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Resumen de Multidimensionalidad de la competencia social e implicación en fenómenos de acoso escolar: un estudio longitudinal con escolares andaluces

Rocío Luque González

  • 1. introducción o motivación de la tesis La necesidad de relacionarse con los iguales como característica inherente al ser humano es una de las cuestiones a las que la ciencia ha atendido desde distintas perspectivas, identificando la competencia social como un elemento clave para garantizar el mantenimiento de relaciones de calidad (Hartup, 1989). La competencia social alude al desarrollo de comportamientos y habilidades que las personas llevan a cabo según las características del contexto en el que se ponen en práctica sus interacciones (Gómez-Ortiz et al., 2019). Estos comportamientos estarán dotados de éxito y eficacia, en mayor o menor medida, lo que conducirá a un gran impacto en la adaptación y ajuste psicosocial (Parker et al., 1995; Rose-Krasnor y Denham, 2009).

    La definición de esta competencia ha ido evolucionando y ha sido abordada desde diferentes perspectivas. Desde una perspectiva conductual, ser competente socialmente está ligado a la puesta en práctica de determinadas habilidades sociales, habiéndose identificado también con diversos procesos cognitivos y afectivos (Martín-Criado y Casas, 2019) considerados como componentes relevantes para las interacciones en distintos contextos sociales (Monnier, 2015; Rodríguez-Hidalgo et al., 2019). Se ha demostrado la relevancia de aspectos como la prosocialidad, la capacidad de autorregularse emocionalmente, la empatía o la aceptación por parte de los iguales, entre otras, como estrategias relevantes en la mejora de la calidad de las relaciones interpersonales (Dirks et al., 2007; Flannery y Smith, 2017; Padilla-Walker et al., 2015; Reich, 2016; Santos et al., 2013). Atender al estudio de las diferentes dimensiones que subyacen a las interacciones sociales positivas resulta clave para garantizar un desarrollo social adecuado y ajustado al entorno (Herrera-López et al., 2017).

    Un buen nivel de competencia social se ha asociado al desarrollo y mantenimiento de estilos de vida saludables (Ortega-Navas 2014; Weare, 2010), al éxito en tareas clave del desarrollo a lo largo de la vida (Domitrovich et al., 2017) o a la mejora en el aprendizaje, la motivación o los niveles de autoconfianza y autoeficacia (Birch et al., 1997; Elias et al., 2000; Linares et al., 2005, Zins et al., 2007). También se configura como un factor protector ante la implicación en dinámicas violentas como el bullying (Cerezo et al., 2015; Gómez-Ortiz et al., 2017). En esta línea de estudio, se ha observado que los escolares implicados en bullying, tanto en agresión como en victimización, presentan un bajo nivel de competencia social (Camodeca et al., 2015; Legkauskas y Magelinskaite-Legkauskiene, 2019).

    El bullying ha sido definido como una forma de agresión entre iguales en la que un individuo o grupo humilla o hiere a otro de forma reiterada.

    Olweus (1999) identificó tres criterios característicos del bullying que lo diferencian de otras interacciones violentas, como son la reiteración en el tiempo, el desequilibrio de poder y la intencionalidad de hacer daño. El acoso escolar es un fenómeno de naturaleza inmoral en el que se atenta contra el bienestar de otras personas (Ortega-Ruiz, 2010).

    Las agresiones enmarcadas dentro de la dinámica del bullying se pueden producir de forma física, golpeando a alguien, de forma verbal, mediante el uso de insultos, o de forma relacional, mediante la exclusión social (Berger, 2007). De este modo, chicos y chicas pueden asumir diferentes roles: agresor, víctima, agresor victimizado y espectador, los cuales están vinculados a diferentes características psicosociales (Cerezo et al., 2015; Gómez-Ortiz, et al., 2017).

    La relación entre competencia social y bullying ha sido abordada desde diversos estudios que señalan qué dimensiones de la competencia social se relacionan con la implicación en bullying y sus diferentes roles (Cerezo et al., 2015; Gómez-Ortiz et al., 2017). La competencia social es calve en la gestión de las relaciones interpersonales porque se ponen en juego determinadas variables individuales y grupales que pueden determinar en gran medida la implicación en agresión y victimización entre los iguales (Ossorno et al., 2019). Los estudios que han explorado la relación entre competencia social y bullying han arrojado diversos resultados, debido entre otras causas, a las diferencias en la propia definición y medición de los constructos implicados (Smith et al., 2019). La mayoría de estudios en esta línea han explorado la posible relación entre los programas de prevención del bullying y el aumento de los niveles de competencia social (Salimi et al., 2019), la eficacia de los programas de entrenamiento de las habilidades sociales (Yanagida et al., 2016), o la asociación entre la agresión a los iguales y los bajos niveles de competencia social (Cerezo et al., 2015).

