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Las matrices líticas para la metalurgia muisca

  • Autores: Carlos Augusto Rodríguez Martínez
  • Directores de la Tesis: José Julio García Arranz (dir. tes.), Luiz Oosterbeek (codir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Extremadura ( España ) en 2021
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Hipólito Collado Giraldo (presid.), María Martín Cuervo (secret.), Pau Sureda Torres (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Patrimonio por la Universidad de Córdoba; la Universidad de Extremadura; la Universidad de Huelva y la Universidad de Jaén
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Dehesa
  • Resumen
    • Matrices líticas para la Metalurgia Muisca Introducción Esta investigación ha tenido como objeto central de estudio las matrices líticas para la metalurgia Muisca, las cuales son moldes para la producción de piezas metálicas mediante la técnica de la cera perdida. Ninguna tiene contextos arqueológicos, no hay materiales asociados, ni cronología específica, como tampoco es posible determinar de forma certera su procedencia exacta. El uso de estos moldes sólo se ha documentado en los Muiscas. El proceso del trabajo de investigación corresponde a una primera etapa de registro exhaustivo de las matrices que se encuentran en museos y en colecciones privadas, las cuales fueron fotografiadas, y posteriormente se hizo un trabajo de dibujo de cada una de las piezas. Estos materiales sirvieron para hacer las fichas de registro, que son el tomo II y III del presente trabajo. A la par se fue consultando la bibliografía existente, con el fin de reconstruir dos cosas, las diversas interpretaciones que se han hecho de las matrices, y la historia de las colecciones. Finalmente, todo ese conjunto de materiales permitió elaborar el cuerpo expositivo y teórico, el cual recoge las interpretaciones y pone en evidencia los alcances de las mismas, junto con la posición del autor del presente trabajo. Es importante anotar que el trabajo presente es el más completo existente respecto de las matrices, en consecuencia, uno de sus resultados sobresalientes es el presentar un catálogo completo de las piezas y de los motivos Muiscas.

      Las fichas de registro fueron elaboradas gracias al modelo metodológico del Grupo GIPRI Colombia. Cuando se revisaron las matrices y se documentaron éstas, fueron apareciendo los diversos niveles técnicos de producción. Se advirtió la compleja cadena de producción y uso de las matrices, las cuales forman parte de un proceso amplio que incluye varias cadenas operativas. Las matrices se deben estudiar en un contexto amplio, donde los trabajadores del metal eran expertos en líticos, cera, carbón, cerámica y los metales. Las representaciones se mantuvieron por generaciones al interior de los grupos Muiscas. Las formas simbólicas y artísticas muestran en su variación los cambios en el pensamiento y en el mundo social y de lenguaje. La permaneciera por largos períodos de tiempo, hace suponer estabilidad social y de lenguaje.

      Breve reseña del contenido Hasta el momento en Colombia se ha hecho mayor énfasis en el estudio de las formas, motivos y posibles sentidos representados en las piezas metálicas, pero poco se ha trabajado en torno a los procesos técnicos que implicaron la fabricación de las piezas que están en las colecciones. Apenas hace unos años se iniciaron procesos que buscan entender las complejas cadenas operativas de los trabajadores del metal en la prehistoria del territorio. Hasta ahora se empiezan a ver resultados en torno a composición, aleación y recetas usadas; como también de las técnicas en la elaboración, esto es: mediante martillado, fundición a la cera perdida con núcleo, fundición a la cera perdida, fundición, fundición a la cera perdida con matriz lítica. No se han realizado aun trabajos en torno a la cotidianidad de los trabajadores del metal en la prehistoria del altiplano, y menos aún se sabe con certeza arqueológica los tiempos y movimientos de la producción de cada una de las piezas. No se han excavado talleres, como tampoco se han realizado suficientes trabajos en arqueología experimental. Si ello es cierto para el conjunto general de las piezas metálicas, lo es más aun para el instrumental utilizado. Así las técnicas de extracción y preparación de la cera, el carbón, la cerámica y la lítica son prácticamente desconocidas. Un ejemplo de ello es el estudio sobre las matrices líticas para la metalurgia muisca.

