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La producción de ánforas de aceite en el Conventus Cordubensis (provincia de la Bética, Hispania) en época romana: Nuevas perspectivas socioeconómicas

  • Autores: Iván González Tobar
  • Directores de la Tesis: Enrique Melchor Gil (codir. tes.), Stéphane Mauné (dir. tes.)
  • Lectura: En la Université Paul-Valéry-Montpellier (Montpellier III) ( Francia ) en 2020
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Monique Dondin-Payre (presid.), José Remesal Rodríguez (secret.), Christian Rico (voc.), Stefanie Martin-Kilcher (voc.), Corinne Sanchez (voc.), Carlos Márquez Moreno (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Patrimonio por la Universidad de Córdoba; la Universidad de Extremadura; la Universidad de Huelva y la Universidad de Jaén
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Helvia
  • Resumen
    • 1. introducción o motivación de la tesis Se considera a menudo que las ánforas entraron a formar parte de las reflexiones en historia del mundo económico a partir de los trabajos de H. Dressel de finales del siglo XIX. Si su famosa tabla tipológica (CIL XV, tab. II) es objeto de debate aún a día de hoy, han sido investigaciones posteriores a su tiempo, desarrolladas principalmente en los años sesenta, las que le han dado todo su valor. Haciendo referencia a la obra de M. H. Callender de 1965, A. Tchernia indicaba que “on ne disposait guère, comme littérature de référence sur les amphores, que de la publication par Dressel d’un dépôt d’amphores trouvé à Rome, et des études de Loeschke ». En esta recensión, Tchernia hace ya hincapié en la importancia de la forma del ánfora y de la arcilla con la que ha sido fabricada, más que en el sello que lleva puesto (Tchernia 1967, p. 219). Esta apreciación es de suma importancia para entender el inicio de los estudios sobre los centros de producción. Hacía falta demostrar con argumentos arqueológicos que un tipo de ánfora, y por lo tanto su contenido, provenía de una región concreta. Dado que la forma del ánfora corresponde generalmente a un contenido preciso, el emplazamiento del alfar señala la zona donde se producen los excedentes de una región.

      Si las publicaciones sobre ánforas halladas en los contextos de consumo y comerciales evolucionaron velozmente en las décadas siguientes, la investigación sobre los centros de producción no benefició de un interés tan elevado. Una de las razones es evidente: los alfares son mucho menos numerosos que los centros de consumo. Un segundo factor es también esencial: los talleres se encuentran mayoritariamente en contexto rural. La proliferación de publicaciones sobre contextos de consumo a los que hacíamos alusión se debe, en gran parte, al elevado número de excavaciones de urgencia llevadas a cabo durante el crecimiento acelerado de las ciudades europeas desde los años setenta del siglo pasado. Este ha sido también el caso de los últimos avances sobre los centros de producción de ánforas de la Bética, casi exclusivamente originados gracias a operaciones de urgencia durante la burbuja inmobiliaria de las décadas de los noventa y los 2000 (García Vargas et al. 2011, p. 186). Un caso paradigmático es el alfar gaditano de Puente Melchor, en el que ocho intervenciones de urgencia han tenido lugar entre 1994 y 2009 (Díaz 2013, p. 34). El estudio de una zona de producción de ánforas necesita programas de investigación específicos. Gran parte de los realizados en el mundo Mediterráneo se han concentrado en alfares aislados, aportando una documentación exhaustiva pero dispersa y desequilibrada con respecto al conjunto del territorio de producción anfórica al que pertenecen.

      Nos hemos preguntado a menudo sobre el interés científico del estudio de los centros de producción sin hallar obra de referencia amplia sobre la cuestión. En el ámbito de estudios sobre el comercio antiguo, se intuye incluso una cierta pérdida de interés en el estudio de los alfares a partir del momento en que el origen de un tipo anfórico ha sido definido. De esta forma, prometedoras investigaciones de amplio espectro sobre importantes zonas productoras se han detenido en su fase preliminar. Es el caso, por ejemplo, de las ánforas tirrénicas, para las que el artículo de Hesnard et al. (1989) parece a la vez un inicio y una conclusión. El desarrollo de los análisis físico-químico de pastas, cuyo aporte para la investigación no se pone en duda, ha contribuido igualmente a la identificación de zonas productoras sin necesidad de localizar los talleres, desmotivando de alguna forma la búsqueda de los mismos.

      Es sin lugar a dudas minimizador considerar que los centros de producción de ánforas solo ofrecen información sobre el mundo alfarero. Su estudio da acceso a la organización interna de un artesanado fuertemente especializado, pero también al mundo empresarial sobre la gestión y la propiedad de estas fábricas. Los talleres de ánforas indican la existencia de un producto excedentario y, por consiguiente, son la puerta de entrada a uno de los recursos económicos más importantes de una región. Esto incumbe, en definitiva, además de a la sociedad de dicha provincia, a su sistema agrario. El estudio de abastecimiento en combustible, en agua y arcilla, permite adentrarse en las estrategias de ocupación y utilización de recursos naturales, así como evaluar el impacto humano sobre el medio ambiente. En última instancia, la cuantificación en centros productores, un aspecto aún muy poco desarrollado, debería enriquecer la reflexión, no sólo sobre los materiales producidos sino sobre todo sobre su alcance comercial.

