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El imperial Alejandro

  • Autores: Margarita Cifuentes Cuencas
  • Directores de la Tesis: Fernando Suárez Bilbao (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad Rey Juan Carlos ( España ) en 2016
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Juan Carlos Domínguez Nafría (presid.), María Palma Peña Jimenez (secret.), Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera (voc.), Rafael Feria y Pérez (voc.), Feliciano Barrios Pintado (voc.)
  • Materias:
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • “EL IMPERIAL ALEJANDRO” El Ejército como institución, suele ser para el estudioso de la historia un mundo extraño y desconocido con el que suele establecerse un contacto singular y, por desgracia, limitado. El conocimiento del Ejército suele estar centrado en el estudio de las batallas y las acciones bélicas, olvidándose que detrás de la institución hay hombres. Por lo general, la gente desconoce ciertamente cómo es, cuáles son sus problemas y sus preocupaciones, cómo funciona, quiénes lo forman o por qué esa institución es así y no de otra manera. Mucho más si ello es referido a tiempos pasados.

      Los historiadores militares, en otras épocas, poco contribuyeron a deshacer ese estado de cosas. Los tratados de historia militar se limitaban tradicionalmente a narrar una sucesión más o menos lineal de hechos bélicos, algo así como un compendio de batallas, con alguna intrusión en el campo del denominado Arte de la Guerra, dígase logística, balística, orgánica o cualquier aspecto relacionado con la táctica o la estrategia. Mi interés por el Ejército va mucho más allá de la orgánica o la estrategia. Quise centrarme en su estudio como institución, como grupo humano inserto en una sociedad determinada en un momento concreto de la Historia, y de características bien definidas y, por tanto, singulares.

      El trabajo de investigación trata del estudio de un grupo humano singular, un Regimiento de Infantería español, el Imperial Alejandro, de trayectoria muy especial y con unos rasgos de identidad muy propios y definidos. Unos rasgos que le llevaron a protagonizar algunas de las más bellas, importantes, y también desconocidas páginas de nuestra Historia. El Imperial Alejandro fue protagonista y actor de excepción en el triunfo del pronunciamiento de Riego de 1820, que supuso un radical cambio de Régimen y el restablecimiento de la Constitución de Cádiz de 1812.

      Su contribución al triunfo de la causa liberal fue decisiva. Cuando la sorprendente revolución iniciada un 1 de enero en las Cabezas de San Juan con el grito de Riego, ya se había dado por perdida en Andalucía, y el mismo Riego estaba a punto de ser apresado, los soldados del Imperial Alejandro, con su entusiasta pronunciamiento en Ocaña el 5 de marzo de 1820, decidieron definitivamente la voluntad dubitativa del Monarca hacia la solución constitucional. Y fue tras la Jura de Ocaña, cuando el movimiento revolucionario, ya a punto de apagarse definitivamente, comenzó a propagarse con inusitada rapidez por toda la geografía nacional hasta su triunfo. Ahora bien, ese protagonismo hasta este momento ha sido ignorado por desconocido, sin quedar constancia alguna en los libros de historia. Con este trabajo de investigación he querido sacarlo a la luz para que deje de ser un suceso desconocido y adquiera la relevancia que le corresponde.

      La participación del Imperial Alejandro en todos aquellos sucesos, sólo puede entenderse conociendo la particular trayectoria de los hombres que componían el Regimiento. Conocer los elementos especiales que definían ese grupo humano como diferente y extraordinario, y comprenderlos a ellos y sus motivaciones, es precisamente lo que me propuse al comenzar esta compleja investigación. Pero para ello era preciso retrotraerse en la Historia de nuestro país… en concreto a los primeros años del siglo XIX.

