Este trabajo es el resultado de una mirada intencionada sobre una realidad concreta que muestra la ocupación y transformación de un territorio en un momento determinado, el de la revolución industrial en Asturias. Es este un momento histórico algunas veces mal interpretado y demasiadas veces vinculado a la imagen de desolación que presentan muchas de estas antiguas ciudades industriales, donde las nuevas edificaciones se disponen junto a los vestigios de un brillante pasado industrial. Unas junto a otras pero incapaces de dialogar entre sí, ajenas a la idea de conjunto. Durante de la segunda mitad del s. XIX las instalaciones mineras concentradas en la región asturiana se multiplicaron hasta llegar a un total de treinta. Los inversores e industriales, en gran parte de capital extranjero, asumieron el papel de colonizadores en unos valles fluviales poco poblados donde estas instalaciones se convirtieron en alternativa al modelo social, productivo y formal tradicional. Esto supuso la aparición de los primeras ferrocarriles, viviendas y grupos residenciales sociales.
A mediados de 1920, se empezaron a agotar los recursos de montaña y gracias a los avances técnicos se inició la extracción intensiva del subsuelo. Las condiciones geológicas, la inversión extranjera en nuevas técnicas de extracción mecánica y el gran número de mano de obra disponible garantizaron un desarrollo rápido de los nuevos emplazamientos industriales en el fondo del valle.
Estos espacios se fueron consolidando e imponiendo su lógica en la organización de los nuevos asentamientos urbanos. La ciudad crecía así pegada a la industria.
Las cuencas mineras conectadas con los puertos mercantiles se impusierion sobre el tejido de aldeas y pequeños núcleos rurales y produjo una inversión en el modelo territorial preindustrial.
Tras dos siglos de explotación las cuencas carboníferas entran en la época postindustrial reducidas a la condición de eje de paso sin expectati
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