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El mandala en la obra de Carl Gustav Jung: experiencia y contexto

  • Autores: Alejandra Elbaba
  • Directores de la Tesis: Victoria Cirlot Valenzuela (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat Pompeu Fabra ( España ) en 2018
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Estela Ocampo (presid.), Josep Gallifa i Roca (secret.), Tania Alba Ríos (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: TDX
  • Resumen
    • En esta investigación exploramos el origen, significado y funciones del simbolismo del mándala en la obra de Carl Gustav Jung. Partimos de lo que consideramos su experiencia personal en El libro rojo, la serie de dieciocho mándalas pintadas por él y ubicadas en el centro del libro, producto de su imaginación activa. Indagamos en su comprensión, mediante el método comparativo, poniéndola en relación con el contexto más amplio del ambiente intelectual que rodea a Jung en la primera mitad del siglo XX.

      Este estudio ahonda en la influencia del pensamiento y tradiciones orientales en las investigaciones de Jung y se sumerge en el Círculo Eranos por sus estudios sobre el simbolismo y la profundización de la relación Oriente – Occidente; considera la figura de Giuseppe Tucci destacando su teorización del mándala indo-tibetano en el marco de la psicología junguiana y, finalmente, atiende a la conceptualización del mándala como categoría especial de la simbólica en la obra teórico – científica de Jung, testimonio de su vivo interés por el simbolismo mandálico. Gracias a la publicación de El Libro Rojo de Carl Gustav Jung, podemos tener acceso al material que, según el mismo autor lo atestigua, significó el culmen, el motivo y la explicación de toda su obra posterior: sus visiones entre los años 1913 y 1917, autoanalizadas, elaboradas y plasmadas en imágenes textuales y plásticas. No profundizaremos aquí en las circunstancias que condujeron a que esta obra fuese publicada por primera vez casi cien años después de su construcción, pese que no deja de llamar la atención que este libro iluminado, vea la luz en estos frágiles comienzos de nuestro siglo XXI.

      Mi encuentro con El libro rojo tuvo lugar en el curso Imagen y texto, del Máster en Estudios comparados de Literatura, Arte y Pensamiento (enero-marzo 2011), impartido por la Dra. Victoria Cirlot. Allí tuve, desde el principio, la impresión de que más que leerlo, había que “entrar” con los pies desnudos, porque era, cuando menos, una tierra extraña . La Profesora Cirlot, sugirió que una de las puertas de abordaje posible podían ser los mándalas pintados por Carl Jung. Es así que, habiendo comenzado con esta investigación durante los estudios de Máster, he deseado internarme aún más en la comprensión de este símbolo de la transformación individual y colectiva y guía hacia el Centro. En esta tesis me ocuparé de contextualizar el mándala para, al modo junguiano, amplificar sus significados, por un lado, en la atmósfera intelectual de la que Jung bebía y, por otro lado, en su obra teórica, tan fecunda y explícita respecto a este simbolismo.

      En la primera parte de la tesis exploro la serie de 18 mándalas pintadas por Jung en El libro rojo, describiendo sus características visuales y reconociéndolas producto de su imaginación activa. En la segunda parte, me aboco a El secreto de la flor de Oro, tal como lo consideró Jung: un texto de alquimia china que le ayudó en la comprensión del Libro rojo y le hizo apartar del mismo. La tercera parte expone la relación de Jung con Oriente, en el contexto del Círculo de Eranos, la referencia a Giuseppe Tucci, en su estudio del mándala y la conceptualización junguiana del mándala como arquetipo del Sí-mismo.

      Las conclusiones a las que he arribado: En todo el trayecto de este trabajo, hemos intentado dar cuenta del valor y significado del mándala en la vida y obra de Carl G. Jung, a partir de la serie que el psiquiatra suizo dibuja y pinta con tanto cuidado en El libro rojo. Hemos podido observar que la posición central de estas figuras brinda cuenta de su inestimable protagonismo en la expresión de las etapas del proceso de individuación, a la vez que reafirma la importancia de la “imagen” en la teoría junguiana. De esta manera, estas imágenes señalan una “zona intermedia” que se convierte en síntesis de los opuestos que integran el sí-mismo. Dichas figuras nacen de imágenes internas, las cuales podríamos decir que, aunque aparecen al sujeto como una unidad autónoma, están compuestas por materiales de las más diversas procedencias. Si bien son productos de contenidos del inconsciente, las imágenes internas expresan sólo aquellos contenidos que se hacen pertinentes a la conciencia según el estado actual de ésta. En este sentido, la técnica de la imaginación activa no es sólo método sino, también, punto de llegada a alcanzar pues promueve el efecto de comprensión de lo inconsciente, produciendo un cambio de actitud que Jung define como “centro no egoico” (Jung, 2009a: 401).