      El territorio productor de ánforas del conventus Corubensis, sobre el que versa esta tesis de doctorado, se encuentra en el sur de la Hispania romana, en el centro del Valle del Guadalquivir. Se considera que el valle queda controlado por el ejército romano a partir de la batalla de Ilipa del año 206 a. C. Esta contienda marca la derrota púnica y el inicio de la dominación romana en la Península Ibérica (Polibio XI, 20-24). Teatro de guerras civiles, la Hispania Ulterior permanece militarizada hasta la época de los triunviratos (Haley 2003, p. 15). Los contextos arqueológicos militares y civiles del siglo II a. C. muestran que el abastecimiento de las tropas instaladas en la Península proviene sobre todo de la Italia tirrénica. En el primer tercio del siglo I a. C., los italianos establecidos en el corazón de la Bética hacían llegar el vino y el aceite desde sus regiones de origen (Carreras et al. 2016, p. 117). En esta época aparecen en Sierra Morena las primeras ánforas de tradición local, imitando los contenedores de vino itálicos. Algunos años más tarde, en época de César, el flujo migratorio aumenta considerablemente y el sector minero se halla en plena efervescencia. Las ciudades conforman auténticos centros de distribución de mercancía y hacia mediados del siglo I d. C., un repertorio anfórico propio del Valle del Guadalquivir se define progresivamente (García Vargas et al. 2011, p. 190). La economía de la región se hace excedentaria, y sus recursos, cada vez más importantes para el abastecimiento del estado, del ejército y de las ciudades peninsulares.

      El primer gran mercado exterior de estas producciones excedentarias parece haber sido la futura Lusitania, puesto que los campamentos cesarianos allí instalados ya reciben productos del Valle del Guadalquivir. Esta tendencia general se orienta de manera diferente a partir de época augustea. El fin de las guerras cántabras significa la sumisión de los últimos pueblos libres de la Península Ibérica y el fin de la conquista de Hispania. Estrabón (III, 5, 11) indica que la Bética ya está profundamente romanizada en época de Augusto. En palabras de R. Thouvénot, estaba « si bien pacifiée qu’Auguste en 27, lors du partage de l’Empire, la sépara de la Lusitanie et la confia au Sénat » (Thouvénot 1940, p. 152).

      Dos nuevos grandes mercados se abren para esta región: el limes germánico, donde Augusto ha instalado una serie de campos militares a lo largo del Rin y en Roma, donde las últimas investigaciones muestran la llegada creciente de productos del Valle del Guadalquivir (Rizzo et Moreno 2019). Los tipos anfóricos señalan dos grandes productos béticos, que corresponden a su vez a dos zonas bien distintas: las salazones del litoral meridional (Strabon III, 2, 7) y el aceite de oliva (ibid. III, 2, 6) preferentemente en el Valle del Guadalquivir. Un tercer grupo, el vino (ibid.) y sus derivados, provienen tanto del litoral como de la costa.

      Las ánforas de aceite de la Bética El aceite de oliva es un producto de primera necesidad en el mundo mediterráneo, no solo como alimento, sino también para la iluminación, la medicina, la cosmética, los cuidados corporales y el culto (Remesal 1986, p. 85). Por otro lado, en el Mediterráneo, su cultivo se constriñe a determinadas zonas y, en la Galia meridional, no sobrepasa la banda litoral y el Valle del Ródano. Por lo tanto, la producción de aceite no puede, al contrario que la de vino, extenderse hasta la parte noroccidental del Imperio. El volumen de aceite de importación necesario será por lo tanto descomunal. La ciudad de Roma será abastecida por la Bética porque la producción local de la península itálica no parece suficiente. El aceite será incorporado a los productos subvencionados por la annona al menos a partir del reino de Antonino Pío (Pavis d’Escurac 1976, p. 188-193) o quizás antes, y será distribuido gratuitamente a los habitantes de la Vrbs en época de los Severos (Vita Severi,18).

      En Roma, los vestigios materiales de estas importaciones masivas disfrutan de un lugar especial. A su llegada a Ostia, buena parte de las ánforas cargadas de aceite remontaban río arriba el Tíber hasta la zona portuaria de Roma, donde eran vaciadas y depositadas en un vertedero específico. Con el tiempo, este lugar se convertirá en una colina artificial de casi cuarenta metros de alto, llamada Testaccio al menos desde el siglo VIII d. C. A pesar de las numerosas vicisitudes, se compone aún de alrededor de veinticinco millones de ánforas de aceite, de las cuales un 80% provienen de la Bética (Testaccio 2010, p. 373). Debemos a H. Dressel la valorización de la riqueza histórica de las ánforas del Testaccio. Ciento veinte años más tarde, sus trabajos siguen siendo ineludibles (Dressel 1878, Dressel 1879 el volumen XV del CIL). Este aceite hispánico fue comercializado en un tipo anfórico reconocible, designado en la tabla de este investigador alemán con el número 20. Cinco características principales, bien conocidas pero que deben ser recordadas, definen el ánfora “Dressel 20” (Dr. 20), que se halla al centro de nuestro estudio: 1. Sur forma globular contiene 70 litros de media, se apila fácilmente en los navíos del comercio marítimo, las corbitae. Esta forma se mantiene, con sensibles modificaciones, al menos entre época de Claudio y mediados del siglo III d. C., datación aproximada del abandono del Monte Testaccio. Los prototipes augustéos y tardo-antiguos de esta ánfora presentan formas algo diferentes y volúmenes notablemente inferiores.

