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El cine de Leos Carax

  • Autores: José Luque Caballero
  • Directores de la Tesis: Pilar Carrera Álvarez (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Carlos III de Madrid ( España ) en 2020
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: María Rosario Lacalle Zalduendo (presid.), Carmen Ciller Tenreiro (secret.), Valerio Rocco Lozano (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Investigación en Medios de Comunicación por la Universidad Carlos III de Madrid
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  • Resumen
    • Tras varias décadas de desarrollo, el cine posmoderno sigue siendo una categoría difícil de definir, precisamente por la constante evolución a la que se ve sometido. Cuestiones como el avance tecnológico, las herramientas digitales, o los cambios en el consumo ante la aparición de nuevos medios, no han dejado de afectar tanto a su desarrollo industrial y cultural como al de los propios espectadores. Esta interdependencia, que ha acompañado al cine desde su inicio, ha sido parte indisoluble de tanto la producción de las obras como de su comprensión y estudio, abriéndose al debate desde flancos como su propia naturaleza mixta de arte e industria, la conservación y disponibilidad de las obras frente al paso del tiempo, sus sucesivas muertes anunciadas ante la aparición de la televisión, el vídeo o internet, y su extraña relación con el público, que lo anima a sorprender y reinventarse a la vez de amortizar sus inversiones y complacer a quien se dirige. De entre estas cuestiones, conviene enfrentarse a una que en cierto modo se relaciona con todas, y es el papel del autor en el vasto campo del cine contemporáneo, si sigue vigente este rol, si está obsoleto, o si por otro lado se ha visto sujeto a una evolución del término, adaptándose progresivamente a un nuevo lugar con respecto a la tradición de los autores previos. Nos aproximamos a esta problemática poniendo en el foco a un caso más que reciente, y aún en activo, para desde lo concreto de su obra extrapolar ideas que ayuden a ubicar y dar sentido a estas incógnitas, así como, principalmentee, poner al propio artista en su lugar.

      El objeto de estudio de este trabajo es el director francés Leos Carax. Nacido Aleixandre Christoph Dupont de Nemours en 1960, el propio empleo de un pseudónimo implica un ánimo de reinventarse y de asumir una nueva identidad, la elegida, la vocacional, por encima de la impuesta. Esta voluntad de presentarse a sí mismo y a su obra según sus términos vendría a ser definitorio de las ambiciones personales y creativas que posteriormente, y con el desarrollo de un corpus autoral a lo largo de los años, se vería reflejado en cada una de sus películas. Sin confundir a la persona con su obra, pero sin obviar la interdependencia entre el personaje público y el ente creador, contemplamos cómo sus intereses y su sensibilidad se traducen y difunden mediante el arte audiovisual, pasando a convertirse del cinéfilo reflexivo de partida, a cuantas categorías se le han adjudicado desde su aparición: de nueva promesa del cine francés, a enfant terrible, a cineasta maldito, hasta la de director de culto. Igualmente y en paralelo, también viéndose sujeto a la adscripción externa a diferentes grupos de estilo como el Cinéma du Look o el New French Extremity, trascendiendo y sobreviviendo a todos, no sin graves altibajos, pero siempre persistente. De adjudicarle una etiqueta, en función de su trabajo, sería la más abierta de autor posmoderno, pero que por su implícita ambigüedad, habría que definir, para poder acabar diferenciándolo de todo el resto.

      Ya desde el inicio de esta investigación, Carax se presenta como una figura curiosa dentro de la cinematografía actual, como alguien que ha dado mucho que hablar y que con cada nuevo proyecto resurge generando cierta expectación, pero que pese a eso no acabe de ser un cineasta demasiado conocido, al menos en España. Esta vindicación de su personalísima voz no trataría de ensalzarlo como el autor único e incomprendido que es, para su vanagloria, sino de humildemente intentar familiarizar a una mayor parte del público con sus películas, para su aprehensión y disfrute. Para llenar un vacío en el ámbito del conocimiento. Su obra, que parte del cortometraje y cuyo grueso es el largometraje de ficción, pasa también tanto por películas colectivas como por el videoclip, y se compone principalmente de estos cinco filmes: “Chico conoce chica” (1984), “Mala Sangre” (1986), “Los amantes del Pont-Neuf” (1991), “Pola X” (1999) y “Holy Motors” (2012), así como de su inminente nueva obra, el musical “Anette” (2021). Estos títulos, como contenedores vivos de las inquietudes, decisiones y rasgos personales de su realizador, serán la materia prima de la que sustraer la información pertinente para elaborar un perfil estilístico de su creador, en la tradición ya habitual del análisis de autor, pero atendiendo a los matices que la época en la que se enmarcan sugiera.

