La teoría del conocimiento del filósofo Baruch de Spinoza, así como su ontología, están determinadas poderosamente por el nuevo modelo de verdad matemática de la física del siglo XVII. No obstante, hay suficientes evidencias textuales para pensar que esta tendencia, digamos, matematizante, no es unívoca, en el sentido de que Spinoza también se deja llevar por un concepto intuicionista, o instrumental, del método matemático, como si lo que importara de verdad fueran las intuiciones, y no la escrupulosa red demostrativa que rodea un teorema, o proposición filosófica. Es más, el sistema de Spinoza no se decide por una de las dos posibilidades, lo cual puede interpretarse en términos de perplejidad inherente al razonamiento -barroco- de nuestro filósofo.
De modo que, deliberadamente confusa o no, la filosofía de Spinoza también representa el esfuerzo de la modernidad por ofrecer a las personas un acercamiento espiritual a la vida, sin miedos, ni dioses, pero compatible con el desarrollo tecnológico y científico. En definitiva, el sueño de Descartes y Leibniz, pero más allá, y más valiente. Una modernidad que confía más en sí misma.
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