      2. Se sella con inusual frecuencia. La base de datos del CEIPAC contiene actualmente 20.866 sellos sobre Dr. 20. E. Rodríguez Almeida proponía una frecuencia de sellado máxima del 75%, en el siglo III d. C. La lista de sellos diferentes conocidos en 2008 era de 2540 (Berni 2008).

      3. Presenta largas inscripciones pintadas (tituli picti) extremadamente ricas en información. La distinción realizada por Dressel, con letras griegas en función de su posición, es utilizada aún a día de hoy, con tan sólo algunos matices. α : peso vacío del ánfora (en lb). β : nombre del comerciante. γ : peso neto del aceite contenido en el ánfora. δ: R(ecognitum/ecensitum), ciudad de la Bética, peso neto del aceite, adjetivo neutro, nombre en genitivo, nombres serviles, datación consular. ε : número.

      4. Se trata del ánfora más difundida de la parte occidental del Imperio romano (Remesal 1989, p. 121).

      5. Está bien datada. La evolución morfológica se conoce gracias a contextos de consumo urbanos como el de Augst, en Germania superior (Martin-Kilcher 1987), mientras que los tituli picti, numerosos sobre todo en el Testaccio, ofrecen valiosas dataciones consulares.

      Como herramienta de análisis arqueo-histórico, el ánfora Dr. 20 constituye un elemento irremplazable, posibilita una lectura socio-económica dinámica y cuantitativa y constituye un importante recurso epigráfico.

      En un segundo nivel de análisis, es importante distinguir la función de los cuatro tipos de epigrafía que pueden hallarse en un ánfora de aceite bético: 3. Los grafitos ante-cocturam (Rodríguez Almeida 1984). Están comúnmente colocados en el fondo del ánfora, cuando la panza se halla en la fase de secado, pero también pueden grabarse en el cuello o en el asa. Corresponden a símbolos, letras, nombres y más raramente fechas de fabricación (mes y día o, menos frecuentemente, año consular) (Berni 2019).

      4. Los sellos. Mencionan tria nomina, nombres, topónimos y a veces también atributos de los personajes mencionados (Berni 2008). A pesar de los debates que ha suscitado la interpretación los sellos, consideramos que estas personas aparecen aquí como productores de ánforas. Lo que debe esclarecerse es su identidad, su rol preciso en el taller y las actividades que han podido desarrollar en otros ámbitos relacionados con el aceite. Estos sellos han sido colocados en una proporción variable de ánforas. Algunos han propuesto que se trate de marcas publicitarias (Callender 1965) o de una garantía de calidad (Manacorda 1993). Las investigaciones más recientes, con las que coincidimos, se orientan a entender el sellado como forma de control de una producción interna especialmente compleja, en la cual el sello sirve a identificar un lote de ánforas (Berni 2008, y sobre todo, Moros 2018).

      5. Los tituli picti, de los que acabamos de hablar, están pintados con tinta negra, conciernen la esfera comercial y aportan datos sobre la compra del aceite contenido en el ánfora.

      6. Los grafitos post-cocturam. Grabados en el ánfora después de haber sido abierta, dan indicaciones sobre el consumo del aceite contenido.

      En los talleres de ánforas de aceite de la Bética, los sellos son más frecuentes que los grafitos ante-cocturam. La presencia de tituli picti es extremadamente excepcional y los grafitos post-cocturam, por naturaleza, existen únicamente en los lugares de consumo.

      Justificación : los centros productores del Valle del Guadalquivir El estudio razonado de los centros de producción de ánforas de aceite de la Bética es pertinente y necesario por varias razones: 1. La investigación sobre estas ánforas ha avanzado a un ritmo diverso con respecto a otros tipos anfóricos. Las Dr. 20 han sido valoradas mucho antes que la mayor parte de ánforas romanas gracias a los trabajos de H. Dressel en el Monte Testaccio y de G. Bonsor en el Valle del Guadalquivir.. A finales del s. XIX, un primer mapa de los talleres productores de ánforas del Valle del Guadalquivir estaba ya disponible gracias a las prospecciones de Bonsor y Clark-Maxwell (Bonsor 1899, Clark-maxwell 1899), que no parecen haber estado en contacto con Dressel y sus investigaciones en Roma. Tras un largo periodo de ralentización de la investigación en Andalucía debido al periodo de postguerra (Díaz et Bernal 2017, p. 143), los estudios de M. Ponsich de los años sesenta y setenta, destinados a ofrecer una visión amplia del paisaje rural antiguo del valle, renuevan también el conocimiento de los alfares de ánforas olearias. Descubrió numerosos centros productores en una época en que los arados andaluces removían y destruían el patrimonio arqueológico a gran velocidad. Las prospecciones de G. Chic García (1985), fueron prácticamente contemporáneas. Con la focal puesta en los alfares, obtuvo un gran número de nuevos datos que dieron lugar a importantes ideas y reflexiones. J. Remesal (1977-78), concentrándose al principio sólo en el inmenso centro productor de La Catria (Lora del Río), llegó a conclusiones fundamentales para el futuro de los estudios, demostrando la importancia de analizar los sellos en su contexto de producción. De nuevo, tras este periodo de efervescencia, dinámico, pero aún embrionario, ningún estudio amplio ha vuelto a centrarse en el Valle del Guadalquivir, mientras que las investigaciones sobre los alfares de ánforas se han multiplicado en otras regiones. Este desequilibrio destaca incluso con respecto a una región tan próxima como la de la Bahía de Cádiz (Beltrán 2004). El conocimiento sobre los alfares del Guadalquivir, su tamaño, su cronología, sus estructuras, etc., es aún, a principios del siglo XXI, deficitario y muy por detrás de otras grandes zonas productoras del Mediterráneo.