    Diversos estudios han explorado la relación entre competencia social y bullying considerando el impacto que las propias características psicosociales de los escolares tienen en la implicación en victimización (Peets et al., 2015). Entre ellas destacan, un bajo nivel de competencia social para afrontar las situaciones de victimización , la percepción de un clima escolar hostil, síntomas de ansiedad social y problemas de ajuste en el grupo de iguales (Cerezo et al., 2015; Puértolas y Montiel, 2017). Un fenómeno además que, por su marcado carácter interactivo, se encuentra altamente influenciado por las características del propio grupo de iguales en el que se desarrolla y sostiene (Casellas et al., 2018). Ello implica que explorar la causalidad de la victimización requiere considerar tanto variables individuales como grupales de forma conjunta, lo que permitirá comprender la naturaleza compleja de un fenómeno de carácter psicosocial e interactivo que surge y se mantiene en el seno del grupo de los iguales.

    2.contenido de la investigación Investigación El nivel de competencia social puede definir, en gran medida, el tipo de relaciones interpersonales que los chicos y chicas establecen con sus iguales, de ahí la importancia de prestar atención a período evolutivos clave en su adquisición y desarrollo como el que supone el paso de la niñez a la adolescencia (Santrock, 2006). El mantener relaciones sociales de calidad en esta etapa garantizará el bienestar en periodos posteriores del ciclo vital (Avilés et al., 2006; Bermejo‐Martins, et al., 2018; Durlak et al., 2011; Thompson et al., 2007; Nelson et al., 2003), suponiendo no solo el éxito en tareas evolutivas clave a lo largo del tiempo, sino convirtiéndose también en un factor de protección de riesgos individuales que impactan en el desarrollo de las personas (Domitrovich et al., 2017).

    Tras la revisión de la literatura llevada a cabo, la finalidad del trabajo de investigación que compone esta tesis doctoral se centró en el interés por avanzar en el estudio de la competencia social multidimensional y las variables psicosociales que se relacionan con la implicación en bullying. Para ello, se establecieron tres objetivos generales: a) analizar el nivel de competencia social y de implicación en bullying de los escolares atendiendo a las diferencias en función del sexo y la edad; b) conocer la relación de influencia de la competencia social multidimensional en la implicación en bullying en Primaria y Secundaria; c) explorar las variables psicosociales que influyen en la victimización.

    Para dar respuesta a estos objetivos se estableció como hipótesis de partida que la promoción de la competencia social multidimensional, que implica el desarrollo de la conducta prosocial, el ajuste social, el ajuste normativo, la eficacia social y la reevaluación cognitiva, disminuye el riesgo de implicación en conductas de agresión y victimización.

    El primer estudio llevado a cabo parte de la necesidad identificada en la revisión de la literatura de abordar el constructo competencia social desde una perspectiva multidimensional. Este enfoque permite ir más allá de la aproximación conductual a la que se ha asociado tradicionalmente, que la identifica como un conjunto de habilidades sociales (Anderson-Butcher et al., 2014). Aunque paulatinamente el concepto se ha ido asociando a procesos cognitivos y afectivos (Sánchez et al., 2012), se ha demostrado la relevancia de explorar las diferentes dimensiones influyen en el establecimiento de relaciones interpersonales entre chicos y chicas y constituyen un elemento prioritario a nivel de desarrollo psicosocial durante la adolescencia (Palacios y Oliva, 1990).

    El segundo estudio que compone esta tesis explora el papel de la competencia social como factor de prevención ante la implicación en fenómenos de riesgo, como es el caso del bullying (Domitrovich et al., 2017). Para ello se establece como finalidad el conocer la relación de influencia de la competencia social multidimensional en la implicación en bullying en una muestra de escolares andaluces de Educación Primaria y Secundaria. Dado que se ha demostrado que un bajo nivel de competencia social se asocia con comportamientos de agresión y victimización (Camodeca et al., 2015; Cerezo et al., 2015; Gómez-Ortiz, et al., 2017; Legkauskas y Magelinskaite-Legkauskiene, 2019; Martínez et al., 2016), atender a las posibles diferencias de sexo se convierte en objetivo prioritario para profundizar en la naturaleza de dicha asociación (Cerezo et al., 2015; Gómez-Ortiz et al., 2017).

    La victimización entre iguales conlleva problemas de ajuste psicosocial en los chicos y chicas (Pontillo et al., 2019) que afectan tanto a los implicados de manera directa y a la comunidad educativa en general (García-Fernández et al., 2018). Por ello es importante considerar qué variables tienen influencia sobre el individuo a través del grupo, determinando el impacto que los niveles de agresión y victimización grupales (al margen de la implicación individual) genera en las habilidades psicosociales personales (Peets et al., 2015).

