José Antonio González Cuevas Labella
Cuando el general Prim accedió a la jefatura del Gobierno de España, en junio de 1869, tuvo que abordar varias cuestiones urgentes. De entre todas ellas, sobresalía por su complejidad la cuestión colonial.
En Cuba se estaba librando, desde octubre de 1868, una guerra agotadora entre independentistas cubanos y el ejército regular español. La cuestión de Cuba no se limitaba a una victoria o a una derrota de España; el futuro de Cuba afectaba a cuestiones subordinadas, como la esclavitud y el librecambio, asuntos vinculados al terreno económico. De acuerdo con su condición progresista, sus convicciones económicas y políticas, cercanas a la masonería, y los conocimientos que tenía del caso inglés, Prim quiso resolver el problema. Para ello, se mostró dispuesto a aceptar la independencia de la isla según determinadas circunstancias. Sobre todo, lo hizo porque previó un enorme espacio de influencia para España en el continente hispanoamericano, inaccesible mientras no se solucionase el conflicto cubano.
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