      2. La riqueza epigráfica de las Dr. 20, y más concretamente de los sellos, ha monopolizado el estudio de los centros de producción. Este fenómeno, frecuentemente mencionado (p. ej. Rico 1994, p. 108; Bernal 2000, p. 243), no tiene nada de sorprendente. No se trata de una negligencia por parte de los investigadores sino más bien de un problema de volumen. Tanto nuestros compañeros, O. Bourgeon y Q. Desbonnets, como nosotros mismos, no hemos podido evitar dedicar una parte importante del tiempo al estudio de la epigrafía anfórica. Las dos síntesis recientes, la de R. Étienne y F. Mayet (2004) y la de P. Berni Millet (2008), se han centrado también en el estudio de los sellos pero constituyen sin embargo un meridiano alegato en pro de la renovación de los trabajos de campo. Ni este trabajo ni el programa OLEASTRO habrían sido posibles sin haber dispuesto de estos trabajos, que han servido para adentrase en la cuestión (Étienne et Mayet 2004) y aplicar un protocolo riguroso al estudio de los sellos (Berni 2008). Dos trabajos más recientes (Barea et al. 2008 ; Moros 2018) han hecho avanzar de manera decisiva el análisis de los cuños. Aprovechar la riqueza epigráfica y revisarla con el uso de nuevas técnicas es una tarea esencial.

      3. A pesar de este cierto abandono de los estudios sobre los alfares del Guadalquivir, es preciso indicar que la investigación sobre las Dr. 20 no ha dejado de avanzar desde los años setenta. Además de la publicación de numerosos corpora de sellos hallados en los lugares más recónditos del Imperio, el estudio de ciertos centros de consumo ha aportado conocimientos cruciales de tipo crono-tipológico. Por otro lado, los lotes de ánforas en mejor estado de conservación han sido descubiertos en los pecios del Golfo de Lion y en el Monte Testaccio, excavado desde hace más de treinta años por el equipo de J. Blázquez y de J. Remesal, se ha precisado la datación de centenas de sellos.

      4. Los alfares continúan deteriorándose a gran velocidad. Aunque la época de mayor destrucción se sitúe entre los años sesenta y ochenta, la vulnerabilidad de estos yacimientos es aún muy alta. El subsolador, la nivelación de terrenos y las gradas de discos siguen desmenuzando el material año a año. A las inundaciones catastróficas del Guadalquivir y sus afluentes, única causa de destrucción natural, se añade la acción de graveras, frecuentemente instaladas en yacimientos arqueológicos.

      2.contenido de la investigación El presente trabajo ha sido concebido, primeramente, como tercer gran y último pilar de los programas PAEBR y OLEASTRO. Tras los trabajos sobre el conventus Astigitanus y el Hispalensis, era por lo tanto indispensable acometer el de la tercera zona, el conventus Cordubensis. El marco geográfico es por lo tanto preciso y comprendido entre la ciudad de Córdoba y la confluencia del Genil, a orillas del Guadalquivir, donde los alfares han sido tradicionalmente descubiertos. Para obtener una visión homogénea y comparable de la totalidad del territorio de producción de ánforas, era esencial, como premier gran objetivo, realizar una caracterización general de los talleres y de la zona de producción. La realización de un catálogo dividido por yacimientos se vuelve por lo tanto indispensable. Con el objetivo de sobrepasar la visión descriptiva, nos parece importante presentar de igual manera un análisis detallado de los corpora epigráficos, cuya finalidad es ofrecer una síntesis de la vida productiva de cada uno de los alfares. Por otro lado, hemos prestado un interés especial a cuestiones tanto específicas al conventus Cordubensis como generales a toda la zona productora. Son las siguientes: 1. La gran abundancia de nombres de figlinae en el Valle del Guadalquivir y sobre todo en el conventus Cordubensis. Esta característica no tiene paralelo conocido en otras producciones anfóricas, y que sepamos, ningún territorio del mundo romano concentra tal cantidad de topónimos antiguos conocidos que pueden ser localizados con precisión en su entorno rural. Creemos, como F. Mayet (1988, p. 266), que su estudio puede ayudar a basar el análisis de los centros de producción sobre bases más sólidas que las que han sido habitualmente utilizadas. Estos topónimos son el núcleo estructurador del sistema de sellado (Berni 2008, p. 156) y nuestro conocimiento sobre su verdadero significado en los sellos es aún deficitario.

      2. La implicación de las élites en la producción de ánforas está corroborada en el Cordubensis gracias a la proliferación de alfares en manos de una familia senatorial, los F(…). ¿Qué sabemos sobre esta familia? ¿Cuál es el nivel de implicación en el negocio del aceite de esta y otras familias que aparecen mencionadas en los sellos? Pretendíamos tratar esta cuestión partiendo del estudio de las marcas de alfarero pero analizando a su vez la implantación territorial oleícolas del valle. Veremos que esta segunda etapa ha demostrado ser demasiado amplia para ser incluida en el presente trabajo, pero que el análisis profundo de los sellos constituye un primer acercamiento que posibilita la reflexión sobre la implicación de estas familias.

      3. La sociedad rural es un ámbito de conocimiento mal conocido de la Hispania romana (Gorges 1992, p. 109). La abundancia epigráfica de las Dr. 20 pone a disposición un corpus importante de personas implicadas en la economía de una zona plenamente rural. Nos parece por lo tanto necesario y pertinente proponer un análisis onomástico y de la composición social (origen, condición social y género) de esta microrregión del centro de la provincia Bética.