      De este modo, desgranamos una serie de preguntas a las que se habrá de dar respuesta como paso inevitable a través de este recorrido.

      - ¿Tiene sentido seguir hablando de la figura del autor en la posmodernidad? - ¿Cuánta autonomía puede tener un creador cinematográfico en la actualidad para seguir desarrollando su obra? - ¿Es el cine posmoderno un trasvase puro de los rasgos de la posmodernidad aplicados al relato audiovisual? - ¿Es el estado actual del cine lo suficientemente estable como para poder definirlo con cierta consistencia o perdurabilidad? - ¿Resulta Carax idóneo, o al menos representativo, para hablar de estas cuestiones, y que cuyas conclusiones se puedan extrapolar? - ¿Qué es aquello que hermana a Carax con sus contemporáneos, y qué es lo que le diferencia? El objetivo general de este estudio sería confirmar a un director tan personal como es Carax de ser un ejemplo más que representativo de la era cinematográfica en la que vivimos, así como, posteriormente, concretar aquello que lo hace diferente al resto y que lo erige como un autor posmoderno. Para llegar a ese punto y comprender cuánto hay de verificable en las premisas que intuimos, quedan planteados los siguientes objetivos específicos:

      - Desarrollar un espacio filosófico y teórico de partida con el que poner en la relación la posmodernidad, el cine, y en particular la obra del director que nos ocupa.

      - Encontrar, a través del análisis textual de sus películas, las particularidades que funcionan en su cine, tanto como reflejo de los rasgos de la posmodernidad, como manifestación de sus intereses personales y ambiciones artísticas.

      - Interpretar los materiales obtenidos, de manera que, de las piezas analizadas y sus rasgos empíricos, podamos sacar impresiones útiles que sigan o rechacen la línea marcada por este trabajo.

      - Deducir sus motivos recurrentes, tanto a nivel visual como temático, y dar con sus señas de continuidad o de ruptura, a través de la comparación de sus distintas obras.

      - A un nivel más amplio, trazar un recorrido histórico-estético en el que ubicar la obra de Leos Carax y situarlo en el lugar que le corresponde dentro del acerbo artístico, la cultura popular, y el espacio académico.

      A grandes rasgos y, en definitiva, establecer las señas autorales presentes en el cine de Carax, las líneas de continuidad y los momentos de ruptura con la tradición fílmica en la que se inserta su obra, y su inscripción y el lugar que ocupa como relato en el contexto de lo que podemos denominar “narrativas posmodernas”.

      La metodología empleada para alcanzar tales objetivos sería, por un lado, la recopilación y puesta en común de fuentes documentales, como por otro, el análisis fílmico de la obra del director. El análisis fílmico consiste en dividir el texto fílmico, desarmarlo, para atender a las piezas que lo componen y deducir su funcionamiento. Para ello, las películas se desmontan en secuencias, que son fragmentadas en planos, para dentro de cada plano interpretar la disposición de los cuerpos y objetos, la composición, la iluminación, el color, la angulación, el movimiento, su combinación con la banda musical y de audio, así como, por supuesto, al montaje que le da unidad y que hace de todos estos elementos, superpuestos y yuxtapuestos, un flujo cohesivo y coherente, una unidad de significado compuesta de muchas otras más pequeñas. En cuanto a la recopilación documental, se han tomado tanto la bibliografía e impresiones constatadas anteriormente, de utilidad para, al añadirlas y ordenarlas de la manera pertinente, desarrollar desde ahí unas impresiones nuevas. Con el mismo fin, se han recuperado tanto críticas y noticias como testimonios de primera mano del director como de sus conocidos, compañeros y colaboradores, con el fin de esbozar un retrato coral y de trazar en recorrido a través de sus obras, y en su determinado contexto.