      Lo mencionado es sorprendente si se tiene en cuenta que la primera pieza arqueológica reportada en la actual Colombia fue una matriz muisca. El padre D. Joseph Domingo Duquesne de la Madrid en el año de 1795, siendo cura de la parroquia de Gachancipá. Escribió un texto en torno a una pieza que le habían dado los herederos de los musicas en esa zona del territorio. Así, la Disertación sobre el Calendario de los Muyscas, Indios Naturales de este Nuevo Reino de Granda y las gráficas que acompañan este trabajo son los primeros pasos de la historia de la investigación de las matrices líticas para la metalurgia y desde allí se fundamentan algunas de las interpretaciones más recurrentes durante el siglo XIX y XX. D. Joseph Domingo Duquesne aseguró que dicha pieza era la evidencia de un calendario y que la misma, era la prueba de la simbología con la cual se designaban los números y los tiempos en el mundo muisca.

      Gracias a esa interpretación la mayor parte de las matrices reportadas en el siglo XIX se interpretaron como calendarios. Durante el siglo XX las investigaciones en torno a la funcionalidad de las matrices estuvieron más centradas en el interés por la producción de las piezas orfebres, esto es, por los procesos materiales que acompañaron la fabricación de dichos materiales. José Pérez de Barradas en 1950 publicó “Pueblos indígenas de la Gran Colombia. Los Muiscas antes de la conquista.” En dos tomos. Para 1956 publicó “Viejas y nuevas teorías sobre el origen de la orfebrería prehispánica en Colombia”. De igual forma, realizó el primer intento de hacer una clasificación total de las colecciones del Museo del Oro de 1954,1958 y 1966. En este caso publicó 5 tomos con los diferentes estilos, y con anotaciones introductorias a cada uno de ellos. Se puede afirmar que una de las primeras tipologías orfebres del país fue elaborada por Pérez de Barradas, lo que sin duda tuvo consecuencias en el estudio posterior de las colecciones nacionales. Él consideró que las matrices servían como base para elaborar los pre-moldes en cera, que luego eran utilizados en el proceso de fundición de las piezas orfebres. Más de una década después Stanley Long inició su trabajo de investigación en torno a las matrices líticas para la metalurgia muisca. Este trabajo quedó truncado, pues en 1968 muere en la zona del Vaupés, más exactamente en el raudal de Yavaraté (Boada, 1989. Pineda, 2016). Durante años el museo conservó los materiales y el borrador del trabajo, el cual finalmente publicó en el Boletín del Museo del Oro Número 25. Los originales del trabajo de Stanley Long aún están guardados en el Museo. Se trata de 3 carpetas que contienen el borrador del artículo, una cantidad importante de fotografías y negativos en blanco y negro, y los dibujos que acompañan a buena parte de los materiales que lentamente estaba consultando.

      La investigación de Stanley Long es la primera que se dedica expresamente a hacer un registro de las matrices líticas para la metalurgia muisca. En este caso consulta cuatro colecciones: Museo del Oro, Museo Nacional, la colección del Doctor Gabriel Serrano Camargo y la del Doctor Gerardo Reichel-dolmatoff. En total estudia 65 matrices líticas, de las cuales sólo 12 tienen procedencia conocida, que en este caso corresponderían a Cundinamarca y Boyacá. (Long 1967). Posterior al trabajo de Stanley Long la investigación en torno a las matices líticas muiscas se aplazó. Sólo, recientes monografías en torno al mundo técnico de la metalurgia se han adentrado a estudiar el complejo mundo técnico de los trabajadores del metal en el altiplano central de la cordillera Oriental (Rodríguez 2010). Una de esas monografías llamó la atención sobre la ergonomía de las matrices líticas (López 2015), y otra, reproduce de forma experimental la fundición de piezas metálicas, cuyo molde fue hecho con matriz lítica. Esta última, ha demostrado experimentalmente algunos de los pasos necesarios en la fundición. Entre ellos, es de vital importancia el que el molde cerámico era cocinado y estaba caliente antes de ser vaciado el metal. (Ávila, Sánchez, Varón 2016). Estos trabajos de arqueología experimental, centrados en la técnica, junto con otros que se realicen en el inmediato futuro permitirán entender la complejidad de los procesos y mentalidad técnica de los trabajadores del metal prehistórico del altiplano central de Colombia. Respecto de la reconstrucción de la dinámica local y regional de producción de los metales, aún está incompleta. Sin duda alguna, la metalurgia del altiplano central de Colombia hace evidente que los grupos que la hicieron tenían relación con gentes en lugares muy apartados, de donde se proveían del metal.