      4. Si las ánforas del periodo central de exportación de aceite de oliva (entre Claudio y mediados del s. III d. C.) son relativamente bien conocidas, la información sobre la producción de los modelos anteriores y posteriores a esta etapa es deficitaria. La exportación de aceite de oliva en época augustea es conocida gracias a los contextos de consumo y a las fuentes escritas. Sin embargo, los datos sobre los centros de producción son mucho menores que a partir de la época de Claudio. ¿Dónde se hallan estos centros? Por otro lado, los recientes descubrimientos de alfares de ánforas de aceite del Bajo Imperiales en el conventus Astigitanus (Bourgeon 2017) invitan a preguntarse igualmente qué sucedió en el Cordubensis tras el abandono del Monte Testaccio.

      5. Además del aceite, Estrabón menciona exportaciones béticas de vino, trigo y otros productos (Estrabón III, 2, 6). Las ánforas halladas en los yacimientos romanos con la misma pasta cerámica que las Dr. 20 muestran desde hace años que cantidades importantes de otras mercancías son enviadas desde el valle. Es por lo tanto esencial aprovechar los nuevos trabajos de campo para prestar atención a la posible presencia de estas otras producciones en los alfares de Dr. 20.

      Por otro lado, con un profundo interés en la optimización del método de estudio de los alfares de ánforas Dr. 20 y de las ánforas en general, hemos dedicado también parte de nuestros esfuerzos a reflexionar sobre otros tres aspectos: - Varios investigadores han insistido con razón en la cierta confusión en cuanto a la identificación de los lugares de producción (Ehmig 2004, p. 153 ; Étienne et Mayet 2004, p. 142). Esto se concretiza, por ejemplo, en la presencia de sellos en varios talleres, o localizadas en zonas muy alejadas de su alfar de origen y en la constatación de varias figlinae trabajando en un mismo alfar. A menudo incordiado por esta evidencia desde las primeras prospecciones, nos gustaría decorticar metodológicamente esta cuestión para conseguir definir con precisión la noción de alfar de ánforas Dr. 20.

      - Las tipologías de ánforas han sido tradicionalmente constituidas a partir de los contextos de consumo. El agrupamiento de formas en función de su semejanza y las dataciones que ofrece la arqueología son en general válidas, pero presentan cierta arbitrariedad. Habida cuenta del rigor morfológico que el estudio de los vertederos puede ofrecer, nos parece importante preguntarse en qué concretamente el estudio de los centros de producción puede ser útil a la tipología de las ánforas.

      - En último lugar, querríamos hacer hincapié en la reflexión entorno a la capacidad de producción de los talleres y de la zona de producción. ¿Tenemos las herramientas suficientes para estimar capacidades de rendimiento de los alfares en términos cuantitativos? La investigación sobre los centros productores de ánforas debería, en el futuro, orientarse a la elaboración de modelos que permitan medir las capacidades de producción globales. Los de ánforas Dr. 20 están sin duda entre los más indicados para iniciar la reflexión.

      Para abordar debidamente estas cuestiones, ha sido necesario dedicar más de dos años de investigación al trabajo de campo. Éste habría sido imposible sin la colaboración activa del equipo de trabajo constituido entorno al programa OLEASTRO, y mucho menos eficaz sin la experiencia que hemos adquirido previamente durante las prospecciones de O. Bourgeon y Q. Desbonnets en las que he participado. En último término, es necesario mencionar igualmente la financiación aportada por el LabEx Archimède y en menor medida de la Casa de Velázquez, cuyo apoyo institucional ha sido decisivo. En el calendario acordado en el programa OLEASTRO, habían sido previstos para el conventus Cordubensis, la realización de campañas de prospección, de prospección geomagnéticas en colaboración con la Universidad de La Rochelle y la realización de hasta dos campañas de excavación. En función de los recursos y del tiempo disponible, hemos organizado, con el acuerdo de S. Mauné y de E. García Vargas, un plan destinado a llevar a cabo dicho calendario, conciliando al mismo tiempo las expectativas del programa OLEASTRO y las propias. De las cuatro campañas de prospección realizadas, las dos primeras han servido para caracterizar en profundidad los alfares, pero también para detectar los más interesantes de cara a una intervención. Las dos últimas campañas han sido dedicadas a la búsqueda de nuevos centros productores, a la prospección sistemática de zonas de vacío documental y a la resolución de cuestiones pendientes sobre talleres explorados en las dos campañas anteriores. Con el objetivo de localizar con precisión las estructuras de cocción, se ha llevado a cabo una serie de prospecciones geomagnéticas en cinco talleres, de los cuáles dos han sido escogidos para realizar una campaña de excavación. Finalmente, nos hemos desplazado también hasta los museos regionales y locales para tratar materiales de antiguas colecciones o colecciones inéditas susceptibles de aportar nueva información o de mejorar lecturas de sellos de los corpora epigráficos.

      Estructura y contenidos El presente trabajo está dividido en tres grandes partes o libros. La primera se centra en el territorio estudiado y tiene como objetivo presentar el marco geo-histórico, una introducción geomorfológica et hidrológica e histórica del territorio. Se trata a continuación cuestiones sobre las ciudades antiguas de la zona y los datos sobre la red viaria, así como una breve historiografía de la investigación sobre los alfares en la zona cordobesa. En último término, se presenta de manera detallada la metodología empleada durante los trabajos de campo y el tratamiento del material.

