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Resumen de Globalización y derechos humanos. (de la globalización hegemónica neoliberal a la crisis de los derechos humanos y del estado social de derecho)

Gustavo Adolfo Jiménez Madrigal

  • En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels señalaron que la industria capitalista había conducido finalmente a un mercado mundial, cuya base fue puesta con el descubrimiento de América y la circunnavegación del África. Setenta y dos años antes, Adam Smith, se pronunciaba en el mismo sentido. Smith justifica su afirmación en el hecho de que ambos sucesos habían unido ‘en cierto modo’ las regiones más distantes del globo. En este sentido Marx, Engels y Smith al menos coincidían en que el ‘des-cubrimiento’ de América por Occidente había puesto las bases de un ‘único mundo material’. Más allá de este elemento en común, discrepaban acerca del carácter de este mundo. Marx y Engels consideraban que la absolutización/totalización de los valores mercantiles (la organización capitalista de la existencia) dentro de un único mundo material tenía un doble efecto, de carácter inevitable, aunque no intencional: la destrucción del ser humano y de la Naturaleza, es decir, la destrucción no sólo de las propias fuentes de la riqueza sino también del ser humano. En contraste, Adam Smith creía que el mercado, como instancia de transacción de los múltiples egoísmos individuales, era capaz de engendrar una sociedad autorregulada que estaba en condiciones de resolver internamente, incluso sin consciencia, por medio de una ‘mano invisible’ (no-intencionalmente), todas sus conflictividades. En este aspecto Smith veía en el Mercado el hábitat natural del ser humano.

    Quinientos años después, y particularmente tras la crisis de acabamiento de los países del Socialismo Histórico, resulta evidente que nos encontramos ante la realidad de un ‘único mundo material’ o ‘mundo globalizado’. De lo anterior se desprende que el proceso de globalización tiene sus antecedentes en el ‘des-cubrimiento’ de América, a partir del cual se sentaron las bases para la conformación, desarrollo y posterior consolidación del primer Sistema-Mundo (World-System) que se conoce en la historia, y del que Europa vendrá a ser su primer centro, y América su primera periferia. Esta es una de las hipótesis generales de nuestra investigación, el proceso de globalización ha pasado sobre América Latina de la misma forma en que lo ha hecho sobre el resto del planeta, dejando tras de sí las huellas inequívocas de su paso. El libre comercio, la privatización de las funciones del Estado, el libre flujo de capitales y mercancías, el desmantelamiento del Estado Social, la entrega de la fuerza de trabajo y de la Naturaleza a la lógica del capital y el Mercado global, la transnacionalización del Derecho, etc.

    La globalización puede ser analizada como un proceso hegemónico de alcance planetario, que se caracteriza -entre otras cosas- de cualquier otra etapa histórica anterior por el marcado carácter nortecéntrico y unipolar de sus facetas económico-culturales y geopolíticas: ‘nortecéntrico’ porque el proceso de globalización hegemónica se ha desarrollado hasta ahora en función de la lógica cultural, económica y jurídica de los países del centro sin tomar en consideración la producción, reproducción y desarrollo de la población mundial y del medio ambiente; y ‘unipolar’, para referirse a la nueva realidad geopolítica mundial tras la crisis de acabamiento de los países del Socialismo Histórico en que una superpotencia determina e impone unilateralmente, tanto en el plano internacional como en el ámbito nacional, lo legítimo e ilegítimo. No obstante, hoy en día se suele hablar de desglobalización para referirse a las tendencias geopolíticas que se mueven en sentido opuesto al mundo nortecéntrico y unipolar. En el tratamiento de todas estas cuestiones nos referiremos al tema. Por ahora podemos afirmar que en el contexto de un mundo nortecéntrico y unipolar, la Globalización Hegemónica Neoliberal presupone y potencia la universalización abstracta, entendida como homogeneización del imaginario y la sensibilidad de las sociedades occidentales del ‘centro’ o cuando menos de sus élites; a ello contribuyen los medios de comunicación de masas. Todo ello promueve una sensibilidad y racionalidad de ‘Mercado Total’ (todo debe tener su precio dentro de un mercado competitivo que se considera como el instrumento social óptimo para integrar la sociedad), y un ‘sentido común social legitimador a partir del cual surgen ideologías como el neoliberalismo, el neoconservadurismo y el postmodernismo en algunas de sus versiones.