      En el caso específico de las matrices líticas para la metalurgia muisca, es importante advertir que esas piezas hacen parte de una amplia y compleja cadena operatoria, y que su uso en el trabajo de los metales es exclusivo en el altiplano central de Colombia. Esta metalurgia reúne una cantidad enorme de momentos, cada uno con distintas condiciones y particularidades. Así, la consecución de la cera, del carbón vegetal, los metales (oro y cobre), del sedimento para la pasta cerámica y de la matriz lítica hace que cada uno de esos momentos tenga su propia cadena operatoria. Los resultados de las mismas se combinan en la producción de la pieza metálica, la cual muchas veces fue una aleación de cobre y oro, denominada tumbaga. La forma de la pieza metálica fue elaborada previamente en cera, y proviene de la matriz (molde) lítica.

      Una de las características de las 158 matrices líticas que se han podido estudiar hasta el momento, es que carecen de contextos arqueológicos, lo que significa que no se tiene una clara cronología, como tampoco se puede saber con exactitud el lugar de procedencia. No hay conocimiento sobre materiales asociados y, por tanto, las inferencias sobre su función más allá de lo técnico (a nivel metafísico y espiritual) son sumamente problemáticas. Los datos existentes de las colecciones, sobre procedencia son ambiguos, y las más de las veces se refieren a la región, sin filiaciones específicas de las veredas y los predios. Mucho menos se cuenta con estratigrafías y temporalidades.

      Todas las piezas estudiadas fueron elaboradas en roca de grano fino y de un alto nivel de consolidación, lo que es comprensible por su funcionalidad en la producción metalúrgica. En tanto eran moldes para cera perdida, se requería de un material que facilitara el desmolde. Si se hubieran hecho en madera o en rocas de grano grueso y amplia porosidad los moldes de cera se hubieran roto en el momento de desprenderlos de la base. La razón de la escogencia de la materia prima de las matices líticas, tuvo que ver con las necesidades técnicas, y no parece haber una razón de otro orden. Lo segundo que se advierte es que la dureza en la escala de Moh va desde la 3 hasta la 6 (Long 1989; Rodríguez 2010), lo que implica que las herramientas usadas debieron ser más duras. Seguramente se trató, como en el caso de la fabricación de los volantes de huso, de herramientas de cuarzo (O´neil, 1974). Las huellas dejadas por las herramientas a la hora de hacer los alto y bajo relieves en las matrices, muestran que se trató de piezas de punta fina, y que el instrumental estaba compuesto de más de una pieza. La precisión en el proceso, la belleza de la pieza final y la delicadeza del terminado hacen pensar que las matrices fueron hechas por expertos en el manejo del lítico. En todos los casos parece que hubo un pre-diseño, el cual debió corresponder al interés social general.

      La cadena de producción de las matrices presupone, tres componentes básicos. Materias primas para la matriz y las herramientas; procesos de producción, y finalmente el uso. La materia prima de las matrices es la lidita, la cual también fue usada por los muiscas para la hechura de hachas pulidas, volantes de huso, y cuentas de collar. Lo que significa que eran expertos en el uso de este tipo de roca. Seguramente esta materia prima fue colectada en los bordes de las quebradas y ríos, pues allí es fácil localizarla en forma de cantos rodados. Es muy probable que seleccionaran las rocas con una forma adecuada para la hechura de la pieza final. Si ello fue así, al criterio de grano fino, habría de sumarse el de la forma. En segundo lugar, las herramientas usadas pudieron ser hechas en cuarzo, esto es punzones, pulidores y raspadores de ese material (O´neil, 1974). Las mismas debieron tener formas adecuadas para cada uno de los usos, momentos y necesidades. Un tercer elemento de las materias primas, fueron las ideas y los conocimientos técnicos. Esto significa que los conceptos de cuerpo y naturaleza, como también de sociedad debieron estar presentes antes de iniciar la fabricación de las matrices. Lo mismo se puede decir del saber técnico. Estos dos elementos han de ser entendidos en este nivel como materia prima, con igual necesidad que los componentes materiales. No se puede olvidar que el mundo técnico es un constructo intelectual y en buena medida una síntesis territorial y social, una unidad concreta de las relaciones de los hombres entre sí, en un territorio y en el tiempo.

