La tesis muestra que el antidualismo es el fundamento de la filosofía de Marsilio de Padua y el principio explicativo que da unidad y coherencia a la obra marsiliana. El análisis de la soberanía en la perspectiva antidualista choca con la idea, acuñada en la historiografía, de que Marsilio distingue entre el poder temporal y el poder espiritual, en la línea de otros defensores del Emperador (como Dante y Ockham), y de que habría roto, con mayor nitidez que nadie, la concepción unitaria de la Cristiandad medieval. La principal conclusión es que lo que impide la paz es la existencia misma de dos poderes. Si la cuestión central en la obra de Marsilio responde al principal problema filosófico medieval sobre el poder -el de la relación entre los dos poderes medievales, el Imperio y el Papado-, la respuesta dada en ella es extensiva a la relación genérica entre el poder temporal y el poder eclesiástico, más allá del contexto histórico en el que se suscita. Para Marsilio el auténtico problema filosófico acerca de la naturaleza y fines del poder en la sociedad medieval -cristiana- no es tanto el de definir y regular una relación de subordinación entre lo político y lo religioso, cuanto el de establecer la fundamentación racional del poder temporal. No es una cuestión de jerarquía en este mundo, sino de incompatibilidad conceptual. Marsilio cree que la lucha entre los dos poderes no tiene solución sin suprimir uno de ellos y elimina el poder espiritual. Este planteamiento filosófico rompe con el dualismo medieval e implica una actitud nueva ante el poder. Mientras que los defensores del poder secular, críticos con la teocracia pontificia, se habían contentado con adoptar una posición filosófica defensiva, Marsilio pasa a la ofensiva y decide legitimar el poder político desde una base filosófica distinta, que lo haga realmente inexpugnable por las tesis del poder temporal del Papado. Esa base es la unidad de soberanía. Marsilio construye una filosofía en la que no cabe un fundamento sacerdotal de la organización de la comunidad. Por primera vez se sostiene una superioridad teórica para la comunidad política y se justifica racionalmente el rechazo de cualquier autoridad del clero, porque sólo si se arrebata la jurisdicción al llamado poder espiritual y concentra todo el poder en el poder temporal se puede escapar de los problemas implícitos en la solución dualista. En cierto modo, la filosofía política de Marsilio viene a ser la contrateoría racional de la doctrina papal de la plenitudo potestatis. Marsilio asienta el imperium y la auctoritas en la universitas civium: la causa primera de toda autoridad ejercida por cualquier órgano de la civitas es el pueblo en cuanto legislador. En esta concepción el poder es una institución humana y ningún poder cabe fuera de los cauces reglados por la ley humana. La figura laica del 'legislador humano' es la base sobre la que se sustenta la unidad de soberanía y la indivisibilidad del poder. Lo cual justifica, en el campo estrictamente filosófico, la concentración del poder en el gobernante secular y legitima racionalmente el programa político que excluye por completo del poder al clero. La identidad entre la sociedad civil y la sociedad cristiana conduce a la unificación de todo el poder, incluido el de la organización eclesial, en el legislador o fuente primera y exclusiva de la autoridad temporal. Como la universitas fidelium y la universitas civium es la misma sociedad, en ella el representante del poder legítimo es el gobernante temporal, que asume las funciones del gobierno de la Iglesia. De este modo se disuelve el poder espiritual, pues en cuanto espiritual no es poder y en cuanto poder sólo puede ser secular. En definitiva, Marsilio, con su perspectiva antidualista de la soberanía, renueva profundamente el planteamiento de la filosofía política medieval y es el primero en la historia de la filosofía política en anunciar una concepción de la autosuficiencia del hecho político, punto de partida de la teoría del fundamento autónomo del Estado, destinada a desarrollarse después hasta sus últimas consecuencias, especialmente en Hobbes.
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