      Pudimos demostrar, además, que la repetición de las imágenes o de algunos de sus elementos, densifican la serie a la vez que le otorgan unidad sintáctica y semántica, poniéndola al mismo tiempo en relación con otras imágenes o series de imágenes. Los mándalas se relacionan entre sí y se van transformando, dando cuenta de una “otra” transformación que se opera en el interior a la que Jung llamó proceso de individuación. Más aun, para Jung el mándala no sólo manifiesta la transformación, sino que “es” transformación.

      El estudio del análisis que hace Jung de los mándalas de Kristine Mann, nos posibilitó el marco para intentar acercarnos a una posible interpretación de sus mándalas en El libro rojo. Allí Jung observa de qué modo se van produciendo los cambios y sucesivas evoluciones, de tal manera, que más que a un número de cuadros, asistimos a la mutación de un único mándala que, en su camino de transformación, produce nuevos motivos, adquiriendo nuevas fisonomías y conservando algunas características que darán justamente la idea de proceso y, a la vez, de continuidad. Esto, también, nos lo ha proporcionado el análisis de los “pares” de mándalas de nuestra serie, a la manera del gran libro de Hermes.

      Partiendo de El libro rojo, el orden cronológico nos permitió seguir paso a paso los descubrimientos de Jung respecto de este simbolismo tan ancestral, tanto desde la dimensión de su experiencia personal como desde su conceptualización teórica. De esta manera, puesto que El secreto de la Flor de Oro fue lo que apartó a Jung del Libro, profundizar en su comentario, nos ha ayudado a descubrir la influencia que el mismo provocó en nuestro autor así como lo que la relación con Richard Wilhelm significó para Jung en el desarrollo de su pensamiento.

      Entre las tesis científicas de las cuales Jung se sentirá deudor de Wilhelm, por alcanzarle la traducción de El secreto de la Flor de Oro, nos encontramos con el descubrimiento de que el desarrollo psicológico adulto no es lineal sino circular. Esta fue una de las importantes influencias en el pensamiento psicológico del psiquiatra suizo así como, también, la sincronicidad, gracias a la traducción del I Ging. Su teoría de la sincronicidad, además, traerá importantes cambios de desarrollo en el proceso de individuación, en el que los acontecimientos psíquicos a menudo suceden por sincronicidad, de repente, no por la planificación y no de forma incremental.

      Lo que Jung encontró en el tratado chino que Wilhelm le envió en 1928 fue una descripción de las imágenes y experiencias espirituales paralelas a lo que había encontrado en el análisis de sus pacientes occidentales. Aún más importante, vislumbró, tal vez en un primer momento, el movimiento dinámico común al Este y al Oeste que identifica la individuación (como Jung entendía este proceso) como el objetivo del desarrollo psicológico. Proceso de individuación o «Transformación» como un proceso arquetípico arraigado en el inconsciente colectivo y dirigido por el Yo. Desde esta perspectiva, relacionó los símbolos e imágenes del texto chino con el inconsciente profundo manifestado en las estructuras, procesos y representaciones simbólicas ofrecidas en los sueños de la gente moderna en el análisis, en particular el símbolo del mándala. En este Comentario, es la primera vez que menciona “mándala” en sus escritos, lo que nos llevó a pensar que Jung sitúa sus propios mándalas en línea genealógica con la larga y antigua tradición mandálica tanto oriental como occidental. En esta segunda parte, hemos hecho una sintética alusión a la tradición alquímica dado que lo que encuentra Jung en El secreto de la Flor de Oro es que la alquimia será de gran importancia para la comprensión del inconsciente. Para la teoría Junguiana, el paralelo psicológico de las etapas del proceso alquímico es el proceso de individuación, concebido como proceso de integración de los contenidos de lo inconsciente y el logro de la conciencia de sí-mismo. En este sentido, Jung señaló al mándala uno de los puntos fuertes de unión entre la alquimia y la psicología del inconsciente, símbolo de totalidad en ambos paradigmas.

      El recorrido de la segunda parte nos permitió un camino circular, mandálido. Partimos del epílogo de El libro rojo, en el que Jung nos presenta El secreto de la Flor de Oro, libro de alquimia china interior o espiritual. Pasamos por las obras teóricas de Jung, en las que se basa en el simbolismo alquímico para desarrollar sus tesis acerca del proceso de individuación, el sí-mismo, la presencia de los arquetipos en lo inconsciente colectivo y el fenómeno de la transferencia terapéutica. Y, finalmente, retornamos, de la mano del Mutus Liber, al corazón de nuestro Libro. Podemos concluir que los mándalas, con su tendencia a la totalidad, promueven el proceso de individuación, y se hacen presentes en las distintas tradiciones así como en los sueños e imaginaciones activas del hombre contemporáneo. Su dinamismo encarna la transformación, la expresa y la produce.

