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Resumen de Las producciones anfóricas en el reborde meridional de la meseta sur. Dinámica comercial y estructura socioeconómica de consumo

María Rosa Pina Burón

  • El presente trabajo aborda un análisis integrador de las ánforas romanas recuperadas en un número importante de yacimientos arqueológicos de la provincia de Ciudad Real desde el punto de vista de su significado económico, iniciando el camino de una vía de investigación poco explorada hasta el momento en el seno de los estudios sobre la romanización del reborde meridional de la Meseta Sur. El objetivo principal de la investigación es ofrecer una aproximación al conocimiento de la importación y consumo de mercancías envasadas en ánforas en el cuadrante Suroccidental de la Meseta sur –demarcación coincidente, grosso modo con los límites del antiguo territorio oretano ubicado al Norte de Sierra Morena – en un marco cronológico comprendido entre comienzos del siglo II a. C. y los años finales del siglo V d. C.

    En la base de la investigación se sitúa el estudio sistemático de los restos de los contenedores anfóricos conservados en el registro arqueológico, procedentes de un número importante de yacimientos excavados en la provincia de Ciudad Real con fases de ocupación en época romana, de distinta categoría funcional, seleccionados a tal fin: - La Bienvenida (Almodóvar del Campo): se trata de un gran asentamiento de carácter urbano, identificado con el oppidum iberorromano de Sisapo, que se sitúa en un cerro despoblado a pocos metros de la aldea moderna. Su ocupación comprende desde el Bronce Final hasta la Antigüedad Tardía. Ha sido objeto de excavaciones y prospecciones en el marco de sucesivos proyectos de investigación sistemática, desarrollados desde 1980 hasta la actualidad.

    - Valderrepisa (Fuencaliente): es un poblado-fundición de medianas dimensiones, ubicado en una zona despoblada en uno de los puertos de montaña de Sierra Morena y habitado entre los siglos II-I a. C. Fue excavado de urgencia en dos campañas de breve duración en 1990 y 1991 sucesivamente, siendo reanudadas las investigaciones en fechas recientes (2017).

    - Mina Diógenes (Solana del Pino): es un poblado minero y fundición de medianas dimensiones con ocupación en época romana republicana. Fue investigado en superficie a mediados de los años sesenta, con ocasión de unas obras de remodelación del pueblo moderno (actualmente abandonado), y carente de estratigrafía.

    - Cerro Domínguez-Oreto (Granátula de Calatrava): se trata de otro de los núcleos principales del territorio, identificado con el oppidum oretano de Oretum Germanorum. Ubicado en un cerro despoblado en las proximidades del embalse del Jabalón, fue excavado en cuatro campañas sistemáticas entre 1975 y 1978.

    - Villanueva de la Fuente: es una población moderna, bajo la cual se extiende un yacimiento arqueológico de grandes dimensiones identificado con el oppidum iberorromano de Mentesa Oretana; solar que ha tenido una ocupación ininterrumpida desde el Bronce Final hasta nuestros días. Desde mediados de los años noventa en adelante se han efectuado excavaciones arqueológicas dentro del casco urbano, fundamentalmente seguimientos de obras públicas y privadas.

    - Alhambra: es otra localidad instalada sobre un gran yacimiento arqueológico, que la crítica historiográfica tradicionalmente ha relacionado con el oppidum histórico de Laminium, y que cuenta con un poblamiento continuado al menos desde época ibérica. Han sido numerosas las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo dentro del casco urbano Alhambra en las últimas décadas, la mayoría de urgencia o para el seguimiento de obras públicas y privadas.

    - Pozo Sevilla (Alcázar de San Juan): es un pequeño yacimiento excavado en 2008y 2010, localizado en una zona despoblada del Alto Guadiana, en el límite fronterizo entre los antiguos territorios de oretanos y carpetanos, y en el que fue descubierto un recinto fortificado en relación con el control del territorio.