      La planificación técnica de la matriz es un elemento central de la producción de la misma. Es claro que quienes las hicieron eran expertos en cada uno de los momentos. Las diferencias de volumen y de alturas de la pieza terminada hacen evidente que las partes altas fueron las primeras en elaborarse, y luego se grabaron las de base. Estos niveles, que en general son de pocos milímetros, implicaron un saber técnico y un conjunto artefactual importante. Esto se hace evidente en las figuras de “ranas”. El cuerpo fue hecho primero, y sólo cuando estaba terminado se grabaron las extremidades inferiores y superiores. Si hubieran sido realizadas al mismo tiempo, todas tendría el mismo nivel, pero en todos los casos los cuerpos tienen una mayor altura que las extremidades.

      Para el proceso de grabado no se pudo utilizar percusión directa o indirecta, pues en esos casos se corría el riesgo de la ruptura de la pieza, es decir no se podría controlar el desprendimiento de las secciones. Por tanto, el proceso de grabado se debió realizar mediante rayado, garantizando que cada momento fuera preciso, lo que implicó un enorme control técnico. Lo mencionado sólo pudo ser posible bajo la premisa del conocimiento, tanto de la materia prima de la matriz lítica, como del instrumental utilizado. Cuando se observa con cuidado las matrices, se pueden ver las huellas de las herramientas usadas, es evidente que las puntas fueron finas y delgadas. Esto permite entender que el escultor preparó un conjunto artefactual y que, por lo tanto, era un experto en lascado. Como todo en el mundo técnico, la simplicidad no es el común denominador, por el contrario, todo comportamiento técnico presupone complejidad. En este caso, la mediación es una constante, que hace pensar en las habilidades y conocimientos de los trabajadores del metal muiscas, esto es, en las síntesis social y material presente.

      Por un documento de 1595 se puede inferir con certeza que los trabajadores del metal eran los mismos fabricantes de las matrices líticas. (Langebaek, 1987). Dicho documento fue inicialmente publicado parcialmente por C. Langebaek, luego se hizo una transcripción completa que permite hacer un número más amplio de inferencias sobre la cotidianidad del trabajo en los metales muiscas. (La transcripción fue realizada por Sandra Gaitán Guaje y Pedro Díaz. 2017). La Visita de 1595 se enmarca dentro de la persecución sistemática a las idolatrías, por ello el énfasis en las preguntas se hace sobre los santuarios y las ofrendas a lo “demoniaco”. El trabajo de los metales por parte de los grupos aborígenes fue objetivado por los españoles dentro de ese orden. Sin embargo, ellos hicieron una distinción que es importante, por un lado, quienes hacían santillos (idolatrías claras) y los “plateros”, que se dedicaban a la elaboración de piezas decorativas y ornamentales. Es evidente que esa distinción, no respondía a todos y cada uno de los niveles de la posible labor y sentido de las obras metalúrgicas en el mundo muisca.

      Lo que es más curioso, y que no deja de ser importante es el contexto en el cual trabajaba Pablo Tibavisa, es el que tuviera su taller en la casa. Además, hay que advertir que la cantidad de metal encontrado fue pequeña. Esos dos elementos son importantes a la hora de pensar lo que la arqueología podría localizar, y como identificar los talleres. El que fuera un contexto cotidiano, hace pensar que las etapas de función y de manejo de los materiales se hacían en el entorno familiar, por tanto, no se puede esperar un complejo taller, sino que las evidencias estarían combinadas con las huellas del fogón tradicional. No se puede esperar grandes estructuras, como tampoco, es posible imaginar que se localizaran considerables reservas de metal, por el contrario, todo indica que tenían pocas cantidades, eso sí, con el metal en su etapa final de purificación. A los trabajadores del metal muisca les llegaba la materia prima lista para ser transformada en las piezas finales.