      El segundo libro se dedica al catálogo de alfares. Por su carácter analítico, consideramos que este catálogo merece ser integrado en el centro del trabajo. Está compuesto sobre todo de datos recogidos en el campo, tratados y analizados personalmente. Cada uno de los talleres constituye, en sí mismo, un estudio conclusivo e incluye un análisis interpretable en términos socio-económicos. Cada una de las 30 fichas se divide en tres grandes partes: una primera descriptiva (referencias topográficas, historia de las investigaciones, descripción de los vestigios observados, etc.), una segunda analítica, que corresponde al corpus de sellos y una tercera sintética, que presenta la evolución del alfar y los esquemas explicativos útiles a su comprensión.

      El tercer libro tiene por objetivo confrontar las conclusiones extraídas del catálogo y ofrecer una visión sintética de la producción de ánforas de aceite del conventus Cordubensis. Está dividida en tres capítulos que corresponden a tres ejes temáticos: los lugares de producción, las producciones y los productores. En el primer capítulo (Cap. IV), el centro de producción es definido desde tres perspectivas fundamentales: la perspectiva arqueológica (la noción de alfar de Dr. 20), la perspectiva toponímica (los nombres de figlinae presentes en los sellos) y la perspectiva topográfica. A continuación, en la segunda parte (Cap. V) se estudian las producciones desde tres puntos de vista: un primero de tipo cualitativo (cuales son los tipos fabricados), un segundo sobre la dinámica productiva (una visión cronológica general sobre la zona productiva) y un tercero de tipo cuantitativo (proposiciones de cuantificación a partir del muestreo de campo). En último lugar, en la tercera parte plantea un análisis socio-económico en materia onomástica, organización del trabajo en las figlinae, y alcance cronológico y geográfico de las familias productoras. La conclusión resume los principales resultados, subraya nuevas cuestiones y plantea perspectivas de investigación futuras.

      3.conclusión Las ánforas de aceite estaban presentes en casi la totalidad de los 79 yacimientos explorados en el curso de las cuatro campañas de prospección. Teniendo presente la búsqueda de un método riguroso de identificación de centros de producción, hemos tomado en consideración tan solo 35 sitios de producción, dentro de los cuáles tan sólo 22 corresponden a alfares seguros y confirmados arqueológica y/o epigráficamente. Esto significa que, aunque las perspectivas del programa de investigación planteaban un aumento lógico de los alfares conocidos, el resultado final nos ha conducido, al contrario, a reducir el número de centro productores seguros. Esto no implica en ningún caso una minimización de la importancia del territorio productor. Se trata de aclarar la documentación y de distinguir los simples indicios de las pruebas concluyentes. El objetivo era poner a prueba los métodos conocidos, hacerlos evolucionar y, en definitiva, alcanzar un nivel de análisis mayor.

      Esta práctica metodológica ha posibilitado la detección de una serie de fenómenos locales, pero que constituyen modelos extensibles a otros territorios productores. Se trata, entre otros, del acarreo de ánforas en los yacimientos antes o después de su periodo de producción, de la circulación de desechos de cocción (utilizados, al menos, como material de construcción), de la distinción de antenas productivas fuera de la sede productora, del funcionamiento de las figlinae como entidades casi empresariales y de la evolución toponímica de ciertos establecimientos. Es la propia noción de alfar la que ha podido ser precisada. El mapa de alfares está ahora más definido, las relaciones entre figlinae son más comprensibles y el uso de la palabra figlina en los sellos ha sido en parte matizado.

      La puesta a punto de los métodos de prospección ha sido particularmente exitosa en la investigación llevada a cabo en el yacimiento de El Mohíno. Los datos de la prospección superficiales han dado lugar primeramente a hipótesis sobre el tipo y la cronología de las estructuras de producción existentes en el subsuelo. Éstas hipótesis has sido a su vez validadas a través de tres formas sucesivas: una cuantificación detallada del material presente en la superficie (gracias a los test de recogida), la detección geomagnética positiva de hornos dentro de las concentraciones de material observadas en superficie y, finalmente, la realización de sondeos arqueológicos (González Tobar et al. 2018). La modalidad de excavación de alfares utilizada en la Galia Narbonense, a la que hemos sido formados, ha sido aplicada al Mohíno con excelentes resultados. Además de los muestreos destinados a los estudios paleoambientales, ha sido puesto al descubierto un modelo de batería de cuatro hornos que se reproduce en el yacimiento durante aproximadamente un siglo, validando el sistema constructivo y manteniendo una cierta estabilidad de la actividad económica entre época de Claudio y el primer tercio del siglo II d. C. El Mohíno es también el único lugar de la Bética donde ha podido comprobarse la existencia de una sucursal de figlinae cuya sede se encuentra en otro lugar. La arqueología puede difícilmente precisar las relaciones contractuales entre estas fábricas. Si el estudio de los cuños sugiere que este fenómeno se ha producido porque las figlinae formaban parte de una misma organización (Moros 2018, p. 277), la presencia de un jefe de sección dirigiendo esta sucursal distante de su sede está indicando que se mantiene aún cierta separación y que esta podía estar bien definida en documentos escritos.