    - Yacimientos prospectados durante la elaboración de Cartas Arqueológicas en el extremo suroccidental del área de estudio: Quinto del Hierro, Gilobreros, Guadalperal y Raso del Rañal.

    La metodología aplicada al estudio ha consistido en la caracterización y examen contextualizado de las colecciones anfóricas seleccionadas, por medio de la clasificación crono-tipológica y ceramológica, la cuantificación y la lectura estratigráfica de cada uno de los fragmentos incluidos en la muestra.

    Como resultado principal, además de poner en valor una importante masa documental inédita, que ha permitido completar el mapa de la distribución de hallazgos anfóricos en el territorio de estudio, ha sido posible ofrecer una primera valoración acerca de los ritmos y patrones de importación y consumo de las mercancías transportadas en estos contenedores (vino, aceite y salsas/ salazones de pescado), desde una perspectiva diacrónica y de larga duración. Dentro de las limitaciones y dificultades inherentes a la calidad de la muestra y a las particularidades de las investigaciones arqueológicas de la región, las colecciones anfóricas estudiadas constituyen un excelente muestrario si no de la cantidad, al menos sí de la variedad de los productos que a lo largo del periodo romano circularon por medio de las vías terrestres a los centros de consumo del interior peninsular, así como de la dilatada diacronía del fenómeno importador. En este sentido, queda demostrado que la evidencia arqueológica es suficientemente significativa como para considerar los núcleos poblacionales del antiguo territorio oretano al norte de Sierra Morena como verdaderos centros de consumo de productos importados, en los que existía al menos un segmento de la población con medios económicos suficientes como para alimentar con su demanda el funcionamiento de las redes comerciales de media y larga distancia. A este respecto una de las principales hipótesis formuladas concierne a la naturaleza de las transacciones que, según se deduce de la composición de los repertorios, caracterizados por la heterogeneidad tipológica y la baja densidad de los hallazgos, debieron tener en el comercio libre (esto es, no institucionalizado), ejercido por intermediarios comerciales (negotiatores o mercatores), su principal mecanismo de intercambio.

    Por lo que respecta al desarrollo de las fluctuaciones comerciales, el estudio permite concluir en primer lugar que, en el ámbito territorial estudiado, no existe una tradición comercial de productos envasados en ánforas con anterioridad a la conquista e integración romana de la Oretania. La presencia de estos vestigios materiales en los contextos arqueológicos de la provincia de Ciudad Real se puede vincular directamente con la llegada de los primeros contingentes de población itálica hacia las décadas centrales del siglo II a. C., coincidiendo en el tiempo con el arranque de la explotación a gran escala de los recursos mineros, que como es sabido constituyeron uno de los principales detonantes de la emigración de itálicos hacia Hispania en el periodo tardorrepublicano. Las ánforas constituyen una de las evidencias materiales más palpables de los cambios socioeconómicos que se producen en el ámbito geográfico estudiado a partir de su integración en el nuevo mapa geopolítico diseñado por Roma en Hispania. A partir de este momento los núcleos de población del reborde meridional de la Meseta Sur se integrarán en las grandes corrientes del comercio de media y larga distancia, configurándose como centros consumidores de productos manufacturados, entre ellos, los alimentos procesados envasados en ánforas. Así se deduce del incremento progresivo de las importaciones anfóricas desde el último tercio del siglo II a. C. en adelante.

