertes por sobredosis y SIDA. La metadona se utilizó por primera vez, en su presentación oral, en los años 60 por Dole y Nyswander, convirtiéndose a principio de los años 80 en el fármaco de elección para el tratamiento de la adicción a la heroína. En España la primera regulación para el tratamiento con metadona fue en el año 1983; tras varias regulaciones posteriores, en el año 1985 se creó el Plan Nacional Sobre Drogas, con la misión de centralizar las políticas de drogodependencias.
En Madrid en 1987 se pone en marcha el primer tratamiento con metadona en uno de los centros de adicciones del Plan Municipal contra las drogas, que culmina con la creación del Instituto de Adicciones del Organismo Autónomo de Madrid Salud en 2004.
El consumo de heroína a nivel europeo está tendiendo a reducirse, lo que hace que disminuyan las personas que comienzan tratamiento con metadona. Esta tendencia no se muestra en el número total de personas en tratamiento, donde hay una estabilización, pero refleja un aumento de la edad media de estas personas. Sus características les hacen más vulnerables a sufrir desigualdades en salud ya que, al envejecimiento, se unen unas condiciones socioeconómicas desfavorables y una multimorbilidad. Además de sufrir un fuerte estigma, siendo las mujeres especialmente vulnerables. Esto supone un reto de cuidados que hay que comenzar a contemplar, con una adaptación de servicios de salud acordes a sus necesidades, y teniendo en cuenta que toman una medicación que dificulta su aceptación.
La irrupción de la pandemia por SARS-CoV-2, obligó a realizar modificaciones en la forma de atender a las personas en tratamiento con metadona ofreciendo una oportunidad de repensar la forma de dispensar esta medicación.
Los objetivos de estudio fueron conocer el perfil sociodemográfico y clínico de las personas en tratamiento con metadona en la ciudad de Madrid, explorar la experiencia vital y la influencia en sus vidas del tratamiento con metadona en centros de tratamiento de Madrid y Barcelona y, examinar la influencia de las restricciones durante la pandemia por Covid-19.
Se realizó una investigación mixta secuencial.
En un primer momento se realizó un estudio cuantitativo descriptivo transversal. La población de estudio las personas en tratamiento con metadona solución oral en los centros de atención a las adicciones de Madrid Salud, a fecha de diciembre de 2018. Se recogieron variables sociodemográficas, clínicas y de tratamiento, mediante la revisión de las historias clínicas. Se realizó un análisis descriptivo de las variables, tanto a nivel global como desagregado por sexo, calculándose índices de estadística descriptiva: media (X̅), desviación estándar (DE), frecuencias absolutas y porcentajes. Posteriormente se realizó un análisis bivariante, global y desagregado por sexo. Las pruebas de contraste de hipótesis utilizadas fueron la Chi Cuadrado y ANOVA, considerando un valor p ≤ 0,05 como estadísticamente significativo. Para finalizar, se realizó un análisis de regresión logística múltiple para las variables clínicas, se calcularon los Odds Ratio (OR) y el Intervalo de Confianza (IC) al 95%, considerando estadísticamente significativo un valor p ≤ 0,05.
Consecutivamente se realizó un estudio cualitativo, con un enfoque fenomenológico, mediante entrevistas semiestructuradas en los CAD de la ciudad de Madrid y la provincia de Barcelona. Se seleccionaron los perfiles realizándose un primer muestreo por conveniencia y un segundo muestreo intencional. Los criterios de inclusión fueron tener 50 años o más y llevar más de 10 años en tratamiento con metadona. El análisis temático del discurso se realizó siguiendo los pasos de Braun&Clarke.
Para finalizar, debido a que la pandemia por Covid-19 influyó en los objetivos de esta tesis se llevó a cabo un estudio descriptivo longitudinal retrospectivo.
El estudio de investigación fue aprobado por el Comité de Ética de la Investigación de la Universidad Autónoma de Madrid (CEI-94- 1714) y autorizado por la Subdirección General de Adicciones de Madrid Salud del Ayuntamiento de Madrid y la Subdirección General de Drogodependencias de la Agencia de Salud Pública de Cataluña. Se obtuvo el consentimiento informado firmado de las personas entrevistadas.