      La capacidad de precisar este tipo de relaciones está relacionada con una riqueza toponímica insuficientemente explotada. Los casi cien nombres de figlinae conocidos corresponden a fundi ribereños del Guadalquivir y son comparables al dossier de topónimos del opus doliare del Latium, con la diferencia de los béticos pueden localizarse con bastante precisión. El estudio de los corpora epigráficos permite confirmar que una parte de estas figlinae ha sido fundada por empresarios privados que estaban implicados en la producción anfórica. Echaron a andar los talleres, su nombre le dio nombre a la fábrica y este nombre quedó fijado tras la muerte del propietario e incluso quizás tras la venta del alfar. Esta fijación toponímica precoz y su perpetuación a lo largo de los siglos abre interrogantes sobre las estrategias de asignación de tierras a los itálicos y debería poder enriquecer la reflexión sobre los sistemas catastrales y las modalidades de colonización empleadas en el Valle del Guadalquivir.

      Los yacimientos arqueológicos y, con ellos, los sellos que se encuentran en superficie se degradan año tras año a la merced de las labores agrícolas. Los corpora epigráficos de un buen número de alfares presentaba un aspecto discontinuo en el cual no es fácil saber si el vacío corresponde a la ausencia de producción o a una falta de datos. La prospección de uno o dos días no siempre es suficiente para reconstituir todas las fases epigráficas del alfar. Conscientes de ello, nos hemos esforzado en recuperar de manera exhaustiva todo tipo de información dispersa sobre dichos alfares en el campo, pero también a través de la revisión de colecciones antiguas y la ayuda incalculable de eruditos locales. En total, hemos tratado 2076 asas selladas. Entre ellas, 324 corresponden a una parte de los sellos de M. Ponsich y G. Chic depositadas en el museo de Sevilla. Los 1712 restantes son inéditos. Provienen en su mayoría de las prospecciones (1092), pero también de colecciones privadas (473) y de excavaciones realizadas en El Mohíno y en Fuente de los Peces (187).

      Como las improntas sobre asa son repetitivas, es importante distinguir el número de asas selladas, del número de sellos diferentes (=lecturas). Anteriormente, las lecturas diferentes conocidas en los talleres del conventus Cordubensis eran 423. Este trabajo de tesis ha posibilitado corregir la lectura de 36, así como añadir 244 lecturas nuevas, es decir, aumentar el corpus en un 58%. Entre estas nuevas lecturas, 93 se conocían en los lugares de consumo pero no habían sido aún halladas en los talleres Béticos. Las 151 lecturas restantes son completamente inéditas y no eran conocidas en ningún otro lugar. En total, el corpus de lecturas del conventus Cordubensis se compone actualmente de 667 sellos diferentes.

      Las tres formas de datar los sellos permiten disponer de horquillas cronológicas para el 91% de estas marcas de alfarero. De esta forma, las cronologías de los talleres han sido alargadas, no solamente a través de la datación de los bordes de Dr. 20 recogidos, sino también gracias a los sellos de los productores asociados a dichas fases. El corpus de buena parte de los alfares se ha visto fuertemente modificado y la historia de los mismos ha sido en ocasiones reescrita por completo. Los TSCT realizados en cada uno de los talleres, condensan la evolución en el tiempo de la totalidad de las conexiones conocidas entre los diferentes individuos implicados en la producción, así como entre estos últimos y los topónimos.

      El conocimiento sobre los productores de ánforas del conventus Cordubensis ha aumentado considerablemente. El número de tria nomina ha sido doblado, pasando de 55 a 117, del mismo modo que lo ha hecho el de nombres únicos, que ha pasado de 119 a 203. Se trata, en total, de 320 personas mencionadas en los sellos, en un territorio de unos 20 kilómetros en pleno centro del Valle del Guadalquivir. A pesar del desarrollo a veces incompleto de los textos, la densidad de este grupo social de origen eminentemente rural es consecuente desde un punto de vista socio-económico y ha merecía el análisis de su composición social. Más allá de los unicum y rarezas útiles a los estudios onomásticos en curso sobre la Hispania romana, ha sido posible determinar el género y el origen de una parte de estos personajes. Como la presencia de mujeres productoras de aceite en los tituli picti δ es inusitadamente elevado, nos hemos preguntado cuál era su representación en el artesanado anfórico. Su presencia no es para nada insignificante (al menos un 8% de los nombres únicos) y aparecen como jefas de sección en el alfar de Isla de la Jurada, que podría haber sido gestionado por un cuerpo íntegramente femenino.

      En cuanto al origen del registro onomástico, con la información actual es posible afirmar que casi dos tercios de los cognomina son de origen itálico. El tercio restante es de origen oriental. Este porcentaje está lógicamente muy por debajo del que ha sido observado en los alfares de las ánforas republicanas de Brindisi, donde casi la totalidad de nombres únicos es de origen oriental, pero es bastante elevado con respecto al ámbito de la sigillata hispánica, donde el tercio no-latino lo ocupa el registro indígena (Mayer 1984b). En los alfares del conventus Cordubensis, al contrario, los cognomina célticos, indígenas o incluso germánicos son muy escasos.

      Dentro de este análisis social, nos ha parecido esencial plantear la cuestión relativa a la presencia de libertos en los talleres de Dr. 20. Ningún estudio general sobre el tema permitía dar cuenta de este grupo social, dada la extrema reducción de la nomenclatura en los sellos. La mención explícita de la condición de libertus es rarísima, razón por la cual hemos basado su identificación en la presencia de cognomina griegos pero sobre todo en otro método basado en el siguiente principio: cuando el análisis de las variantes de los sellos permite detectar en los alfares la presencia de varios personajes con seguridad contemporáneos y con el mismo praenomen y nomen¸ éstos son identificados como libertos. En total, el conjunto de métodos permite localizar a unos cuarenta libertos, lo que equivale a un tercio de los tria nomina conocidos.

