En el panorama de la moral actual, el estudio de la amistad dentro del pensamiento de Santo Tomás queda plenamente justificado por tratarse de una virtud que junto con otras -necesarias para el crecimiento y perfeccionamiento moral del hombre- han quedado relegadas a un segundo plano, por no estar incluídas dentro del esquema clásico de las virtudes teologas y cardinales.
Sin menosprecio de aquellas, se hace necesario redescubrir la amistad.
Aunque Santo Tomás no ha elaborado un tratado sistemático sobre la amistad ni sobre el amor de amistad, su doctrina al respecto es muy valiosa. La reflexión que nos ha legado -diseminada a lo largo de sus obras- recoge la enseñanza clásica principalmente de Platón, Aristóteles, San Agustín y el Pseudo Dionisio. Pero su síntesis es original y se enriquece con los datos de la Revelación.
La distinción entre amor de amistad y amor de concupiscencia se remota al siglo XII. Santo Tomás la utiliza sobre todo para reafirmar cuál es el verdadero amor. Ambos amores no deben entenderse como contrapuestos, sino sólo como dos dimensiones del acto de amor racional.
El amor de amistad es un amor que sólo se da entre seres racionales. Entraña tanto lo que es propio de la amistad; benevolencia, mutua correspondencia y estar fundado en una comunicación de bienes, como lo que es propio del amor: querer el bien para alguien. Porque se considera a la otra persona como otro yo, se quiere su bien por sí misma (como se quiere el bien propio), en cuanto que ella misma representa un bien.
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