    Los repertorios del periodo tardorrepublicano están dominados por los envases destinados a la distribución del vino itálico, procedentes fundamentalmente de la franja litoral del Tirreno (ánforas Dressel 1), que además muestran una gran dispersión geográfica en el territorio, llegando por igual a los grandes núcleos urbanos, a los poblados minero-metalúrgicos y establecimientos de carácter estratégico relacionados con el control de las vías terrestres. En menor medida se registra el consumo de aceite de oliva del norte de áfrica y salazones del Círculo del Estrecho envasados en ánforas de tradición púnica (africanas antiguas y Ramón T-7.4.3.3 respectivamente), que habitualmente se distribuyen junto con los vinos itálicos en calidad de mercancías secundarias. Las asociaciones de tipos anfóricos y las relaciones de proporción entre los distintos productos ponen de relieve un patrón importador común a otras regiones de Hispania, como el que caracteriza a las ciudades del interior de la provincia Ulterior, entre ellas Colonia Patricia e Hispalis, que desde fechas tempranas debieron ejercer como los principales centros redistribuidores de mercancías hacía el norte de Sierra Morena. En este sentido uno de los resultados más interesantes del estudio ha consistido en la constatación de una introducción muy temprana de la producción regional de la futura provincia Bética en el territorio analizado. Primero, por medio del suministro de imitaciones de ánforas Dressel 1, que se encuentran en contextos mineros del primer tercio del siglo I a. C., y a partir de un momento más avanzado de la centuria, con la llegada de las primeras creaciones originales del repertorio provincial romanizado: distintos tipos anfóricos de morfología ovoide que, si bien en cantidades bajas, se documentan en buena parte de los asentamientos analizados.

    Desde el último tercio del siglo I a. C. comienza a detectarse un cambio de signo en el patrón importador de los distintos núcleos de población estudiados, materializado por la progresiva desaparición de los productos itálicos del registro arqueológico y su sustitución por las manufacturas hispanas, que son mayoritarias a lo largo de los siglos I y II d. C. De nuevo este fenómeno es el reflejo, a escala microterritorial, de las importantes transformaciones económicas que se producen en el Occidente romano a partir del principado de Augusto. En la región tratada, a partir del cambio de Era el suministro de alimentos procesados pasa a depender fundamentalmente de la Bética, registrándose además un incremento significativo del volumen de las importaciones respecto a la etapa precedente. Este último aspecto, detectado en algunos de los núcleos urbanos principales con importantes series de materiales altoimperiales, como el de La Bienvenida-Sisapo, debe ser puesto en relación con un posible crecimiento demográfico en los centros de consumo, con la extensión de los hábitos alimenticios propios de la dieta romana a nuevas capas de la sociedad hispanorromana, y/ o con un incremento del poder adquisitivo del segmento de la población que actúa como demanda de productos manufacturados. La combinación de estos factores ayuda a explicar la intensificación del tráfico comercial soportado por las vías terrestres que, en el caso de la franja suroccidental del territorio, no se entiende sin el impacto de las minas en el tejido económico y social del territorium sisaponensis.

    Otro de los cambios fundamentales que se registran en este periodo tiene que ver con el tipo de productos demandados en la región. Según se desprende de la composición tipológica de los repertorios analizados, el vino pierde relevancia comercial frente a las conservas de pescado, que a lo largo del siglo I y II d. C. se convierten en el principal producto que se hace llegar a envasado en ánforas a los centros de consumo del interior, mientras que el aceite continúa teniendo un peso minoritario.

    Las salsas y salazones se adquieren fundamentalmente de la costa gaditana, primero en ánforas de la familia de las Dressel 7-11, omnipresentes en los registros arqueológicos del territorio, que son sustituidas desde mediados del siglo I d. C. por las formas Beltrán II A y II B. El número superior de estas últimas respecto a sus predecesoras pone de manifiesto una tendencia ascendente en la importación de este tipo de productos que parece mantenerse hasta los años finales del siglo II, coincidiendo con el periodo de máximo florecimiento económico y desarrollo urbano de las ciudades del cuadrante suroccidental de la Mesta Sur, muchas de ellas convertidas en municipios a lo largo de los siglos del Alto Imperio. De nuevo el enriquecimiento de las elites locales es la causa principal que explica la diversificación de los productos importados que se registran en este periodo en pequeñas cantidades en el yacimiento de La Bienvenida, como las salsas y salazones procedentes de la Lusitania, envasadas en ánforas Dressel 14, los vinos tarraconenses que llegan en ánforas Dressel 2-4 y también lusitanos, envasados en pequeñas ánforas de base plana (Lusitana 2 y Dressel 28 similis), e incluso el vino dulce procedente del Egeo, comercializado en ánforas de forma Dressel 43, y que ha sido documentado en Villanueva de la Fuente-Mentesa Oretana.