    La Globalización Hegemónica Neoliberal, tal y como se ha configurado hasta el día de hoy, no puede desplegarse sin generar y profundizar al mismo tiempo el dolor social bajo sus diversas formas y los problemas mundiales. Por ‘dolor social’ entendemos la producción, reproducción y potenciación de las distintas formas de opresión y discriminación actualmente existentes, lo que determina a esta sociedad (la sociedad capitalista) como una sociedad patriarcal (falocéntrica), adultocéntrica, nortecéntrica, mercadocéntrica, idolátrica, racista y etnocéntrica, que excluye de su lógica a grandes cantidades de la población mundial y a la Naturaleza. Ello no quiere decir que el sistema capitalista sea la causa de todos estos problemas, sino que el sistema hace de estos problemas/asimetrías factores de su estructura, y que su lógica sin control se beneficia de esa situación. Por esa razón la resolución positiva de estos desgarramientos y conflictividades no es viable dentro de la lógica perversa del capitalismo, lo que obliga cuando menos a imaginar una alternativa en sentido fuerte. Dicho con otras palabras, de lo que se trata es del tránsito de una Globalización Hegemónica Neoliberal con su universalismo abstracto, apriorístico, deshistorizado y anticorporal, hacia una Globalización Contrahegemónica y un nuevo universalismo concreto, historizado, corporal, incluyente e integrador, que busca, piensa y siente la alternativa radical desde una perspectiva utópica en términos de ‘un mundo donde quepan muchos mundos’.

    El ámbito de lo jurídico también se relaciona con el proceso de globalización de diversas maneras, y concretamente el ámbito de los Derechos Humanos no es una excepción. En este contexto los Derechos Humanos no pasan por alto. El proceso de Globalización Hegemónica presupone -como ya vimos- la universalización abstracta de una democracia sin apellidos (democracia formal o procedimental) y de unos Derechos Humanos que se convierten en instancia de legitimación simbólica de este proceso. Frente a la Globalización Hegemónica y su respectivo discurso jurídico, la alternativa en sentido fuerte se encuentra en una Globalización Contrahegemónica, la cual presupone a su vez repensar los Derechos Humanos desde la lógica de las necesidades de las mayorías.

    La primera parte de la tesis doctoral se divide en seis capítulos. Los dos primeros, titulados respectivamente: “Notas introductorias sobre la constitución del Sistema-Mundo y la Modernidad”, y “Descubrimiento de América y constitución del primer Sistema-Mundo (mundial) a partir del siglo XVI”, se dedican a elaborar el marco teórico general y a reformular las coordenadas históricas a partir de las cuales partirá la reflexión. El capítulo tercero (“Formación del discurso paradigmático de la Modernidad”), se avoca a analizar los dos grandes discursos representados, respectivamente, por Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de Las Casas. En ambos casos, el marco de referencia común es la expansión del Sistema-Mundo, aunque los argumentos utilizados y las consecuencias a las que llegan uno y otro pensador se encuentran en las antípodas. En el caso de Sepúlveda se trata de poner de manifiesto la dialéctica perversa en la que se inscriben sus razonamientos, de acuerdo con la cual se justifica en nombre del ‘cristianismo y la civilización’ la expansión violenta e irracional del dominio de Occidente sobre el ‘Nuevo Mundo’, habida cuenta de que el fin último perseguido -se decía- era al mismo tiempo el propio beneficio de los pueblos indígenas. De esta manera la violencia y aquéllos que la ejercen son considerados ‘inocentes’ en el mismo movimiento en que se declara ‘culpables’ a las víctimas. Para Las Casas, en cambio, cualquier clase de violencia no se justifica bajo ningún concepto. En su opinión, el único método legítimo de evangelización es aquél que se apoya en un diálogo donde se exponen razones de una forma suave, dulce y blanda. En nuestra opinión, Las Casas ya perfila hasta cierto punto -mutatis mutandis- los lineamientos generales de las actuales teorías de la argumentación, con la salvedad de que opta expresamente por los ‘Otros’.

    La idea es recuperar, entre otros temas, el debate que se produjo entre Sepúlveda y Las Casas en torno a las primeras manifestaciones de la Globalización Hegemónica de la Primera Modernidad, así como las respuestas que uno y otro dieron al respecto. En particular, lo que se quiere rescatar, por la trascendental importancia que tiene para los desafíos globales que plantean los tiempos que vivimos, es el tema del diálogo intercultural como el camino a través del cual se puede acceder a una nueva forma de universalismo no basada en la imposición, sino en el intercambio permanente e inacabado -y nunca exento de dificultades y fricciones- que presupone un antropología que, frente a la diversidad de los seres humanos, asume que en la condición humana subyace una base común que permite la inteligibilidad recíproca más allá o, mejor dicho, gracias a las diferencias.

    En ese debate podemos encontrar en la posición que defendió Las Casas la génesis (in statu nascendi) de algunas de las ideas de lo que posteriormente se llegará a conocer como Derechos Humanos. No se puede dejar de advertir desde ahora que, de acuerdo con la versión hegemónica que se tiene al respecto, aquellos derechos surgieron como una creación que se explica a partir de la historia particular y única de Europa occidental. Nuestra tesis afirma algo distinto. No negamos en modo alguno el papel que Europa desempeñó en la historia de los Derechos Humanos, pero consideramos que esa historia es parcial e incompleta porque deja por fuera el contexto de lo que denominamos como la Primera Modernidad cuyo marco inició con el (des)encuentro entre Europa (primer centro del Sistema-Mundo) y los pueblos originarios de América (su primera Periferia) y la ‘interminable conquista de los primeros sobre los segundos.