    En los tres estudios que se presentan, la metodología empleada ha sido de carácter cuantitativo mediante la realización de autoinformes. Todos los estudios contaron con la aprobación del Comité de Bioética y Bioseguridad de la Universidad de Córdoba (España) y siguieron las normas éticas de la Declaración de Helsinki y la Sociedad Española de Psicología. En todos los estudios se siguió el mismo procedimiento, contactando con los directores de los centros educativos para solicitar su colaboración en el estudio. Se obtuvo el consentimiento por escrito de los padres y madres de los participantes, quienes completaron los cuestionarios durante sus horas de clase en unos 30 minutos, bajo la supervisión de investigadores, quienes entregaron y recogieron los cuestionarios sin intervención del profesorado. Antes de rellenar los cuestionarios, los participantes fueron informados del carácter voluntario y anónimo de su participación, se les explicaron los objetivos del estudio, y se les informó de su derecho a retirarse del estudio en cualquier momento. En el tercer estudio, de carácter longitudinal, se usó un código alfanumérico anónimo para emparejar los cuestionarios contestados en ambas recogidas.

    Los resultados del primer estudio señalan que los escolares andaluces se perciben como socialmente competentes, destacando elevadas puntuaciones en el ajuste normativo o el ajuste social, tanto en Educación Primaria como en Educación Secundaria, y puntaciones más bajas en la estrategia emocional de reevaluación cognitiva. Son destacables las diferencias encontradas entre chicos y chicas en las dimensiones de ajuste social, ajuste normativo y prosocialidad, siendo ellas quienes presentan puntuaciones más elevadas.

    Los resultados del segundo estudio, en el que se llevaron a cabo análisis de regresión múltiple multivariante señalaron la asociación entre competencia social e implicación en bullying. De este modo, la agresión se asoció con el sexo de los participantes, la prosocialidad y el ajuste normativo, mientras que la victimización se relacionó con la edad, la eficacia social, el ajuste social y la prosocialidad. El sexo y la edad moderaron la relación del ajuste normativo y la agresión y del ajuste social con la victimización y agresión. La edad moderó la relación entre la prosocialidad y el ajuste social con la victimización. Estos resultados permiten identificar qué dimensiones de la competencia social son las que parecen llevar a los escolares a implicarse en dinámicas violentas como el bullying en el paso de la niñez a la adolescencia.

    El tercer estudio que compone la presente tesis doctoral analiza cómo la competencia social influye en los comportamientos de los escolares que se ven envueltos en situaciones de bullying, teniendo en cuenta determinadas dimensiones de la competencia social junto con algunas variables psicosociales que conllevan el mantenimiento de la victimización a lo largo del tiempo.

    Los estudios que han considerado el efecto de variables individuales y contextuales en la victimización entre iguales son escasos y son en su mayoría de carácter transversal (Méndez et al., 2017; Thornberg et al., 2017; Yun y Juvonen, 2020), por lo que se hace necesario investigar los predictores a nivel individual y del grupo de la victimización entre iguales. Este estudio longitudinal prospectivo a corto plazo se centró en estudiar cómo la percepción de los iguales, la ansiedad social y el nivel de ajuste social de la clase aumentan el riesgo de desarrollar la victimización, y más específicamente en las interacciones a nivel cruzado entre los predictores. Los resultados del estudio indican que existe una relación negativa entre la percepción de los iguales considerada en el primer tiempo de medida y la victimización entre iguales considerada en el segundo, intensificada significativamente por el nivel de ajuste social de la clase, así como una asociación positiva con la ansiedad social, controlando el sexo y la edad. Este enfoque resulta de utilidad para la identificación de situaciones en que algunos chicos y chicas son más propensos a ser victimizados por otros y para identificar los factores contextuales (como el nivel de ajuste social en el aula) que pueden ayudar a aliviar la angustia experimentada por las víctimas.

    Considerando los tres estudios aquí presentados, los resultados de esta tesis permiten avanzar en el conocimiento hasta el momento disponible en tres importantes aspectos. En primer lugar, se reconoce el carácter multidimensional de la competencia social, destacando que los y las escolares andaluces muestran un adecuado nivel en base a las dimensiones analizadas. En segundo lugar, posibilita la identificación de las dimensiones de la competencia social que se relacionan con la implicación en agresión y victimización y, por ende, supone un paso importante en la comprensión de las causas de la implicación en situaciones de acoso escolar. Finalmente, los resultados obtenidos permiten continuar la línea de estudios centrados en la relación entre competencia social y victimización entre iguales, fenómeno íntimamente ligado a determinadas variables psicosociales que pueden estar explicando su aparición y mantenimiento en el tiempo.