      De este modo, el cuerpo de la tesis lo componen una primera parte de principios teóricos y trazado histórico-estético, y una segunda de contextualización y análisis pormenorizado de las películas. En la primera parte, hasta plasmar una panorámica del cine francés posmoderno y un estado actual de la industria, se desarrollan las derivas y particularidades del cine posmoderno y del relato posmoderno, partiendo de la propia definición de posmodernidad, tanto como corriente filosófica como de movimiento sociocultural. La segunda parte abarca los largometrajes de Leos Carax cronológicamente y por separado, deteniéndose en su génesis, su recepción, sus particularidades esenciales y su legado posterior, mediante el uso de la investigación hemerográfica, la descripción de las obras y su interpretación. De la concatenación de estos análisis, completados también por las obras de menor duración, como mediometrajes, cortometrajes y videoclips, se desgranan los rasgos tanto formales como temáticos característicos del cine del director que nos ocupa.

      El término posmodernidad sirve tanto para referirse al espacio filosófico que deriva del estructuralismo, el posestructuralismo y el deconstructivismo, como al movimiento cultural posterior al proyecto moderno, debido a su agotamiento, como define Lyotard. No obstante, desde su propia etimología expresa más ese agotamiento que la llegada de uno totalmente nuevo, por lo que también se podría entender como un nuevo estadio de la modernidad, al verse sujeta a una serie de cambios relevantes en la cultura. Estos cambios se podrían sintetizar en: un declive de los metarrelatos, como el cristianismo o el marxismo; un giro en el sistema económico, de un capitalismo de monopolio a uno de multinacional; y a un auge de las tecnologías de la comunicación. Mientras que hablar de agotamiento más que de nuevo proyecto resulta desalentador, y la crisis ideológica, el ruido y la falta de una alternativa viable al capitalismo ahondan en esa frustración, pero también se ha permitido un mayor acceso a la información, se han acelerado los procesos de comunicación, y se ha dado cabida a que multitud de voces puedan expresarse y compartir sus ideas y conocimiento. Así, el relato posmoderno vendría a normalizar disrupciones que hasta entonces, como subversión de las normas básicas, aun de haberse dado, resultaban minoritarias, arriesgadas o experimentales, tales como la metarreferencialidad, o alusión al propio medio, jugando desde la autoconsciencia al autosabotaje; la intertextualidad o referencialidad a otros textos previos; la mixtura o mezcla de recursos diversos, de distintos formatos, texturas, fuentes o géneros; la fragmentariedad, o la capacidad de romper con la narrativa tradicional, de darle entidad, reinventar o deconstruir, de reelaborar las partes de un todo, y hacer de este empleo del extracto un recurso formal.

      El cine posmoderno incorpora todas estas posibilidades, con los matices y progresiva puesta al día dada su relativamente reciente aparición. La importancia que cobra la imagen y las superficies, y el relevante papel desde el que el cine ha participado de ello, puede leerse como reflejo de cómo la estética y las apariencias han cobrado un valor que trasciende al de la propia realidad, pero esta representación gráfica se ha visto a la vez sujeta a lo largo del siglo XX al mandato de los estudios, a la censura, y tanto a la aceptación de la audiencia como de su demanda. Debido a su naturaleza particular entre lo industrial y lo artístico, la teoría del autor promovida desde Cahiers du Cinéma trató de retribuir al papel del director y su lugar como artista más que como artesano o mercenario, pero su relevancia queda puesta en duda por Barthes, al considerar que el sentido de un film depende, en última instancia, del espectador que lo consume. El hecho de que, a diferencia de otras disciplinas, como la pintura o la literatura, el cine sea llevado a cabo por un equipo con múltiples funciones cuestiona ya de por sí el peso que puede tener un realizador en el resultado del filme, pero eso varía de una producción a otra y deriva de tanto las condiciones con las que cuenta como de su proyección e intención. De modo que actualmente coexisten un cine posmoderno con ambición masiva y comercial, que tiende al blockbuster, y otro más basado en la originalidad del autor y la esperanza de dar con su público, presumiblemente más mayoritario. Estos no son compartimentos estancos, y se dan puntuales excepciones en los que un film independiente gana popularidad y es capaz de competir con las grandes superproducciones, pero habitualmente contar con los recursos y el marketing que permite el amparo de una gran empresa supone hacer concesiones, al menos, a la libertad de maniobra de cara a un proyecto. A través de las obras de Leos Carax encontramos un ejemplo paradigmático de esta vertiente: a un nivel micro, encontramos los retazos de esta libertad creativa en los detalles concretos que componen su narrativa, sus diálogos, sus planos; a nivel macro, es una figura distinta a cualquier otra, que se mantiene en la industria bordeando sus márgenes, y que cuyo trayecto no solo deja un legado cinematográfico incomparable y reconocible, sino su propia historia, la historia de una carrera con altibajos, pero que perdura y sobrevive.

