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Resumen de La famiglia Ruiz di Medina del Campo: persone, tessuti e vestiti nella castiglia del "Siglo de Oro" (1566-1600)

Gabriele Galli

  • El estudio que se presenta está orientado a la reconstrucción de varios aspectos de la multiforme relación de algunos miembros de la familia Ruiz – comerciantes de telas al por mayor – con los tejidos y los trajes, en el efervescente contexto del corazón del Imperio Hasbúrgico durante el último tercio del siglo XVI.

    La investigación emprendida empezó dirigiéndose hacia un objeto amplio (el consumo, los estilos de vida y la cultura material e “inmaterial”) con respecto a una “red familiar extendida” bibliográficamente bien documentada y dotada de un archivo único en su género, comparable sólo a los de los célebres Datini y Fugger. A lo largo del trabajo la investigación fue redefiniéndose y enfocándose progresivamente, desde el amplio concepto de “estilo de vida”, hacia el estudio de “un” consumo y “una” cultura material específicos. La relación entre los Ruiz (mayoristas de telas) y el binomio tejidos-trajes, por tanto, ha sido analizada en un marco amplio y desde diferentes escalas de observación. Se ha partido de la “familia de comerciantes” (a base de ampliar la información bibliográfica con la proporcionada por los documentos inéditos) y se ha continuado sucesivamente con una serie de investigaciones orientadas hacia la “familia de clientes” – sea en un período largo, sea aislando momentos concretos, incluyendo las biografías individuales y lo cotidiano, las compraventas por negocios y la adquisición de telas y vestidos – , para terminar con la comparación de la “red Ruiz” con otras 25 familias de Medina y Valladolid.

    El primer capítulo presenta brevemente el amplio estado de la cuestión, las fuentes seleccionadas (principalmente cuentas, inventarios, testamentos, notas sueltas, fragmentos de correspondencia y de otros documentos) y el método adoptado (la recopilación de datos homogéneos –cuentas e inventarios de bienes– y la construcción de una base de datos informatizada).

    Los dos capítulos que siguen, principalmente bibliográficos, consisten en una reelaboración y actualización de la primera parte de mi tesis de Máster, cuya estructura general se mantiene (se lleva a cabo, en definitiva, un trabajo de corte y confección parecido al del sastre de un arlequín). El capítulo 2, centrado en el Reino de Castilla en el siglo XVI, propone, a base de pinceladas sueltas – aunque algunas lo sean de “largo recorrido” o comprensivas de “grandes espacios” – una aproximación a la realidad social y económica castellana y a la figura del mercader enriquecido. A lo largo del capítulo, se hace, en efecto, una serie de anotaciones sobre la demografía y el feudalismo, el comercio y las finanzas, las ciudades y las ferias, las clases y la movilidad social, así como sobre “la moral de los mercaderes”; es precisamente en este contexto donde aflora, como un asunto central para los plebeyos enriquecidos, la aspiración a “vivir noblemente”. El capítulo 3 versa sobre la historia de la familia Ruiz; en ella presentamos a los miembros que conforman la primera y segunda generación (en las dos primeras secciones) y nos fijamos en particular (en las otras dos secciones) en la figura de Simón y en el Hospital General de Medina, que, muerto sin hijos, tuvo a bien fundar (acto gracias al cual pudo salvarse el extraordinario archivo familiar). Respecto a la primera generación, los actores principales son tres hermanos y un primo, mercaderes activos entre Medina del Campo, Burgos y Nantes, que en pocas décadas pasaron de dirigir algunos negocios mercantiles al por mayor en las ferias de Medina del Campo a concluir asientos con el Rey Felipe II, y fueron protagonistas de una rápida y fulgurante trayectoria socio-económica ascendente, interrumpida bruscamente por los tres herederos de la segunda generación.

    El capítulo 4 aborda el estudio de las telas y los tejidos, examina algunos negocios al por mayor (principalmente compraventas de lana y seda) y algunos otros al por menor (a través de los cuales se aprecian las actitudes mentales de los Ruiz), y analiza detalladamente más de 275 menciones de tejidos halladas en la documentación. Para la elaboración de este capítulo y los siguientes ha sido de gran ayuda el Tesoro de la lengua castellana, primer diccionario monolingüe vulgar, salido de la imprenta a principios del siglo XVII.

    En el capítulo 5 se efectúa, con la ayuda de la literatura publicada, una aproximación a la moda del siglo XVI (de ahí las alusiones a la “jerarquía de las apariencias” y a los trajes “nacionales”) y a una treintena de prendas de vestir de aquella época.

    A su vez, en el capítulo 6 se habla de la relación entre los Ruiz, el sastre y el traje. Se analizan las cuentas relativas a los trajes y a las confecciones, para lo que se utilizan tanto documentos específicos como las comparaciones realizadas con los datos extraídos de las fuentes y recogidos en nuestra base de datos; se señalan a continuación aquellas voces del “léxico del sastre” que han sido encontradas en la documentación, y se reconstruye la presencia de sastres en algunas cuentas de tejidos al por menor. Se presentan también, siempre en relación con los Ruiz, tres modalidades “alternativas” de adquisición de trajes (almonedas, testamentos y bodas) y algunos ejemplos de compra de sombreros, guantes, calzones y calzado.

    El capítulo 7 es el resultado de la comparación de los inventarios de los Ruiz con los de otras 25 familias castellanas de la segunda mitad del siglo XVI. Por un lado, se presenta brevemente la “riqueza” de las 33 personas analizadas, y por otro, se definen las macrocategorías de las que nos hemos servido para clasificar el patrimonio estudiado (sobre un total de más de 13.500 entradas correspondientes a más de 33.000 voces), para finalmente analizar con detalle la ropa (que cuenta con más de 3.100 entradas, correspondientes a casi 5.000 voces, y constituye, en consecuencia, la segunda macrocategoría más grande después de la “apariencia doméstica”).

