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A pluralist view of justice in childhood education

  • Autores: Fernando de los Santos Menéndez
  • Directores de la Tesis: Luis Rodríguez Abascal (dir. tes.), Serena Olsaretti (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Autónoma de Madrid ( España ) en 2020
  • Idioma: inglés
  • Títulos paralelos:
    • Una visión pluralista de la justicia en la educación de los niños.
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Josep Joan Moreso (presid.), Pablo de Lora Deltoro (secret.), Anca Gheaus (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Derecho, Gobierno y Políticas Públicas por la Universidad Autónoma de Madrid
  • Materias:
  • Enlaces
  • Resumen
    • In Chapter One, I state that a view of justice in childhood education must serve to evaluate education systems and to guide educational reforms. I hope that my dissertation fulfils these purposes.

      One claim, defended in Chapter Two, is to abandon the misleading language of naturally and socially caused inequalities. The natural/social distinction gives the false impression that the causal responsibility of nature for an educational inequality is relevant to assess its justice. I argue that it is not. The causal role of nature is not among the reasons to evaluate the distribution of educational goods among children.

      Proposals of a just distribution have been divided in two camps: educational adequacy and educational equality. In Chapter Three, I reject the confrontation of both camps. Instead – I hold – their compelling insights are complementary. To bring that complementarity to light, we must acknowledge the heterogeneity of the virtues of a good education. A good education develops children’s autonomy and their sense of justice, teaches children to relate with each other as equals, and secures that children of all social backgrounds can access to elite positions. Defenders of educational adequacy are right to emphasize these goals of a good education, and their priority over other goals. Defenders of educational equality are right, on the other hand, to point out the reasons to pursue an egalitarian distribution of educational goods above the threshold of adequacy.

      On this basis, in Chapter Four, I elaborate my pluralist view of justice in childhood education. In a society of free and equal citizens, a priority demand on education is to develop children’s capacities to form, pursue, and revise their own conception of the good life, and to participate in democratic deliberation. In addition, a good education promotes civic equality. Above this minimum threshold, I defend a default position of equality in the distribution of educational goods. Three kinds of educational goods are salient. First, the qualifications for accessing higher education and offices and positions. Second, the exercise and realization of one’s talents. And third, the enjoyment of one’s childhood. Inequalities in these goods are justified if they are to the benefit of all children.

      The pursuit of this view of justice in childhood education will sometimes conflict with other values, such as the family. Chapter Five explores this conflict. I evaluate the reasons to protect some prerogatives of parents over the education of their children, despite their inegalitarian effects. To level education up, social institutions should address the weaknesses of disadvantaged families.

      Unfortunately, the OECD data that I present in Chapter One shows that our societies are far from the ideal of justice in childhood education defended in this dissertation. The big gap between ideal and practice raises my doubts, I must admit, about the need to discuss slight nuances about what a just education is. I believe, nonetheless, that recalling and shedding light on the virtues of a good education, and on the criteria of a fair distribution of educational goods, allow us to base our political claims on solid ground. I hope that this dissertation contributes to such enterprise.

      [en castellano (in Spanish)]:

      En el Capítulo Uno, afirmo que una visión de la justicia en la educación de los niños debe servir para evaluar los sistemas educativos y para orientar las reformas educativas. Espero que mi tesis cumpla estos propósitos.

      Una de mis propuestas, defendida en el Capítulo Dos, consiste en abandonar el lenguaje engañoso de las desigualdades naturales y sociales. La distinción entre lo natural y lo social da la falsa impresión de que la responsabilidad causal de la naturaleza por una desigualdad educativa es relevante para evaluarla en términos de justicia. Sostengo que no lo es. El papel causal de la naturaleza no está entre las razones para evaluar la distribución de los bienes educativos entre los niños.

      Las propuestas de una distribución justa se han dividido en dos bandos: la educación adecuada y la igualdad educativa. En el Capítulo Tres, rechazo la confrontación de ambos bandos. Defiendo, en cambio, que lo convincente de sus perspectivas es complementario. Para sacar a la luz esa complementariedad, debemos reconocer la heterogeneidad de las virtudes de una buena educación. Una buena educación desarrolla la autonomía de los niños y su sentido de la justicia, enseña a los niños a relacionarse entre sí como iguales y asegura que los niños de todos los orígenes sociales puedan acceder a posiciones privilegiadas. Los defensores de la educación adecuada tienen razón al insistir en estos objetivos de una buena educación, y en su carácter prioritario sobre otros objetivos. Por otro lado, los defensores de la igualdad educativa están en lo correcto al señalar las razones a favor de una distribución igualitaria de los bienes educativos por encima del umbral de adecuación.

      Sobre esta base, en el Capítulo Cuatro, elaboro mi visión pluralista de la justicia en la educación de los niños. En una sociedad de ciudadanos libres e iguales, una exigencia prioritaria de la educación es desarrollar las capacidades de los niños para formarse, perseguir y revisar su propia concepción de la vida buena, y para participar en la deliberación democrática. Además, una buena educación promueve la igualdad cívica. Por encima de este umbral mínimo, defiendo una posición de igualdad por defecto en la distribución de los bienes educativos. Destacan tres tipos de bienes educativos. Primero, los méritos para acceder a una educación superior y a posiciones y puestos relevantes. Segundo, el desarrollo y la puesta en práctica de los propios talentos. Y tercero, el disfrute de la propia infancia. Desigualdades en estos bienes se justifican si benefician a todos los niños.

      En ocasiones, la búsqueda de esta visión de la justicia en la educación de los niños entrará en conflicto con otros valores, como la familia. El Capítulo Cinco explora este conflicto. Evalúo las razones para proteger algunas prerrogativas de los padres sobre la educación de sus hijos, a pesar de sus efectos desigualitarios. Para nivelar la educación hacia arriba, las instituciones sociales deben abordar las flaquezas de las familias desfavorecidas.

      Lamentablemente, los datos de la OCDE que presento en el Capítulo Uno muestran que nuestras sociedades están lejos del ideal de justicia en la educación de los niños que se defiende en esta tesis. Debo admitir que la gran brecha entre el ideal y la práctica suscita mis dudas sobre la necesidad de discutir pequeños matices sobre lo que es una educación justa. Sin embargo, creo que recordar las virtudes de una buena educación, y arrojar luz sobre ellas y sobre los criterios de una distribución justa de los bienes educativos, nos permite fundamentar nuestras reivindicaciones políticas sobre bases sólidas. Espero que esta tesis contribuya a esa labor.


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