      Para el caso específico de las matrices líticas, es interesante que se trate de 6 piezas, las cuales fueron en parte heredadas del padre. Como bien lo advirtió C. Langebaek, (1987) esto demostraría que se trataba de una labor que era heredada, lo que significa que los especialistas del metal hacían parte de un grupo específico dentro del mundo social muisca. Ha de entenderse que el nivel de desgaste de una matriz lítica es cercano a 0, pues como molde para la producción de cera perdida no tiene muchas afectaciones, además de ser piezas que requirieron mucho trabajo, por tanto, su cuidado y conservación debieron ser importantes. La continuidad en el tiempo de las matrices hace suponer que las formas representadas tenían una larga duración al interior de las comunidades muiscas. Esto es, formas que de generación en generación mantenían el contenido simbólico y significante. Las implicaciones de ello son amplias, pues la continuidad de las formas al interior de una comunidad humana implica relaciones de estabilidad, que demuestran que esas formas ya eran decantados establecidos, tanto a nivel formal, intelectual como espiritual.

      Se ha de entender que aparte de las condiciones materiales de las piezas, junto con las herramientas y los conocimientos necesarios para hacerlas, están las síntesis intelectuales. Las figuras en sí mismas son elaboraciones concretas donde unas pocas líneas de grabado confieren forma y contenido. Es decir, se trata de unidades de sentido; conceptos, en la más pura acepción del término. Esas elaboraciones no son el resultado de la inspiración del trabajador de los metales, y menos aún, son producto del capricho, en realidad responden a las necesidades y exigencias del mundo social en que vivió. Hicieron parte del conjunto general de representaciones de los muiscas y, por tanto, debieron tener un sentido al interior de dicha organización social. La recurrencia de las formas y la simetría de las mismas hacen evidente que había parámetros claramente establecidos, desde esas representaciones es posible adentrarse en el estudio de los conceptos de cuerpo y de las decoraciones que cada uno de ellos debería tener. De igual modo, la clasificación de los diferentes motivos permite dar cuenta de la variedad y continuidad formal, permitiendo de esa forma hacer una clasificación estilística rigurosa.

      Como se advierte, las matrices líticas para la metalurgia muisca se pueden estudiar desde dos ángulos, por un lado, se encuentra el carácter técnico de las piezas, en donde podrían ser estudiadas sólo desde el horizonte de la técnica y de las evidencias que ello implica en el mundo social y productivo de los muiscas. Por otro, está el campo del arte, esto es, de las elaboraciones más complejas y sintéticas de los conceptos y pensamientos. Este segundo horizonte de trabajo no ha sido, ni será abordado a profundidad en el presente artículo, ya que la temática está directamente relacionada con las cadenas operatorias, esto es la técnica.

      Dentro del espectro de la técnica ha de pensarse cuál era la función práctica de las matrices en la producción de las piezas metálicas. Cuando se hizo el primer estudio de las piezas del ICANH (Rodríguez 2010), se consideró que algunas de las representaciones eran la evidencia de trabajos no terminados. Sin embargo, el posterior estudio de la colección de matrices depositada en el Ethnologisches Museum (Berlín, Alemania) mostró otras posibilidades. La matriz de código VA2517 en una de sus caras tiene tres grabados, uno de los cuales es la representación de un cuerpo de “reptil” mientras los otros dos corresponden a las antas traseras y delanteras. Lo que significa que la combinación de estas formas permitiría al final tener el molde para una pieza completa. Lo que ahora parece ser cierto, es que los muiscas podían combinar formas y partes distintas provenientes de las matrices. Lo que se pondría extender a otras variaciones de la técnica con cera perdida. Una parte los moldes se obtuvieron de las matrices, mientras otras pudieron haber sido hechas mediante la cera, de manera más directa. Estos elementos son centrales a la hora de pensar la complejidad del proceso técnico de uso de las matrices y, en general, de la elaboración de las piezas metalúrgicas.