      Del desarrollo de una base teórica y un trazado histórico-estético, así como del análisis de la obra del director, se han alcanzado las siguientes conclusiones: - Leos Carax es un autor, tanto desde la definición cahierista del término, como aquel cuyos rasgos de estilo han ido quedando patentes en el conjunto de su obra; como desde la definición más abierta de escritor-director, que pese a valerse de un equipo de profesionales con los que comparte proyecto, trata de plasmar su visión unívoca.

      - Su obra es posmoderna, no de manera meramente coyuntural, al estar encuadrada en la era posmoderna, sino al coincidir el grueso de los rasgos que hemos deducido del cine posmoderno en las películas que ha realizado. Cuestiones formales como la primacía de la imagen, la fragmentariedad del discurso, la mixtura (de alta y baja cultura, de fuentes, formatos, géneros, etc.), la intertextualidad, la metarreferencialidad; y temáticas como la soledad, la identidad o los tabúes.

      - De las dos anteriores, que es un autor posmoderno, pero que, a su vez, es distinto al resto de los que podrían caber en esa categoría, debido tanto a sus rasgos personales como a su lugar en la industria. Aunque de sus rasgos generales pueda hermanársele a sus coetáneos, su atención al detalle exige que se le examine con la misma minuciosidad con la que trabaja. Una minuciosidad que en su obra no responde al perfeccionismo extremo, sino por el contrario, a la libre plasmación de su visión y sentimiento.

      - Es un poeta audiovisual, lo que ya se le ha llamado con anterioridad, pero que más que una categoría impresionista o vacía, responde a la forma que tiene de filmar, en la que la imagen y el resto de elementos fílmicos no están subordinados a la narración, a la herencia de la novela en el cine, sino que coincide más con la poesía, o incluso la música, al hacer de cada elemento un matiz, como una nota, como un verso, como una palabra que genera una imagen, que genera una emoción. De ahí que sus obras puedan parecer irregulares, pero que su vivencia sea más instantánea, más experiencial que lineal o convencional.

      - Su forma de citar es distinta a la de ningún otro, tanto por los elementos a los que alude como por su forma de integrarlos. Sus referentes son los orígenes del cine, los surrealistas, los escritores malditos, la vanguardia, las nuevas olas, el cine negro, la música pop. La forma en la que aparecen estas citas es velada, sutil, casi inconsciente. Por estas razones, su potencial intertextual se aleja del juego de reconocimiento referencial del que participan la mayoría de las películas actuales, para más bien, representar la libre expresión de una subjetividad en la que la experiencia personal y la cinematográfica no están diferenciadas y resultan igualmente evocadoras.

      - Por último, si hay algo que le diferencia del resto de autores posmodernos, es su lugar en la industria, inestable pero loable, en un momento en el que cada vez se arriesga menos, y quienes quieren expresarse creativa y libremente han de alternar sus proyectos más personales con encargos o apuestas más comerciales. Aunque Carax se ha visto con toda clase de dificultades para continuar su carrera, y el reducido número de obras en casi cuatro décadas lo atestigua, ha seguido adelante sin someterse a las exigencias, manteniéndose como un cineasta sin concesiones, a través de un legado cinematográfico personal, coherente y en evolución constante.


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