La presente investigación intenta resolver la pregunta de por qué se adaptó una determinada forma en los pueblos del Instituto Nacional de Colonización -INC-. Este asunto, planteado aquí inicialmente desde las coordenadas disciplinares de la Arquitectura y el Urbanismo, pronto derivó en una más genérica inquisición sobre el porqué de los pueblos. Para entender las razones de la forma urbana había no sólo que estudiar sus referencias urbanísticas o a los técnicos encargados de su diseño, sino analizar el papel que los nuevos asentamientos jugaban en el modelo territorial y productivo, así como la importante componente ideológica y propagandística. Esto condujo el estudio hacia una búsqueda de los orígenes en dos direcciones principales: la evolución de los agrónomos y la de los arquitectos.A pesar de que el problema agrario puede remontarse a las consecuencias de la Reconquista, el planteamiento que estaba en el origen de los pueblos de colonización se remonta a mediados del siglo XIX. Vinculado a los movimientos regeneracionistas, distintos pensadores plantearon una triple vía para atajar la miseria en el campo español: la población, la producción, la propiedad, es decir, frenar el éxodo rural, aumentar la riqueza y redistribuir las tierras. Para ello se pusieron en marcha de dos líneas de intervención estatal fundamentales durante la primera mitad del siglo XX: la política hidráulica -nacida a partir del Plan Gasset de 1902- y la colonizadora -inaugurada por la Ley de 1907-. Regadío y organización territorial se entendieron a partir de entonces como vectores convergentes -si bien aún distantes- que debían, correctamente enfocados, multiplicar la producción, servir de soporte económico para el asiento poblacional y finalmente, provocar una subdivisión espontánea de las tierras y un aumento de los pequeños propietarios. Los técnicos encargados de canalizar el encuentro de ambos vectores y de dirigir sus líneas maestras fueron los ingenieros, en particular los agrónomos.Por su parte la Arquitectura, por completo ajena al problema agrario, asistía a principios del siglo con cierta distancia al debate que daba lugar al nacimiento de una nueva cultura urbanística: el planeamiento. Entendido éste no como escuela regional, sino como (Terán, 1978: 34) �una visión más completa del total organismo urbano y con ella una nueva concepción de la actividad tendente a la previsión y control de su desarrollo�, la nueva disciplina daba sus primeros pasos para resolver los problemas de vivienda obrera, salubridad y gestión del suelo, pero siempre desarrollando una línea particular atenta a la forma urbana. Las noticias llegaron a España gracias a la intensa promoción de algunos contados difusores de los nuevos credos disciplinares y poco a poco un nuevo campo profesional se abrió ante los arquitectos españoles: primero el arte cívico, luego el planeamiento.
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