      A lo anterior a de sumarse otro elemento, hay ejemplos donde la planificación de los grabados permitió el que unas figuras compartieran partes. Esto es evidente en otra de las piezas de la misma colección, se trata de la identificada con el código VA2078. Dos de las cabezas redondas grabadas en esa pieza que están en caras de la matriz colindantes, comparten una parte de la zona superior de cada una de las cabezas respectivamente. Otra pieza de la colección mencionada, la VA 14760 hace evidente que hubo una intencionalidad expresa en dejar las piezas inconclusas, en este caso no se trata de una parte, sino de la mitad de un antropomorfo. Las posibles explicaciones para ello pueden ser: por un lado, la intencionalidad de hacer sólo la parte media del antropomorfo, de otro lado se podría pensar que este fue hecho completo en un primer instante, pero luego fue necesario grabar la “pirámide” y ello implicó intervenir y destruir parte de los grabados previos, entre ellos las figuras de las caras laterales, donde está el antropomorfo.

      Otro elemento que sobresale en el proceso de elaboración de las matrices es el que tiene que ver con los bocetos. Estos permiten entender los procesos iniciales de la elaboración. Allí se demuestra que no hay nada de improvisación en la construcción de los moldes líticos muiscas.

      Conclusiones 1- Se hizo evidente la complejidad de la cadena operatoria de los trabajadores del metal en el mundo Muisca. Esto significa que se trataba de especialistas, que intervenían en cada uno de los momentos de la producción de las piezas metálicas.

      2- Por la complejidad de las formas representadas y la delicadeza en la hechura de las mismas, se puede asegurar que los Muiscas eran especialistas en el manejo de los líticos. Las matrices son resultado de pulido y de grabado, lo que significa que esas dos técnicas eran manejadas de forma expedita por los trabajadores del metal.

      3- No existe ninguna evidencia que permita suponer que había especialistas, por una parte, en la fabricación de piezas votivas, y, por otra, en las decorativas. Por el contrario, todo hace suponer que los mismos trabajadores del metal hacían unas y otras piezas.

      4- La presencia de una cantidad amplia de antropomorfos en las matrices, algunos de ellos muy similares a los tunjos encontrados en distintos contextos, hace suponer que la técnica de elaboración de dichas piezas no era un marcador diferencial en su uso. Ello significa que es posible poner en duda la idea generalizada que suponía que los tunjos eran hechos mediante la técnica de cera perdida sin matriz, en tanto las piezas decorativas provenían de matrices líticas.

      5- La existencia de las matrices y su funcionalidad como moldes para piezas en serie hace evidente la necesidad social, y la importancia de los trabajadores del metal en el mundo social, intelectual y espiritual de los Muiscas.

      6- La cantidad de piezas metálicas existentes es un dato adicional para mostrar la importancia de los trabajadores del metal en los Muiscas.

      7- La relación entre piezas metálicas y matrices líticas hace suponer que, si bien las segundas eran reusadas como moldes de forma continua, las primeras, después de elaboradas, no se podían volver a fundir. Esto parece corresponder a una prohibición social, seguramente asociada a la forma representada y a la materia prima usada.

      8- La respuesta que implicaron las matrices líticas no es de orden único en el campo de la técnica, sino que también tiene que ver de forma directa con el mundo del arte y de la estética.

      9- La recurrencia formal de los motivos presentes en las matrices hace evidente el limitado mundo de variaciones formales. Esto no significa que no se tratara de unas elaboraciones muy complejas.

      10- La síntesis de las líneas del grabado, y las consecuencias de los mismos, hacen evidente que cada una de las formas fue pensada y llevada al límite mínimo para dar y contener sentido. Esto sitúa a esas piezas en el campo del arte. Ello significa que las matrices líticas están en el mundo utilitario, vistas desde el horizonte de la técnica, y al mismo tiempo en el del arte, vistas desde las estructuras formales de la representación. De igual modo, hacen parte del mundo simbólico.

      11- Las representaciones debieron poseer un contenido simbólico y significante que era reconocido por el conjunto social, y que no necesariamente estaba ligado a un solo nivel o funcionalidad.