      Si bien Eranos ha sido tan importante en la vida y obra de Carl G. Jung, lugar donde éste presentaba a modo de primer ensayo como quien da a leer los manuscritos a un amigo, sus obras en ciernes, no es menos interesante advertir que también entre sus contemporáneos el mándala aparecía con frecuencia e interés. El mándala está presente en casi todos los Anuarios de Eranos, al menos durante la vida de Jung que es la etapa a la que nos hemos referido. Aquel puente que tanto creadores como inspiradores y participantes, han intentado construir entre Oriente y Occidente, nos resultó de la mayor utilidad para comprender el mándala en toda su dimensión y nitidez.

      Decidimos exponer separadamente los aportes de Erich Neumann, quien sucedió a Jung en la coordinación del Círculo Eranos, pues siguiendo a su “maestro” abordó en Ascona el simbolismo del mándala como arquetipo, concepto y experiencia.

      El mándala apareció como el símbolo unificador de las polaridades interno – externo; consciente – inconsciente; femenino – masculino; individual – colectivo; es el símbolo mediador que viene a ocupar el “tercer lugar” en la ‘función trascendente’.

      En una importante pluralidad de voces, emergen las características principales del mándala. Por un lado, algunos coinciden en destacarlo como instrumento de meditación, por su capacidad de concentrar en sí todas las facultades intelectivas y afectivas en favor de la actitud meditativa. En este sentido, se lo reconoce como círculo delimitador entre el interior y el exterior adverso.

      Por otro lado, prorrumpen los principales aspectos de los mándalas en general como la presencia de la cuaternidad, el o los círculos en combinación con un cuadrado, la cercanía de forma y función al motivo del laberinto, la plasticidad como esquema explicativo de orden y reorganización del ser humano y de los pueblos, la correspondencia microcosmos – macrocosmos, así como su dimensión simbólica de la totalidad y de la transformación, convirtiéndose en un motivo que señala la adquisición de conciencia de un nuevo punto central en el proceso de individuación.

      Por último, hay un consenso eraniano en comprender explícita o implícitamente los mándalas occidentales en vinculación con los orientales tradicionales.

      Dentro de lo que denominamos la tradición mandálica, no podíamos dejar de mencionar a Giuseppe Tucci, uno de los hombres más conocedores del mundo espiritual de Oriente. Con sus publicaciones, permitió captar el entorno cultural del que surge el mándala, las razones de su gestación y las múltiples correspondencias que lo unen a la cosmovisión india y tibetana.

      En Teoría y Práctica del Mandala, Tucci intentó ofrecer una interpretación de este simbolismo ancestral, beneficiándose también de las concepciones modernas de la estructura mandálica según el punto de vista de Carl Jung, hacia quien siempre mostró gran interés. El mándala, proyección geométrica del mundo, no es sólo un cosmograma, porque al realizarse la transformación del mistagogo gracias a la identificación con el centro del mundo y quedar así determinadas las razones primeras de la eficacia de la obra que aquél pretende realizar, el mándala asume pronto un significado más profundo; se convierte en un psicocosmograma. Es el esquema de la desintegración de lo uno en lo mucho y de la reintegración de lo mucho en lo uno, en la conciencia absoluta, entera y luminosa. Queda, pues, como paradigma de la evolución y de la involución cósmicas, pero quien lo utilizaba no lo hacía deseoso tanto de un retorno al centro del universo como de un fluir de las experiencias de la psique a la concentración, a fin de hallar la unidad de la conciencia, concentrada en sí y no distraída, y de descubrir el principio ideal de las cosas.

      El esquema tucciano del mándala es muy parecido al que encontramos luego en Jung en los artículos de la década del 50: círculos concéntricos, fajas, centro, etc. Y, lo más importante, los mándalas que Jung denomina individuales (pintados por él o por sus pacientes) ostentan una gran similitud con el mándala indo-tibetano descripto por Tucci.

      Por último hemos centrado la mirada en la obra teórica de Jung, a través de la cual pudimos apreciar la alta consideración de Jung respecto a este simbolismo, el estudio detallado y profundo que realizó de él y el desvelamiento de sus funciones en el proceso de individuación.

      Creemos que queda claro que los mándalas de la serie dan cuenta de una intrínseca relación entre sí, son manifestación de un estado espiritual, de la incubación, el renacimiento y la transformación del sí-mismo y, a su vez, lo provocan y que la construcción teórica y práctica de los mándalas en Jung reconoce su genealogía en las tradiciones orientales, donde nace este simbolismo. Entre las funciones principales del mándala (en el aspecto psicológico y terapéutico) destacamos la integración de los opuestos, la expresión de las distintas etapas del proceso de individuación y la reordenación de la personalidad.


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