Los suelos volcánicos ocupan cerca de la cuarta parte de la superficie de los países andinos de América del Sur, de América Central y de México. Algunos de estos suelos presentan horizontes endurecidos que la erosión ha hecho aflorar, dejando al descubierto superficies duras y estériles. Esto ocurre particularmente en México (tepetates) y en Ecuador (cangahuas), donde cubren importantes superficies situadas en regiones con fuerte densidad poblacional que mantienen una agricultura rudimentaria aún en nuestros días.
Desde los años 80 algunas instituciones científicas, tanto de Europa como de Latinoamérica, han estudiado en profundidad estos suelos con el fin de conocer su potencial para la agricultura y reforestación, buscando evitar una mayor degradación y proponiendo alternativas de uso que permitan aumentar la calidad de vida de los habitantes de estas regiones. En concordancia, el año 2002 se establecieron parcelas de cultivo experimentales en dos puntos del eje neovolcánico mexicano: a) Tlalpan (Tlaxcala) sobre tepetates; y b) Atécuaro (Michoacán) sobre Acrisoles y se sometieron a tres manejos diferentes: 1) tradicional (Tt), empleado por los campesinos de la zona (Tt); 2) tratamiento tradicional mejorado (Tm) con mayor aplicación de fertilizantes, incorporación de restos de cosecha y cultivos asociados; y 3) tratamiento orgánico (To) empleando abonos orgánicos y cultivos asociados. Además en la zona de Atécuaro se identificaron los usos del suelo sobre Acrisoles y Andosoles con el fin de enmarcar las parcelas experimentales agrícolas en su entorno.
Los objetivos generales de la presente investigación comprenden el estudio de las alteraciones en el ciclo biogeoquímico del C y en los reservorios de C orgánico edáfico (COS) a consecuencia de las actividades humanas (uso forestal, pecuario y agrícola) y la evaluación del efecto utilizar manejos agrícolas alternativos a los tradicionales sobre la fertilidad edáfica y la captura de
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