    3.conclusión Si bien los tres estudios que componen la tesis presentan una discusión detallada sobre los resultados obtenidos en base a la literatura previa, así como se identifican las implicaciones psicoeducativas que dichos resultados tienen para la promoción de la competencia social y la prevención del acoso escolar, a continuación se señalan la principales conclusiones derivadas de la tesis presentada.

    Mediante el Adolescent Multidimensional Social Competence Scale (AMSCQ) (Gómez-Ortiz et al., 2017), instrumento que se ha demostrado como válido y fiable para la medición del constructo, se ha identificado un conjunto de dimensiones que recoge la esencia del significado de competencia social, más allá de consideraciones teóricas más restrictivas que centran su atención en las habilidades sociales (Anderson-Butcher et al., 2014). Son cinco las dimensiones medidas, concretamente la prosocialidad, la autoeficacia social, el ajuste social, el ajuste normativo y la reevaluación cognitiva (Gómez-Ortiz et al., 2017). Los resultados obtenidos subrayan el alto nivel de los escolares en la dimensión ajuste normativo, lo que parece poner en evidencia una adecuada capacidad para ajustarse a las normas del grupo de niños y adolescentes, favoreciendo así la promoción de un tipo de relaciones interpersonales éticas, básicas para la convivencia entre los iguales (Hartup, 1989; Tuerk et al., 2020). La baja puntuación obtenida en la dimensión de reevaluación cognitiva podría explicarse por la menor capacidad para modular el significado de las emociones, considerando el momento evolutivo en que se ven inmersos estos chicos y chicas y los cambios que se producen en el paso de la niñez a la adolescencia (Santrock, 2006). Teniendo en cuenta estos resultados, se pone de manifiesto la necesidad de poner en marcha estrategias en el contexto escolar como retos profesionales para los equipos directivos, docentes y profesionales de la orientación, poniendo especial atención en aquellas dimensiones de la competencia social que son esenciales en el diseño de los planes de convivencia de los centros, como es el ajuste normativo, sin olvidar el fomento de diversas actividades que potencien aquellas dimensiones en las que se han hallado mayores déficits, como es el caso de la reevaluación cognitiva. Por ello, el trabajo vinculado con las emociones, su significado o su modulación se convierte en un elemento fundamental.

    En el segundo estudio, los resultados confirmaron las hipótesis planteadas observándose que la edad y el sexo de los chicos y chicas pueden moderar la relación entre la competencia social y la implicación en agresión y victimización entre iguales. La posibilidad de contar con una muestra representativa que incluye una amplia horquilla de edad, de los 10 a los 16 años, permite afianzar la importancia de las variables psicoevolutivas para comprender el fenómeno del acoso escolar en los años de mayor incidencia y su prevención. Los resultados de este estudio subrayan que estar integrado en el grupo de iguales, ajustarse a las normas de convivencia y mostrar comportamientos prosociales son elementos primordiales para disminuir la implicación en agresión, principalmente en el caso de los chicos preadolescentes.

    En el tercer estudio de esta tesis doctoral se ha considerado el uso de una perspectiva persona-entorno (Magnusson, 2015) para examinar los efectos de variables psicosociales que se han asociado a la victimización entre iguales. Esta perspectiva toma valor en tanto que la literatura ha puesto de manifiesto que la implicación en bullying y su relación con el desarrollo de la competencia social no solo afecta de forma directa a víctimas y agresores, sino que el grupo de clase al completo se ve inmerso en esta dinámica violenta. Los resultados obtenidos han puesto de manifiesto que la percepción de los iguales y la ansiedad social influyen en su participación en situaciones de victimización, confirmando así la hipótesis planteada en este estudio, sugiriendo que los chichos y chicas con una percepción negativa de sus compañeros y compañeras pueden sentir desconfianza hacia su grupo y tener una menor motivación para interactuar con ellos y ellas. Es destacable también el papel que desempeñan las emociones vinculadas a la ansiedad social como el miedo o la preocupación, para explicar por qué los escolares pueden acabar siendo victimizados (Gómez-Ortiz et al., 2018; Pabian y Vandebosch, 2016; Tillfors et al., 2012). Los efectos de moderación encontrados han confirmado también la tercera hipótesis planteada, ya que, a nivel de clase, se encontró que la asociación entre la percepción de los compañeros y ser acosado era más fuerte en las clases con menor nivel de ajuste social. Ello concuerda con estudios anteriores en los que se ha demostrado que el clima de la clase y el apoyo de los compañeros afectan a la victimización (Saarento et al., 2013; Thornberg et al., 2017).

    Este trabajo presenta una serie de implicaciones asociadas al diseño de políticas de prevención e intervención en torno al acoso escolar y el fomento de la competencia social en las escuelas tanto a nivel individual como de aula. Este estudio se suma al conocimiento de los profesionales de la educación sobre la relevancia de promover grupos de iguales más solidarios en los que prime el bienestar de los y las escolares.

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