      12- El documento transcrito de 1595 permite hacer una serie de inferencias: en principio muestra que los talleres de los trabajadores del metal no ocupaban grandes áreas, sino que estaban en el entorno cotidiano, es decir, inmediatamente ligados a la vivienda. Esto tiene implicaciones en el orden arqueológico, y en particular en las posibles evidencias y su localización. En segundo lugar, estos trabajadores del metal no poseían grandes cantidades de metal, sino sólo lo necesario para ir trabajándolo continuamente. En un tercer lugar, se ha de tener en cuenta que, el que las piezas líticas (matrices) fueran heredadas, hace evidente que se trataba de una tradición familiar de especialistas. De igual forma, que las piezas hubieran sido hechas por la generación anterior, hace posible pensar que las formas presentes tenían una amplia continuidad temporal al interior de la comunidad. No existe ninguna razón para no suponer que esas matrices fueran mucho más antiguas.

      13- La presencia de los trabajadores del metal en el interior de las comunidades, en particular de Lenguazaque, y la cantidad de gente que podía decir del trabajo de ese “platero”, muestra la importancia del mismo, y demuestra que esos trabajadores no estaban ausentes de la organización social de los grupos humanos Muiscas. Ello significa que hacían parte de la estructura social, y, por ello, cumplían una función social directa, que seguramente estaba ligada a las necesidades sociales.

      14- El trabajador del Lenguazaque poseía seis matrices líticas; se podría pensar que esa cantidad correspondía en promedio a cada uno de los especialistas de la metalurgia Muisca. Si ello es así, y todos estuvieran activos en un mismo momento, habrían cerca de 30 talleres.

      15- La ausencia de contextos y de procedencia de las matrices líticas, como también de buena parte de las colecciones metálicas, impide hacer cualquier inferencia certera sobre los lugares de producción y de distribución de las piezas. Sin embargo, es de suponer que la cantidad de talleres era pequeña, en comparación con los del posible “mercado” de las piezas terminadas.

      16- Si lo anterior es cierto, una cartografía de los talleres tendría unas dimensiones inferiores a una de la distribución de las piezas.

      17- La ausencia de minas tanto de cobre como de oro en lo que se conoce como territorio Muisca, como también la presencia de piezas metálicas en diversos lugares, hace pensar en una tupida red de caminos, lo que significa que el mundo Muisca era un territorio en constante conexión con otras áreas geográficas.

      18- Las relaciones de centros-periferias fueron en apariencia muy dinámicas, pues, dependiendo de las necesidades de materia prima o de piezas terminadas, debieron variar los acentos.

      19- Se hizo evidente que el territorio está directamente ligado con su función técnica. Esto no solo en el caso de los usuarios finales del metal, sino también de las zonas de extracción primaria. Es posible que investigaciones futuras permitan hacer más definidos los territorios, incluyendo las fronteras y las dinámicas de intersección. Esto permitiría hacer inferencias fiables sobre la técnica y el movimiento, tanto de los trabajadores del metal como de las piezas producidas.

      20- Las matrices líticas para la metalurgia son la evidencia de un complejo mundo técnico. Sólo se podrá reconstruir la cadena operatoria de la producción de las matrices mediante arqueología experimental. Los estudios realizados hasta el momento permiten tener claras las huellas de fabricación, y por eso es posible ahora adentrarse en el camino de la reproducción de las piezas.

      21- El que las matrices fueran moldes para la técnica de la cera perdida implica que el desgaste por uso de las matrices es muy bajo. Por tanto, las alteraciones de las piezas seguramente fueron provocadas por la pérdida de utilidad después de la llegada de los europeos al altiplano central de Colombia.

      22- La documentación de partes sueltas permitió entender que estos moldes eran usados en algunos casos para hacer piezas completas, y, en otros, para hacer partes que luego se combinarían con formas más complejas. Esto hace evidente la complejidad del mundo técnico y del pensamiento en los Muiscas.

      23- La presencia de los “monos encorvados” en algunas piezas sirve como puente inicial para pensar posibles conexiones con otras evidencias estéticas, entre ellas el arte rupestre. Dichas figuras se han documentado en textiles, decoración cerámica, arte rupestre y piezas metálicas.

      24- La cantidad de motivos por pieza lítica muestra la optimización de la base rocosa de las matrices.

      25- La variación de tamaño de los motivos representados seguramente podría asociarse al sentido de las formas. También es posible que esas diferencias de tamaño se correspondan a la cantidad de metal disponible en cada momento de fabricación.

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