    La expresión ‘Conquista Interminable’ tiene la virtud de designar el proceso histórico que subyace a la constitución de las actuales sociedades latinoamericanas (y más allá, de las sociedades periféricas del proceso globalizador), con su carácter a la vez complejo y conflictivo. En un segundo momento ‘Conquista interminable’ puede ser asociado inmediatamente con ‘resistencia’, de ahí que en el contexto de los 500 años desde que inició ese proceso, muchos indígenas, etnias, naciones, en fin, los pueblos profundos de América Latina celebraran, con dignidad y orgullo, 500 años de resistencia. Lo que significa que aún no habían sido conquistados mediante la fuerza de entonces y de ahora. Y siguen resistiendo porque aún conservan la fuerza espiritual y material de su historia, a pesar del estado de extrema pobreza en que se encuentran después de más 500 años de explotación, persecución y agresión contra su identidad. Resistencia para seguir siendo lo que son, o para cambiar sin que ello signifique perder sus raíces profundas, de lo anterior dan testimonio 500 años después los pueblos profundos de América Latina.

    Dentro de este orden de ideas podemos decir que mientras la historia de los Derechos Humanos inicia con la reivindicación por parte de Las Casas del diálogo intercultural; la historia de aquellos podría llegar a su fin en el contexto de lo que algunos han denominado como ‘Posmodernidad’, precisamente, por la falta de aquél. En un momento histórico que se caracteriza, entre otras cosas, por una crisis generalizada de los paradigmas dominantes, nos encontramos ante la encrucijada de abrirnos al diálogo intercultural para aprender de aquellos Pueblos y sus Culturas que hasta el día de hoy han permanecido en la periferia y semiperiferia (cuando no marginados y excluidos del todo) de las culturas hegemónicas, y que han mostrado que aún es posible vivir en equilibrio con la Naturaleza y sin exclusión social.

    En el capítulo 7 nos vamos a enfocar en el pensamiento de John Locke por varias razones. Con Locke se inaugura una forma de pensamiento que discurre -mutatis mutandis- por los mismos cauces del pensamiento de Sepúlveda que, si bien no lo menciona en su obra, no es difícil advertir que la visión del mundo de aquel se encuentra presente bajo otras formas. Ya no se trata de conquistar y someter mediante la violencia a los Pueblos Indígenas a la ‘verdadera religión’ como argumentó Sepúlveda, sino de conquistar y someter en nombre del principio de jerarquización de la propiedad privada a cualquier pueblo que -real o imaginariamente desde el punto de vista de los conquistadores- no reconociera el derecho natural a la propiedad privada. Con Locke se inaugura-en su versión moderna- lo que he denominado como la dialéctica perversa de los derechos humanos que se encuentra presente hasta el día de hoy, jugando un rol como instancia de legitimación ideológica de la Globalización Hegemónica Neoliberal.

    En el capítulo 8 de nuestra investigación nos dedicamos a analizar cómo la Globalización Hegemónica Neoliberal ha impactado sobre el Estado Social de Derecho, con la consecuente crisis de los Derechos Humanos -al menos en su tradición Socialista-, en particular de los derechos económicos, sociales y culturales. No obstante, la crisis de estos últimos se extiende, dada la universalidad de los Derechos Humanos, a todos los Derechos en general. En este capítulo intentamos realizar un diagnóstico de dicha crisis para comprender lo que está ocurriendo y, a partir de allí, entrever posibles salidas.

    Finalmente, en el capítulo 9 analizamos el tema de la utopía y su vinculación con los derechos humanos. El interés del tema viene determinado por el hecho de que el propio discurso de los Derechos Humanos tiene como trasfondo la idea/imagen de una sociedad utópica; frente a la cual ahora se enfrenta una nueva forma de utopía: la ‘utopía neoliberal’, que lo que pretende -entre otras cosas- en un su versión posmoderna y neoliberal es la destrucción de aquellos. De ahí la importancia de la crítica radical a la utopía que acompaña a la Globalización Hegemónica Neoliberal.

    Frente a la primera oleada de globalización Las Casas tuvo la epifanía de ver en el diálogo y el respeto por el Otro el único camino válido frente a la violencia que se sacraliza a sí misma. Actualmente, en medio de la última oleada de la globalización, vemos con horror como entramos a la barbarie precisamente por la falta de diálogo. Aquí radica la importancia de criticar radicalmente a la utopía antiutópica neoliberal y volver a rescatar el potencial utópico-emancipatorio de los Derechos Humanos en general y de los derechos económicos, sociales y culturales en particular. Sólo queda que no sea ya demasiado tarde.


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