Este trabajo de investigación defiende una visión del performance que se caracteriza por una compleja diversidad de prácticas artísticas en vivo, donde se conectan, contaminan y se llegan a disolver las fronteras disciplinarias entre los campos de las artes escénicas y las artes visuales; ello nos invita a reformular las genealogías construidas alrededor de las estéticas del performance. En este sentido defendemos cómo ciertas cualidades performativas surgidas el arte posmoderno, el teatro posdramático, o la coreografía conceptual han seguido unos derroteros estéticos paralelos, cimentados en la disolución de los espacios de representación que segregaban dichas disciplinas. La constante interpelación de dichos espacios de representación, ha generado un nuevo espacio de emancipación estética donde es posible la exploración de territorios híbridos posdisciplinarios; un espacio donde la práctica del performance deja de centrarse en definir su esencia ontológica, para convertirse en una herramienta privilegiada desde la que abordar problemáticas sociales, transgrediendo a través de su flexibilidad y permeabilidad una última dicotomía, la que distanciaba lo estético de lo político.
Estructurada en tres grandes bloques, nuestra investigación analiza la evolución de las retóricas discursivas del performance y su devenir histórico como práctica artística. En un primer bloque, argumentamos discursivamente la superación del modelo modernista que segregó las artes visuales y las artes escénicas. El denominado como giro performativo en las artes influyó transversalmente diferentes campos del conocimiento, encontrando en el desarrollo del modelo performativo una herramienta para la inclusión e hibridación disciplinaria. El segundo bloque está destinado a analizar el devenir de las estéticas performáticas y participativas propias de las artes en vivo en el siglo XXI. Observamos cómo los nuevos modelos de producción cultural del performance lo han transformado en un género perfectamente adaptado a las nuevas políticas culturales. Si el performance de los años 60 surgió como un movimiento subversivo con el que los artistas trataban de cuestionar la capitalización del arte, la segunda oleada de performatividad —o el considerado como nuevo giro performativo— nos lleva a plantear un fin de las retóricas del performance. El tercer bloque se organiza a partir de la exposición de una serie de estudios de caso, desde los que tratamos de identificar el territorio híbrido de las prácticas performáticas posdisciplinarias.
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