Los linfocitos T y B son las células del organismo encargadas de generar respuestas inmunitarias adaptativas cuya principal característica es la especificidad. Una vez completada su maduración en los órganos linfoides primarios, cada linfocito expresa en su membrana un receptor de antígeno de especificidad única. La vigilancia eficaz del organismo requiere, por tanto, el movimiento permanente de los linfocitos a lo largo del mismo. Las células T y B circulantes en sangre migran a los distintos órganos linfoides secundarios ILS al posible encuentro con su antígeno específico. Las células T y B se mueven continuamente en el interior de estos órganos, rastreando la superficie de las Células Presentadoras de Antígeno CPA presentes de el tejido linfoide. Tras un periodo de residencia en los mismos de unas 12-24 horas, de no producirse el reconocimiento antigénico, los linfocitos abandonan estos órganos y son devueltos a sangre para reiniciar el referido proceso migratorio, lo que se conoce como "recirculación linfocitaria".
Las quimioquinas son una familia de proteínas que juegan un papel fundamental en el tráfico linfocitario. Por un lado, las quimioquinas expresadas en la pared vascular de los OLS disparan la activación de moléculas de adhesión de la familia de las integrinas, cuya fijación aligando promueve la adhesión fuerte del linfocito al endotelio, un paso previo a la extravasación de los linfocitos al tejido linfoide. Así mismo, las quimioquinas inducen la migración dirigida de las células del sistema inmunitario, contribuyendo a la entrada y posicionamiento de las células T y B en microambientes específicos del tejido linfoide. Las señales que promueven la salida del os linfocitos de los OLS están mediadas por el lípido esfingosina-1-fosfato (S1P).
Tanto las quimioquinas como la S1P se unen a receptores acoplados a proteínas G (GPCR) expresados en la membrana de las células T y B.
El presente trabajo se basa en e
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados