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Análisis del contexto histórico, arqueológico y epigráfico de las inscripciones celtibéricas: la conquista romana de Celtiberia (218-167 a. C.)

  • Autores: Serafín Olcoz Yanguas
  • Directores de la Tesis: Manuel María Medrano Marqués (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Zaragoza ( España ) en 2014
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Manuel Antonio Martín Bueno (presid.), María Ángeles Magallón Botaya (secret.), Jesús Liz Guiral (voc.), Luis Alberto de Cuenca (voc.), José Luis Ramírez Sádaba (voc.)
  • Materias:
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  • Resumen
    • La conquista romana de Celtiberia no se produjo por medio del ascenso contracorriente por el valle del Ebro para acabar penetrando en la meseta central sino justo al revés. Sus orígenes hay que buscarlos en el Tratado del Ebro, que marcó en 226 una frontera política con el curso de este río, entre las dos potencias que entonces se disputaban la hegemonía en el Mediterráneo: Cartago y Roma. Frontera que se mantuvo hasta el inicio de la Segunda Guerra Púnica en 218 y mucho después de que acabara ésta, tanto en la península Ibérica, en 206, como en general, en 201. De hecho, se mantuvo hasta que, en 197 y de forma inaudita e inexplicable, el Senado de Roma decidió anexionarse parte de los territorios de los pueblos que habitaban en la península Ibérica, dando lugar a la formalización de las provincias romanas de Hispania citerior y ulterior, con unos límites entre ambas distintos a los establecidos desde el inicio de la citada guerra.

      La romanización comenzó al norte del Ebro y llegó a las tierras de la actual Navarra a los pocos años del desembarco de Roma en la península Ibérica, que dio comienzo en 218, e incluso como consecuencia de esto, su organización política fue modificada por Roma en 206. Mientras que en la zona meridional de la península y en las regiones situadas al sur del Ebro el inicio de la presencia romana estuvo supeditado a su conquista de Celtiberia en 179. En 221 Celtiberia había pasado a formar parte de los dominios cartagineses y así se mantuvo hasta que en 218 dio comienzo la Segunda Guerra Púnica e incluso hasta que en 217 los celtíberos decidieron sacudirse el yugo cartaginés, pasando a ser aliados de los romanos. Además, este mismo año, tras derrotar en varias batallas a los cartagineses, Celtiberia recuperó en cierta medida la independencia que había perdido en 221 y gracias a ello no sólo su territorio no se vio afectado por la Segunda Guerra Púnica sino que incluso se benefició de ésta para expandirse por los territorios de los pueblos vecinos. Hasta 208 no se tiene la primera noticia de la presencia de cartagineses reclutando mercenarios celtíberos en la parte de Celtiberia más alejada del Ebro y de Roma, precisamente el mismo año en el que también volvió Asdrúbal con su ejército a cruzar Celtiberia para reclutar mercenarios y dirigirse con ellos al paso occidental de los Pirineos, en su camino hacia los Alpes y la península Itálica. En 207, los cartagineses volvieron a intentar un nuevo reclutamiento en Celtiberia que fue desbaratado por los romanos en la primera incursión que éstos hicieron en ella, valiéndose de desertores celtíberos que les sirvieron como guías. A pesar de lo cual, Celtiberia se mantuvo al margen del conflicto entre cartagineses y romanos hasta el final de la Segunda Guerra Púnica en la península Ibérica, acaecido en 206, y entonces debió de revalidar su condición de aliado de Roma que formalmente había mantenido desde 217.

      En 197 la delimitación formal de las fronteras de las provincias romanas de Hispania citerior y ulterior, creadas como tales en 205, hizo que Celtiberia se viera casi completamente rodeada por el territorio que desde entonces correspondió a Hispania citerior, quedando al margen de ésta pero como su zona natural de futura expansión. Especialmente después de que, en 195, Catón llegó hasta las mismas puertas de Numancia (Garray, Soria), en el corazón de Celtiberia, para lograr el apoyo de ésta y que Roma se acabara anexionando el territorio de Turdetania y deportara a sus habitantes al de la antigua Tarteso. Proceso imperialista que celtíberos, vaceos y vetones trataron de parar en el Tajo, enfrentándose juntos a los romanos en 193 y cuya derrota dio lugar al comienzo de la creación de una zona de seguridad entre Hispania ulterior y el valle del Tajo que, junto con el territorio correspondiente a la Celtiberia expandida, contribuyó a que los romanos pudieran dedicarse a la consolidación de los territorios pertenecientes a ambas provincias romanas de la península. Particularmente a los de Hispania ulterior y a los territorios de la citerior limítrofes con ésta.

      En 187 dio comienzo la guerra celtíbero-lusitana que concluyó en 179 con la conquista romana de Celtiberia y en el curso de la cual tuvo lugar también la primera incursión romana en los actuales territorios de La Rioja y en los de Navarra que están situados al sur del Ebro. Produciéndose este acontecimiento en 186, durante la tercera vez que el ejército romano penetraba en Celtiberia y esta vez lo hacía desde la meseta sur, atravesándola de sur a norte hasta llegar al valle medio del Ebro por el paso Manliano. Sin embargo, las victorias romanas obtenidas en esta campaña no condujeron al sometimiento de Celtiberia y, en 185, los celtíberos se aliaron con los lusitanos y se enfrentaron al ejército formado por las tropas de ambas provincias de Hispania, cerca del Tajo, saliendo éstas victoriosas. Entre 184 y 182, los celtíberos, directa o indirectamente, intentaron infructuosamente bloquear los accesos a Celtiberia desde Hispania citerior, logrando mantener a los romanos alejados de su territorio. Sin embargo, en 181, éstos les derrotaron en Carpetania y después llevaron a cabo una campaña de saqueo por Celtiberia, logrando la sumisión de la mayor parte de los celtíberos e hibernando por primera vez cerca del Moncayo, concretamente en la localidad navarra de Fitero que está situada en el valle del río Alhama justo en la zona en la que éste deja de discurrir encajonado entre montañas y continúa por la llanura hasta desembocar en el Ebro. Por lo que, en 180, los romanos que allí había remontaron el paso Manliano y llevaron a cabo una campaña en la Celtiberia ulterior o de la meseta del Duero, cuyos habitantes se habían rendido el año anterior, que casi les condujo a la derrota al regresar hacia el valle del Ebro por dicho paso. De ahí que, en 179, los romanos decidieran emprender la que sería la campaña definitiva para conquistar toda Celtiberia, empezando por la más alejada y ascendiendo desde allí por Oretania y Carpetania para volver a penetrar en la Celtiberia primigenia antes de regresar al sur para completar la sumisión de los olcades, tras conquistar su capital. Hecho lo cual, los romanos volvieron a la Celtiberia primigenia y culminaron la campaña que condujo a su definitiva y total conquista, tras una memorable victoria en el somontano del Moncayo.

      El desmantelamiento de la liga de ciudades celtíberas, forzando a cada una de ellas a mantener un pacto bilateral con Graco, hizo que éste tuviera que permanecer en Celtiberia durante todo el año 178, como propretor. Al igual que también debió hacer Postumio aunque, dado que en Lusitania o en el territorio de los vaceos los romanos todavía no realizaron una intervención en su organización política interna, es muy probable que éste permaneciera en Hispania ulterior como apoyo a la parte que indirectamente la reorganización de Celtiberia afectó a esta provincia, pues no podemos olvidar que este territorio era limítrofe con ambas Hispanias. De ahí que no sólo se viera afectada por ella Hispania citerior, bajo cuya influencia se encontraba la Celtiberia extendida, sino ambas provincias romanas e incluso los límites entre las respectivas áreas de influencia de las dos Hispanias que correspondían, precisamente, con el límite occidental de Celtiberia.

      Poco menos de un lustro duró la paz pues en 175 los celtíberos reeditaron la liga de sus ciudades y se sublevaron, comenzando la guerra con el ataque al campamento romano que éstos tenían en el corazón de Celtiberia. La rápida victoria de los romanos desbarató en esta ocasión las esperanzas de libertad y de resurgir como el poderoso estado que habían constituido anteriormente los celtíberos, en el mismo día en el que éstos pusieron en marcha su coalición y se sublevaron contra Roma, y les forzó a continuar asumiendo el sometimiento de la independiente Celtiberia.

      Como parte de los preparativos de la Tercera Guerra Macedónica, el Senado de Roma, para 171, decidió unir ambas provincias de Hispania en una sóla que quedó bajo el mando de un único pretor. No es de extrañar que estos cambios afectaran a las guarniciones, campamentos y demás representantes del poder romano desplegado en Hispania así como a la relación entre éste y los dirigentes de los diversos pueblos hispanos sometidos o aliados de la península Ibérica. Por lo que esta vez parece que los romanos intentaron hacerlo mejor que en 197, de ahí que previamente a la reorganización parece que el Senado de Roma tuvo en cuenta a los representantes de los principales aliados de Roma en Hispania, que aprovecharon la ocasión que les ofrecía este nuevo cambio administrativo para exponer sus quejas por el abuso de poder y los desmanes cometidos por los últimos procónsules que habían estado a cargo de las dos provincias de Hispania. Aunque el proceso fue inocuo para los dirigentes romanos y, tras varios aplazamientos, los hechos quedaron enterrados ante las noticias que llegaron a Roma acerca de una nueva sublevación en Hispania.

      La puesta en marcha de la reorganización de las provincias de Hispania fue interpretada por los celtíberos como una nueva oportunidad para liberarse del yugo de sus vecinos romanos, provocando una sublevación generalizada en Celtiberia que, ese mismo año 171, movilizó a todos los celtíberos bajo la dirección de su último caudillo, Olíndico. Pues, en adelante, la lucha de los celtíberos contra Roma solo fue protagonizada por una parte de ellos, concretamente por los numantinos ya que, a diferencia de los lusitanos, los celtíberos no volvieron a combatir todos unidos como un único pueblo al carecer de un caudillo que los volviera a guiar de esta forma. Tras dar muerte a Olíndico en su campamento, los romanos le cortaron la cabeza a él y a otros tres celtíberos que debían haberle acompañado en su nocturna operación contra el campamento que aquéllos mantenían en Celtiberia y entraron con ellas en el campamento de los sublevados celtíberos. Aunque no hizo falta que penetraran en él con todo el ejército para someterles ya que la entrega de las cabezas cortadas surtió el efecto buscado entre los celtíberos, ocasionando la rendición inmediata de cada una de las ciudades celtíberas coaligadas, conforme les fueron llegando las noticias de lo allí acaecido, hasta comprobar que habían acabado con la última sublevación de los celtíberos a lo largo de ese año y del siguiente. Consecuencia de lo cual fue la división de Celtiberia en cuatro partes, aplicando así una política que poco después también empleó el Senado de Roma con los reinos de Macedonia e Iliria, una vez que los hubo derrotado en 168, dividiéndolos también en cuatro partes.

      La definitiva desaparición del estado celtíbero también facilitó el mantenimiento de la paz romana en la sometida y dividida Celtiberia, hasta que en 154, la ciudad de Segeda incumplió o interpretó a su favor el pacto suscrito con Graco y arrastró con ella a sus aliados y parientes numantinos, en un conflicto que se prolongó hasta la completa derrota de estos en 133. Fecha en la que se completó la sumisión de los últimos celtíberos que hasta entonces lucharon por su libertad como pueblo, organizado primero en un estado territorial y, finalmente, en las ciudades-estado en las que se apoyó Roma para reestructurar el territorio por medio de los nuevos distritos que se crearon alrededor de ellas.


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