A partir de la segunda guerra mundial, la contribución de los sindicatos ha tenido una importancia decisiva en el marco de las políticas sociales y económicas en Europa, en general, y en España, en particular. Los sindicatos con su cultura tradicional han jugado un papel decisivo en el mantenimiento de la paz social a través de las pautas corporatistas de concertación. Han contribuido al desarrollo económico en el nuevo contexto de relaciones entre la sociedad civil y el Estado que se establece a partir de las teorías keinesianas, y han consolidado los rasgos básicos de un incipiente Estado de Bienestar en un doble sentido. Por un lado, consolidando una serie de prestaciones sociales a las clases trabajadoras o más desfavorecidas. Por otro, forzando una regulación del mercado de trabajo en temas que hoy se entienden como básicos tales como: contratación y despidos, seguridad en el trabajo o formación, entre otros .
Actualmente, el panorama económico y social que se vive en Europa y en España ha cambiado sustancialmente. Por tanto, el entorno en el que se mueven los sindicatos es notablemente diferente. En el ámbito económico nos encontramos con nuevos conceptos estructuradores de lo que se configura como una nueva realidad; tales son, la competitividad, la flexibilidad, la transnacionalización económica y la renovación tecnológica.
En el ámbito empresarial este nuevo marco económico parece tener su reflejo más inmediato en la individualización de las relaciones laborales, la retribución por objetivos, la mayor movilidad geográfica y la importación, y en su caso adaptación, de modelos de relaciones laborales nacidos en otras culturas y que tienen, como uno de sus principales objetivos, la identificación de los trabajadores (recursos humanos) y la empresa.
Frente a los rasgos del entorno tanto macroeconómico como organizativo someramente expuestos, la cultura sindical se ha regido por conceptos tradicionales, como clase social, confrontación o negociación colectiva.
Todo ello ha generado la idea de disfuncionalidad de las organizaciones sindicales, disfuncionalidad que parece verse reforzada por algunos datos como son el declive o, cuando menos, estancamiento de la afiliación sindical y la consiguiente pérdida de poder y de papel de los sindicatos.
A pesar de ello algunos analistas siguen considerando que, frente a la disfuncionalidad aparente de las organizaciones sindicales, éstas siguen teniendo un papel fundamental o necesario, al menos en dos ámbitos. De un lado, en el mantenimiento de cierta estabilidad en el sistema de relaciones industriales, sin la cual no sería posible lo que se ha venido a llamar paz social. De otro, para mantener viva la representación de los trabajadores y las clases más desfavorecidas dentro del marco de las democracias contemporáneas, siguiendo la máxima democrática de que intereses no representados, intereses no atendidos.
En este contexto, la investigación que aquí se presenta parte del supuesto de que el papel de las organizaciones sindicales es difícilmente reemplazable. Por tanto, continúan teniendo una función social en el contexto de las democracias contemporáneas, en general, y de la española en particular.
La tesis de pérdida del poder sindical habría pues que matizarla reinterpretándola como una situación coyuntural, cuya superación podría estar marcada por procesos de reestructuración interna de los sindicatos. Procesos que conducirían a la redefinición de su cultura y objetivos tradicionales.
El objeto de esta investigación es identificar las estrategias sindicales y los cambios organizativos que están siguiendo los grandes sindicatos españoles para adaptarse a la nueva situación.
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