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Sea Ranch, Condominio i. Estrategias de construcción de lo cotidiano

  • Autores: Blanca Juanes Juanes
  • Directores de la Tesis: Emilio Tuñón Álvarez (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Politécnica de Madrid ( España ) en 2018
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: María José Aranguren López (presid.), Alberto Martínez Castillo (secret.), Antón García-Abril Ruiz (voc.), Jaume Mayol Amengual (voc.), Óscar Rueda Jiménez (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Proyectos Arquitectónicos Avanzados por la Universidad Politécnica de Madrid
  • Materias:
  • Enlaces
  • Resumen
    • En el año 1963, Charles Moore, Donlyn Lyndon, William Turnbull y Richard Whitaker comienzan, bajo las directrices de Lawrence Halprin, el diseño y la construcción del Condominio I. Una decisión que contribuye, de forma probablemente inconsciente, a ofrecer un enfoque más preciso sobre la moderna y heterogénea domesticidad americana.

      Condicionado por la vasta extensión geográfica del territorio, el interés por dar forma a lo cotidiano se extiende de forma exponencial en el continente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Difícil de categorizar en lo estilístico, esta arquitectura del día a día se reconoce, pese a su diversidad, a través de actuaciones mayoritariamente asociadas a grupos o movimientos determinados que se complementan con otras de carácter aislado entre las que puede contarse la aventura Sea Ranch.

      Entendida como una apuesta de exploración residencial responsable de sus relaciones con el entorno, la propuesta fue capaz de alcanzar notable difusión y una atención del establishment arquitectónico que comenzó a diluirse con el paso de los años y el progresivo avance de la retórica posmodernista.

      La inclusión de Charles Moore, cabeza de la operación, en la festiva escenografía posmoderna generó por parte de la crítica una reductiva asociación de su perfil a la gramática fenomenológica, relegando la investigación residencial llevada a cabo durante los años 60 a la categoría de reflexión de segundo nivel.

      Partiendo de esta convicción, extendida en lo popular pero limitada en lo crítico, el presente texto trata de alterar la estigmatizada visión del Condominio I para ofrecer una nueva imagen de la operación que permita reconocer el edificio como manifiesto real de una investigación en torno al espacio residencial. En este sentido, el ensayo se construye como una aproximación sucesiva, casi concéntrica, a los distintos niveles de domesticidad que toman forma en el edificio, desde una reflexiva situación en el entorno hasta la propuesta de ocupación interior de la vivienda. Siete estratos que evalúan diferentes estrategias en la creación de un diálogo entre arquitectura y habitante, basculando entre las que refuerzan una estrecha relación con su contexto y aquellas ligadas a la particular condición humana.

      Asociadas a las capas exteriores de la vivienda, las primeras estrategias de proyecto destacan por una naciente conciencia geográfica, por la desprejuiciada elección de una reconocible materialidad y por la consciente (y tan contemporánea como californiana) definición de los límites. Centradas en la estricta intimidad, las segundas revelan el convencimiento de sus autores en una arquitectura como capaz de crear espacios únicos a través de mecanismos comunes, mostrando su íntima asociación con lo individual y destacando la importancia de Charles Moore en el proceso.

      En la que no puede sino ser entendida como una declaración de cambio frente a lo precedente, la sensibilidad hacia el entorno se entremezcla con planteamientos menos evidentes que reinterpretan la tradición arquitectónica de la Bay Area, incorporando invariantes de la arquitectura asiática, significados importados de la cultura clásica y provocadoras alteraciones de lo perceptivo que este texto trata de interpretar en clave doméstica. Porque la extensa divulgación de la obra (de la que escasa información ha llegado a nuestros días), que durante los años posteriores a su construcción se concentró en lo geográfico para rápidamente iniciar una conexión con el posmodernismo, carece de una reflexión crítica sobre lo residencial llevada a cabo por sus autores durante la década de los 50 que estas líneas pretenden recuperar.

      Los profundos procesos de transformación operados sobre el lugar hoy y su impacto sobre un edificio con un discurso con vocación, por momentos, pedagógica (o redentora) hacen deseable una coda final centrada en su influencia posterior y su flexibilidad de adaptación a una sociedad que ha madurado más de medio siglo. El último capítulo ofrece así una visión objetiva de aquel influjo y otra más personal del resultado de la aclimatación temporal que muestra la validez de un discurso que ha sobrevivido a su fracaso como tendencia.

      Lo terrenal y la ensoñación, el elitismo clásico y el anonimato vernáculo, lo contemporáneo y lo atávico dan forma a un engranaje en el que la importancia de cada pieza es directamente proporcional a su relación con un conjunto que nunca pierde de vista al habitante como objetivo último y primero de estas líneas.

      El texto da así forma a un atlas de mecanismos de construcción de cotidianeidad difícilmente catalogable en su totalidad pero profundamente relacionado con otras aproximaciones a lo doméstico que construyen un universo residencial único, tan californiano como auténtico.


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