    Las macrocategorías establecidas son “apariencia caballeresca” (caballo, carrozas, armas), “apariencia vestida” (ropa, accesorios, joyas...), “apariencia doméstica” (la parte “visible” o “expuesta” de la casa), “tareas domésticas” (la parte “invisible” o “apartada” de la casa), “fuentes de la apariencia” (rentas, bienes inmuebles y financieros) y “libros” (a veces presentes en gran cantidad). La macrocategoría “apariencia vestida” ha sido dividida en los conjuntos “traje”, “sombreros”, “accesorios”, “complementos”, “calzado” y “joyas”.

    Los 8 inventarios de los Ruiz (además de 7 testamentos) han sido estudiados dentro de un marco social más amplio (el constituido por 25 personas, de 14 las cuales disponemos asimismo del testamento). Es decir, hemos aislado un grupo de personas particularmente acaudaladas por su nivel patrimonial y que forman parte de un mismo “microcosmos” del vestido: el marqués de Aguilafuente, el Almirante de Castilla, el hijo primogénito de los Dueñas de Medina, señor y regidor, el médico del Rey y el obispo de Sigüenza. Entre estos inventarios destaca el inventario post mortem de Simón Ruiz. Con ellos guarda un cierto parecido el de su primo Francisco de la Presa; y a los dos siguen los inventarios de otros regidores, señores, caballeros y personas acaudaladas, así como los de los demás miembros de la familia Ruiz. A partir de un primer análisis inspirado por el oxímoron “eccezionale/normale”, habíamos supuesto que lo excepcional de Simón consistía en su archivo (reflejo al cabo, junto con la fundación del Hospital de Medina, de sus negocios) y que la “normalidad” del mercader radicaba en su cultura material (una realidad de todas formas que suponíamos asimismo que se manifestaría particularmente interesante en cuanto exponente de su ascensión económica y social). Pero lo que ha emergido, una vez concluida nuestra investigación y considerados otros nudos histórico-metodológicos, no es solo esa tendencia a “vivir noblemente” cuanto, sobre todo en lo concerniente a los trajes, un “excepcional estilo de vida noble” – compartido con variantes por los otros componentes de la red familiar. La comparación entre los dos inventarios de Simón (el primero realizado después de la muerte de su primera esposa) es la expresión de una riqueza que se incrementó considerablemente, y que puede resumirse metafóricamente en los botones – de oro por supuesto – de sus trajes, que pasan de tener tres perlas cada uno a cinco, o por el número de simbólicos adornos para el cuello, o por los accesorios y otros complementos. Su guardarropa aumentó en cantidad, calidad y variedad, hecho que es un testimonio fiel de su propia trayectoria socio-económica y que manifiesta, por otra parte, los cambios en la moda de la época (por ejemplo, las ropillas sustituyeron a los sayos).

    Los Ruiz y los Presa se sitúan entre los mayores poseedores, no ya de trajes en general, sino también de prendas de vestir sueltas: dentro de los inventarios analizados, entre los primeros 5 sujetos que poseen la mayor cantidad de bienes de este tipo, se encuentran siempre dos o tres pertenecientes a la familia. Al comparar las voces de los inventarios de los Ruiz con las de los inventarios más voluminosos de otros personajes, hallamos numerosas similitudes, evidentes en las menciones cuantitativas y verificables asimismo en las cualitativas, pero también una importante variedad de comportamientos individuales. Así pues, paralelamente al análisis directo de los sujetos particulares y de las prendas singulares, hemos podido reconstruir algo así como un guardarropa común a la totalidad de los personajes analizados, sirviéndonos a tal efecto de las voces más recurrentes y de los vestidos (y los sombreros, los complementos, los accesorios, el calzado y las joyas) más difundidos. Si con una observación “desde arriba” (es decir, desde las evidencias cuantificables que los inventarios proporcionan) cabe hablar, en efecto, de una moda, de unos modelos de consumo y de unas tendencias generales y compartidas, al leer en los documentos concretos ciertas voces singulares se comprueba enseguida que la variedad es también una constante. Variedad que está primero en los “ojos” del sujeto que redacta el documento (notario, vendedor, comprador), y que a veces se refiere a un mismo objeto – incluso en una misma hoja – con palabras – o letras – diferentes. Variedad también de telas y tejidos, sea dentro de un género específico de ellos (la seda: terciopelo, pelo y medio, dos pelos, damasco, tafetán...), sea en cuanto a su tipología (el dos pelos, por ejemplo, que puede ser “simple”, de rizo labrado, de rizo, de Bavas, de Granada, de Gonzalo de San Pedro...). Variedad, en fin, impuesta por la moda (un “fenómeno social total” en palabras de Konin), que se intensifica entre el final de la Edad Media y la primera Edad Moderna, que aumenta a lo largo del siglo XVI y que conduce, a pasos agigantados, a la instauración del “imperio de lo efímero” en el marco del “sartorial Ancien Régime”, siempre entre la incesante búsqueda de emulación y distinción (como afirman, entre otros, Lipovetsky, Roche y Bourdieu). Más que cambios de forma o de trajes, que los hubo y que han sido detectados, se advierte una abundosa variedad de tejidos y técnicas, de decoraciones y ornamentos, de guarniciones, bordaduras, pasamanos, fajas, trencillas…, y muchos otros: un cambio de “adjetivos” más que de “sustantivos”, superficial más que sustancial, pero no menos considerable.

    En conclusión, y resumiendo en una sola frase el recorrido entre sujetos, tejidos y trajes propuesto en la investigación, se presenta la historia de los Ruiz, una familia de mercaderes de lino vestidos de seda.


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