La leucemia linfático crónica y el mieloma múltiple, dentro del grupo de los síndromes linfoproliferativos crónicos, son dos ejemplos representativos de la importancia y a su vez, la dificultad que supone el estudio cromosómico en este tipo de patologías.
Se ha podido constatar la situación de los linfocitos B y de las células plasmáticas en el ciclo celular, y como en el caso de la LLC-B, una adecuada estimulación ha inducido a que un porcentaje de sus células alcance las fases más prolifederativas.
El estudio de ADN mediante Fish y citometría de flujo ha permitido corroborar en determinados casos las alteraciones cromosómicas ya observadas mediante citogenética convencional, y en otros casos complementar esta información tras la detección de otros clones patológicos.
De los 100 pacientes estudiados, se han detectado anomalías cromosómicas en el 84% de los casos con LLC-B y en el 90% de los casos con MM, lo cual apoya la hipótesis formulada por Bovery en 1914, según la cual todos los cánceres tienen un origen genético específico.
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