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El problema de la ética en la filosofía de Heidegger

  • Autores: Jesús Valera Enríquez
  • Directores de la Tesis: Diego Sánchez Meca (dir. tes.)
  • Lectura: En la UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia ( España ) en 2012
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Ramón Rodríguez García (presid.), Alejandro Escudero Pérez (secret.), Miguel García-Baró López (voc.), María del Carmen Paredes Martín (voc.), Juan Miguel Palacios García (voc.)
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  • Resumen
    • Se trata de esclarecer el papel de la ética en la filosofía de Heidegger. Sabido es que nuestro filósofo no dejó escrito manual alguno sobre ética y que incluso desestimó cualquier interpretación moral de su obra. Heidegger se consideraba a sí mismo como un ontólogo preocupado exclusivamente por el ancestral problema del ser, cuestión que rescató de la filosofía medieval y su tratamiento escolástico. Pero el problema del ser está indisolublemente ligado con aquel ente que plantea el problema, es decir, el hombre, y sobre todo el hombre en la facticidad de su vivir cotidiano. Resulta entonces que en la misma metodología hermenéutica anida lo ético junto a lo ontológico. Sólo cuando se lee a Heidegger desde una visión superior, por así decir, desde fuera de su obra, sus textos, sus afirmaciones, uno se percata de que hay una intención moralizadora potente y muy crítica con el presente. Sin embargo nos topamos con el rechazo frontal a que esa posible ética se concrete en algún catálogo de normas, fundamentalmente porque toda ética habida o por haber sería una manifestación subjetivista de los deseos humanos, una nueva forma de humanismo, mientras que la ética que propone Heidegger (si es que propone alguna) consistiría en un retorno a la intuición original que tuvieron los primeros filósofos-poetas de la Grecia antigua: que el ente es. Como este fulgurante inicio de la Filosofía jamás a través de la historia se ha visto reflejado, ya que ha primado la visión esencialista y racionalista del ente en vez de la abismática y poética "alétheia", el hombre termina por olvidar esa patencia del ser y cae en un mundo pragmático que tiene como finalidad la manipulación y explotación del ente. El final de esta historia coincide con el final de la metafísica cuya manifestación más actual es el nihilismo y la tecnología.

      Si existe alguna contrapartida a esta situación de alienación profunda sería superar tanto a la metafísica como a la ética, tal y como actualmente las reconocemos, mediante una torsión o paso atrás hacia aquello que ha sido todavía impensado, pero sin ninguna norma de acción a excepción de un desasimiento de la realidad a partir del reconocimiento de que hay que empuñar nuestra facticidad problemática. Este anhelo de transformación es la promesa diferida de un posible acontecimiento (Ereignis) en el que el ser adviene y el hombre, a su vez, sale al encuentro del ser. Como nada sabemos de las condiciones reales e históricas de tan llamativo momento podemos calificar la propuesta de Heidegger como una de las más grandes utopías: la utopía del ser.

      Se trata de esclarecer el papel de la ética en la filosofía de Heidegger. Sabido es que nuestro filósofo no dejó escrito manual alguno sobre ética y que incluso desestimó cualquier interpretación moral de su obra. Heidegger se consideraba a sí mismo como un ontólogo preocupado exclusivamente por el ancestral problema del ser, cuestión que rescató de la filosofía medieval y su tratamiento escolástico. Pero el problema del ser está indisolublemente ligado con aquel ente que plantea el problema, es decir, el hombre, y sobre todo el hombre en la facticidad de su vivir cotidiano. Resulta entonces que en la misma metodología hermenéutica anida lo ético junto a lo ontológico. Sólo cuando se lee a Heidegger desde una visión superior, por así decir, desde fuera de su obra, sus textos, sus afirmaciones, uno se percata de que hay una intención moralizadora potente y muy crítica con el presente. Sin embargo nos topamos con el rechazo frontal a que esa posible ética se concrete en algún catálogo de normas, fundamentalmente porque toda ética habida o por haber sería una manifestación subjetivista de los deseos humanos, una nueva forma de humanismo, mientras que la ética que propone Heidegger (si es que propone alguna) consistiría en un retorno a la intuición original que tuvieron los primeros filósofos-poetas de la Grecia antigua: que el ente es. Como este fulgurante inicio de la Filosofía jamás a través de la historia se ha visto reflejado, ya que ha primado la visión esencialista y racionalista del ente en vez de la abismática y poética "alétheia", el hombre termina por olvidar esa patencia del ser y cae en un mundo pragmático que tiene como finalidad la manipulación y explotación del ente. El final de esta historia coincide con el final de la metafísica cuya manifestación más actual es el nihilismo y la tecnología.

      Si existe alguna contrapartida a esta situación de alienación profunda sería superar tanto a la metafísica como a la ética, tal y como actualmente las reconocemos, mediante una torsión o paso atrás hacia aquello que ha sido todavía impensado, pero sin ninguna norma de acción a excepción de un desasimiento de la realidad a partir del reconocimiento de que hay que empuñar nuestra facticidad problemática. Este anhelo de transformación es la promesa diferida de un posible acontecimiento (Ereignis) en el que el ser adviene y el hombre, a su vez, sale al encuentro del ser. Como nada sabemos de las condiciones reales e históricas de tan llamativo momento podemos calificar la propuesta de Heidegger como una de las más grandes utopías: la utopía del ser.


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