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Resumen de El zar terrible y el rey prudente. Incidencia de la cultura religiosa en las monarquías rusa e hispánica. Siglo XVI

Eugenia Smoktiy

  • En España y en Rusia el denominado cesaropapismo regio fue muy semejante y ello sirve para definir a ambas monarquías como autoritarias. Ambas culturas políticas se presentaron como entidades culturales y religiosas en la historia de Europa a finales del siglo XV, pero no se conocieron suficientemente a lo largo de la Edad Moderna; solo hubo contactos diplomáticos sólidos a finales del siglo XVII. Durante la época del esplendor hispano del Quinientos, los únicos puntos de referencia que tuvieron Rusia y España, fue la lucha contra los "infieles musulmanes" del Imperio Otomano.

    Este hecho marcó semejanzas que hicieron posible una forma muy parecida de entender la realidad política y cultural. Aquellas monarquías eran entidades políticas constituidas solo POR cristanos y PARA cristianos; ortodox unos y católicos otros.

    En las dos monarquías, los pilares principales eran el trono y el altar. Ambas potestades confeccionaron un poderoso credo de imágenes que habían de ser "consumidas" en sus territorios. Estos soberanos -Iván IV el Terrible y Felipe II el Prudente- Tuvieron como consigna controlar no sólo las acciones sino los pensamientos de sus súbditos. Ello permitió elaborar estrategias religiosas que disciplinaron la sociedad. Las Monarquías ordenaron la relación social de sus súbditos sobre el principio de la Iglesia. La política, pues, no se separó del todo de la teología. Es mi intención estudiar como se fue construyendo un imaginario ad hoc, y este objetivo se ha llevado me ha llevado una parte importante del tiempo de este trabajo que someto a la consideración del Tribunal.

    La primera aproximación a tal construcción, se basa en el examen de dos sistemas: eslavo-ruso oriental y latino-hispano occidental. Dos sistemas diferentes, aunque entroncados en la Cristiandad. Este nexo subsume todos los problemas que supone el concepto de alteridad cultural. De ahí, el estudio de la imagen que se tenía de la Rusia moscovita en España desde la Edad Media, a través de los mapas y portulanos de los cartógrafos genoveses, venecianos, mallorquíes y holandeses, y de ahí, también, el estudio de las formas simbólicas de los conceptos de soberanía del mundo ortodoxo y católico.

    La segunda aproximación apunta al desconocimiento mutuo. Sin embargo, cualquier acercamiento al problema -y como he pretendido comprobar en mi trabajo, hay varios-, pongo de relieve algo que, aunque aprezca obvio, nunca se percibió como tal: es que rusos y españoles pertenecían a la comunidad cristiana de la Europa Moderna. Sin embargo, el análisis interdisciplinario me ha permitido llegar a la conclusión que estas dos sociedades no se conocían sino que se imaginaban. Por esto la metáfora fue constante. El discurso metafórico generó estereotipos permanentes, discurso que también es objeto de mi reflexión. Tanto la "Rusia zarista" de Iván IV como la "España contrarreformista" de Felipe II se ignoraron tanto como se estereotiparon en función de sus intereses. Así se forjó por ambos lados la llamada "imagen del adversario", o dicho de otra forma, "la imagen del Otro".

    Todo emana del conjunto de ideas expuestas anteriormente: una dialéctica permanente entre la esfera doctrinal y el espacio social. He aquí la síntesis del Renacimiento y el absolutismo que palpita en este proceso histórico. Desde esta vertiente, la España felipina es uno de los ejemplos de la sociedad del Antiguo Régimen en la que la figura regia está en perfecta sintonía con el sentimiento religioso.

    LOs rusos y los españoles se consideraban a sí mismos portadores de la fe, portadores de la exclusividad religiosa cuyo valor inmanente descansaba sobre la base monárquica confesionalizada.

    En todo caso, en función de las características anteriores, subrayo que ambos monarcas -Felipe II de Habsburgo e Iván IV Vasilievich- eran Príncipes del Renacimiento aunque este concepto no puede ser identificado del todo y con la misma naturaleza en Occidente que en la historiografía rusa. Los dos eran soberanos con plenitudo potestatis y también se reconocieron como Vicarios de Cristo por cuanto su Auctoritas Regis estaba conferida en el servicio al Señor que era, por así decirlo, el "propietario de todo".

    Es mi intención poner en relación dos mundos hasta ahora diferenciados y separados no solo por la geografía, sino también por la historia. Pienso que la función del historiador es tratar de comprender y de descubrir las relaciones internas de los elementos inéditos y que hasta ahora han sido considerados incompatibles.


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