      La existencia de un número relativamente importante de libertos en los talleres de Dr. 20 permite matizar el modelo de gestión. Cuando son varios en el mismo taller y en la misma época, estos tria nomina interpretados como libertos no pueden ser los propietarios. Forman parte de una estructura cuyos beneficios van a un dominus que no aparece mencionado en los sellos. Por consiguiente, podemos estar seguros de que se trata de tria nomina que aparecen aquí como jefes de sección (tarea tradicionalmente atribuida a los personajes expresados con nombres únicos). Desde este punto de vista, la gestión de estos alfares podría no ser tan diferente de la de los comerciantes de los tituli picti β.

      Por otro lado, sin negar que los libertos hayan podido ser propietarios de los talleres cuando aparecen solos, no sería difícil suponer la existencia de productores de aceite o comerciantes colocando a libertos al frente de alfares de ánforas. Su función en los talleres puede haber variado ostensiblemente: los encontramos como jefes de sección, como acabamos de ver (caso de los M. Flavii en Casa de Mingaóbez, por ejemplo). Los hallamos también dirigiendo talleres. En ellos gestionan varias secciones dirigidas a su vez por subordinados, pero parecen poder estar también implicados físicamente en la producción. En El Mohíno, M. Aelius Alexander está claramente por encima de una serie de cinco subordinados, pero parece haber firmado en ocasiones la producción con sus propias manos. Los hallamos también como gerentes de varias figlinae a la vez. Este podría haber sido el caso de P. A(…) H(…). En este caso, su función era más elevada y podemos difícilmente imaginarlos entorno a los hornos.

      Las familias de productores presentes en varias figlinae y/o durante varias generaciones han sido objeto de una atención particular. La gestión de varios talleres por un único productor es un fenómeno existente desde época flavia, pero alcanza, si contabilizamos todo el periodo de producción, un número más bien reducido de personajes (16%). Dado que su rol es diferente en función de los casos, esta práctica no prueba la importancia de un personaje ni tampoco su pertenencia a la élite. La familia de senadores F(…), poseedora de varias figlinae en el valle, es la excepción. El peso que se le atribuye generalmente debe ser reconsiderado. Tres proposiciones resultan del estudio realizado. La primera es que los corpora epigráficos muestran una clara distinción entre los Fabii de Alcotrista y los F(abii?, -) clarissimi viri. Si se demuestra que pertenecen a una rama común, esta habría sido fraccionada, a más tardar, en el tercer cuarto del siglo II d. C. Entre los clarissimi viri, no podemos identificar el senador L. Fabius Cilo, sino únicamente a L. F(…) Cresc(ens…), un senador desconocido en las fuentes escritas. En segundo lugar, podemos afirmar que el acrecentamiento patrimonial de esta rama senatorial no es imputable a los Severos. En efecto, el productor L. F(…) F(…) (aprox. 160-190 ap. J.-C.), controla más figlinae que su heredero, L. F(…) Cresc(ens…) c(larissimus) v(ir). La tercera proposición es la relativa a la genealogía y la estrategia de control de figlinae que dibujan la repartición geográfica de sus alfares. En primer lugar, tras L. F(…) F(…), la reorganización de propiedades operada por Cresc(ens…) parece haber tenido como objetivo el reagrupamiento de los centros de producción bajo el mismo interfluvio. Si este fenómeno prueba que estos individuos poseen propiedades en la zona, podríamos considerar que se trata de una estrategia de tendencia “latifundista”. A la muerte de L. F(…) Cresc(ens…), el patrimonio familiar se divide entre sus dos herederos, G. F(…) S(…) y L. F(…) Luc(…), clarissimi viri que toman las riendas de dos figlinae cada uno. Entorno a mediados del s. III d. C., un único último senador, G. F(…) Titianus, quizás hijo de G. F(…) S(…), parece haberle sucedido, al frente de un solo alfar (Picachos) y durante un periodo probablemente corto, antes del paro definitivo de la producción.

      Hemos iniciado en último lugar una reflexión que merecería, no obstante, un análisis mucho más extenso que el propuesto en este trabajo. Se trata de la implicación de las familias productoras en la economía del aceite de oliva. Si la integración vertical de dicha economía ha podido existir, no tenemos aún las pruebas concluyentes de su puesta en práctica. En un sistema generalmente no integrado verticalmente, ciertas familias han podido, ciertamente, mantener negocios en más de un estadio de la economía (producción de aceite, de ánforas, comercialización, entre otros), sin haber ejercido necesariamente un control directo de sus productos en la totalidad de la cadena operativa. Los testimonios más evidentes de esta falta de integración son los ejemplos de concentración horizontal, que toman un lugar especialmente importante en el interfluvio mencionado anteriormente. La adquisición de varias figlinae, algunas de las cuales son limítrofes, nos parece revelador de la importancia que las familias han podido dar estadio económico en sí, y no únicamente como economía subsidiaria del aceite.

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      Vita Severi Vita Severi :: Anonyme,Anonyme, Historia Augusta, Historia Augusta, Traduit par V. Picón et A. Cascón, Akal, Madrid, 1989.Traduit par V. Picón et A. Cascón, Akal, Madrid, 1989.


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