En el análisis descriptivo para el primer objetivo, se obtuvo una muestra total de 1488 personas en tratamiento con metadona, de las que un 77,5% eran hombres y un 22,5% mujeres. La media de edad fue de 51 años, siendo los hombres casi 2 años mayores que las mujeres (p = 0,000). El grupo de edad mayoritario fue el de mayores de 50 años (65,5%), siendo mayor en hombres 67,1% (p = 0,020). El 93,7% tenían como país de origen España y las mujeres constituían el 96,7% (p = 0,010) de la muestra. La mayoría contaban con ingresos propios, especialmente los hombres (p = 0,017). En relación con las variables clínicas, se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres, siendo mayor en las mujeres para serología VIH (36,2% vs 26,9%; p = 0,001); enfermedad mental (46,4% vs 36,4%; p = 0,001) y para patología crónica (61,1% vs 52,8%; p = 0,008).
En los análisis multivariantes globales se encontraron, con una relación estadísticamente significativa que, las personas con 50 años o más tenían más riesgo que los menores de 50 años de tener VIH (OR:1,46; IC95%:1,08-1,97), de tener VHC (OR:1,33; IC95%:1,02-1,73) y de tener patología crónica (OR:1,95; IC95%:1,53-2,47). En los modelos multivariantes desagregados por sexo, en el caso de los hombres se puso de manifiesto que en aquellos mayores de 50 años aumentaba el riesgo de tener VIH sí tenían patología crónica (OR:1,94; IC95%:1,34-2,81), estar casado o con pareja hacía disminuir el riesgo de tener VHC (OR:0,46; IC95%:0,31-0,70). Estar trabajando reducía el riesgo de tener enfermedad mental (OR:0,71; IC95%:0,53-0,95) y tener patología crónica en los mayores de 50 años (OR:0,54; IC95%:0,38-0,76). En los modelos multivariantes para las mujeres aumentaba el riesgo de tener VIH si además tenían VHC (OR:49,71; IC95%:11,85-208,45), enfermedad mental (OR:1,88; IC95%:1,11-3,66) o una patología crónica (OR:2,07; IC95%:1,17-3,66).
Los resultados del estudio cualitativo mostraron cuatro grandes temas: 1) La metadona como salvación: permitiéndoles llevar una vida alejados de la delincuencia y los problemas que conllevaba el consumo de heroína, así como retomar actividades laborales y familiares. 2) La metadona como generadora de estigma: debido a su relación con la adicción hace que se sientan estigmatizados, a lo que no ayuda la presentación de esta medicación en un bote de toma diaria. 3) La metadona y el envejecimiento: gracias al tratamiento han llegado a superar la barrera de los 50 años, pero también se ha hecho evidente un envejecimiento prematuro, fruto de otras comorbilidades. En este contexto, la metadona se ha convertido en un tratamiento crónico más. 4) La carga extra por ser mujer: los inicios en el consumo de las mujeres diferían de los hombres estando más relacionados con una pareja. Con un estigma mucho mayor que los hombres ya que está condicionado con el no cumplimiento de su rol de género. Y con una mayor falta de apoyos personales y sociales y, por tanto, una mayor soledad.
Las modificaciones encontradas por la influencia de la pandemia fueron que las pautas quincenales take-home de metadona oral aumentaron durante el periodo de confinamiento, manteniéndose en la actualidad 91,27% más que antes de la pandemia, y los tratamientos de mantenimiento con Metasedín se incrementaron en cuatro de los siete centros.
Las personas en tratamiento con metadona de nuestro estudio son en su mayoría hombres de origen español, cuentan con un nivel socioeconómico bajo, con escasos apoyos familiares, especialmente las mujeres, y con alto riesgo de exclusión social. Tienen una alta prevalencia de enfermedades como la hepatitis C, enfermedades mentales y otras patologías crónicas, que aumentan a medida que aumenta la edad. Lo que muestra un perfil de personas con una alta vulnerabilidad.
El cambio de vida que les permitió el inicio del tratamiento con metadona es indiscutible y por ello están agradecidos. Pero el estigma de la metadona, perpetuamente asociado a la droga los ha acompañado durante toda su vida, marcando su forma de relacionarse con otras personas, sintiendo rechazo, incluso entre los profesionales sanitarios. Esto hace que no consideren que la metadona sea un tratamiento farmacológico como otros utilizados para patologías crónicas, avergonzándose de tomarla y ocultándolo en la medida de lo posible. Las mujeres difieren de los hombres en los motivos por los que iniciaron el consumo, perciben mayor culpabilidad por no cumplir su rol de género y tienen más sentimiento de soledad.
Las restricciones de movilidad debido al confinamiento obligaron a realizar cambios en la atención y las pautas de recogida de metadona, pero también han sido una oportunidad para repensar estos tratamientos crónicos, flexibilizando pautas take-home y ampliando la oferta de otras modalidades, lo que favorecen la normalización de un tratamiento estigmatizado.
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