    Este ambiente de prosperidad debió tocar a su fin a partir de los años finales del siglo II e inicios del III d. C., como evidencia la drástica reducción de las importaciones anfóricas que se registran en el territorio, si bien hay que advertir que la lectura de los materiales bajoimperiales y tardoantiguos está fuertemente condicionada por la naturaleza de las colecciones estudiadas, ante la ausencia generalizada de facies excavadas correspondientes a este periodo. En cualquier caso, este es el panorama que se desprende de algunos de los yacimientos que ofrecen mayores garantías interpretativas. En el caso de La Bienvenida-Sisapo este fenómeno coincide con un periodo convulso, caracterizado por la ruptura del modelo clásico de ciudad que se percibe a nivel arqueológico a través de las mutaciones significativas producidas en el tejido urbano, sintomáticas de la decadencia del núcleo como centro principal motivada, sin duda, por el decaimiento de las actividades mineras. En el estado actual de la investigación, son extremadamente débiles las evidencias materiales que puedan ayudar a perfilar las características del comercio anfórico de los siglos III al V d. C., de modo que las posibilidades quedan reducidas únicamente a consignar la presencia de determinadas especies. A partir de la dispersión de materiales se puede corroborar el mantenimiento de las relaciones comerciales con la Bética, de donde continúan llegando productos como el aceite envasado en ánforas Dressel 23 y las salazones gaditanas en ánforas Beltrán 72. También se constata un cierto mantenimiento del suministro de las salazones lusitanas en envases propios de la última fase de la producción regional, como las Almagro 50 y las Almagro 51 AB, por el momento sólo documentadas en La Bienvenida, así como la introducción de los productos africanos tardíos, fundamentalmente vinos y salazones, transportados en ánforas africanas II y III, que se constatan en el establecimiento agropecuario de Pozo Sevilla y en el núcleo urbano de Villanueva de la Fuente-Mentesa Oretana respectivamente. Por otro lado, el hallazgo de nuevos envases anfóricos de fondo plano en fechas tardías abre la puerta a considerar la relevancia de otro tipo de relaciones económicas de corta o media distancia, cuyo alcance no es posible valorar con los pocos datos disponibles. En última instancia, la presencia de estos materiales permite continuar considerando estos núcleos de población como centros de consumo, dada la existencia de un segmento de la población de elevado poder adquisitivo, que todavía demandaba tales productos manufacturados, y que garantizaba el mantenimiento de las estructuras comerciales de media y larga distancia.

    Finalmente, otra de las principales contribuciones que representa la investigación tiene que ver con las rutas preferentes que debieron articular los intercambios comerciales de la región de estudio, al menos en lo tocante a los alimentos envasados en ánforas. La presencia diacrónica de los productos de la Ulterior/ Baetica es un indicio inequívoco de un fuerte vínculo comercial de la franja suroccidental de la Meseta con esta provincia, a pesar de su pertenencia desde el punto de vista político-administrativo a la provincia Tarraconense. En este sentido, los intercambios económicos debieron estar regidos por un principio de proximidad geográfica, tratando de limitar al máximo los trayectos efectuados por medios terrestres. Así, las ciudades del cuadrante suroccidental de la Meseta Sur debieron abastecerse preferentemente por medio de las rutas en sentido norte-sur que aseguraban la conexión con las principales ciudades portuarias del valle del Guadalquivir, Colonia Patricia e Hispalis, que debieron ejercer de forma diacrónica como centros redistribuidores de las mercancías llegadas por vía marítima hacia los territorios ubicados al norte de Sierra Morena.


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