      En aquella época, Napoleón Bonaparte se enseñoreaba por toda Europa, mientras España luchaba por salir del retraso y el ostracismo, relegada a potencia de segundo orden en el concierto internacional. En 1807, en aplicación del Tratado de Paz de San Ildefonso, España se vio obligada a colaborar con Napoleón, enviando un Cuerpo de Ejército de casi 15.000 soldados al Norte de Europa para participar en el bloqueo continental impuesto por el Emperador a Inglaterra, su enemigo tradicional. Durante meses, los soldados españoles permanecieron en aquellas costas heladas, cumpliendo fielmente su misión. Pero al conocer el levantamiento madrileño del 2 de mayo, no tardaron en sublevarse y huir a España, con la ayuda de barcos ingleses, para combatir en suelo patrio al invasor francés. Por desgracia, no todos pudieron escapar. Más de cinco mil españoles fueron apresados por el Emperador. Después de meses de sufrimiento en miserables depósitos de prisioneros, muchos de ellos, más de 2.000, se alistaron en una unidad creada por Napoleón: el Regimiento de Infantería José Napoleón. Una difícil decisión que marcó para siempre sus vidas. Como soldados del Ejercito Imperial, estos españoles conocieron de primera mano los progresos de la Revolución francesa, y compartieron con sus camaradas de armas, lecturas (Voltaire, Russeau, Diderot) y pensamientos, así como una nueva forma del ver el mundo y el orden tradicional.

      Durante cinco años, estos españoles convivieron con soldados franceses, aquellos mismos que difundieron por toda Europa los ideales de “igualdad, fraternidad y legalidad” de la Revolución francesa, y que “portaban un bastón de mariscal en sus mochilas”. Por decisión del Emperador, no fueron enviados a luchar a España, por temor a que desertaran y se pusieran al lado de sus compatriotas. En su lugar, los envió a la terrible campaña de Rusia. Pero aquélla no era su guerra, su guerra estaba en España, por lo que, de forma individual o en masa, decidieron abandonar las filas francesas y buscar protección en las filas rusas.

      Como muestra de su admiración hacia España y en premio a su comportamiento, el Zar Alejandro I creó un nuevo Regimiento de original y evocador nombre, el Imperial Alejandro, y lo devolvió a la Península vestido y uniformado a su costa. Era su particular manera de contribuir a la guerra que España mantenía con Napoleón, y una especial atención a su amigo personal, el rey Fernando VII.

      La España que encontraron estos soldados a su regreso no se parecía en nada a la que habían dejado cinco años atrás. Además de la ruina provocada por la devastadora Guerra de la Independencia, la sociedad había cambiado, y mucho, sobre todo en su mentalidad. Tal vez existan pocos ejemplos en la Historia de naciones que hayan sufrido tanta transformación en tan corto periodo de tiempo, aunque no se trata de una característica propia de nuestro país, pues, en realidad, Europa vivió en esa época continuas transformaciones y constantes mudanzas. Se trató de una etapa revolucionaria, de transición entre el viejo mundo conocido y el nuevo mundo por conocer, entre el Antiguo Régimen y el Estado Liberal, entre la sociedad feudal y la sociedad burguesa. El gran paso del hombre: de ser simple súbdito, a ciudadano.

      Y es en ese ambiente de cambio y revolución, en medio de una sociedad convulsa y en constante transformación, donde nos encontramos a un protagonista de excepción: el Imperial Alejandro. Los años pasados por aquellos hombres con sus camaradas franceses influyeron de manera decisiva en su mentalidad. Albert Einstein solía decir: “La mente que se abre a una nueva idea jamás regresa a su tamaño original”. Así fue en el caso de los soldados españoles. El cambio en su mentalidad fue definitivo, y les impulsará a participar en el Pronunciamiento de Riego de 1820 de una manera decisiva, hasta el punto de hacer triunfar un levantamiento que estaba a punto de ser desbaratado. La participación del Imperial Alejandro en estos hechos no tardó en ser reconocida y premiada. Sin embargo, muy poco duró su gloria. En 1823, tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis se produjo en España la reimplantación del absolutismo. Una de las primeras medidas que adoptó Fernando VII fue la supresión de esta unidad militar.

      Durante mi investigación intenté no constreñirme a los tópicos y limitarme a una mera relación exhaustiva y minuciosa de las operaciones militares en las que participó el Regimiento. Pretendí ir un poco más allá y, siguiendo a esos hombres en su evolución y en el día a día, intenté, de ese modo, descifrar su pensamiento y las motivaciones que en un momento dado les llevó a obrar de una determinada manera. El principal objetivo que me empujó a embarcarme en este complejo y minucioso estudio de más de casi 3000 páginas, fue la pretensión de narrar una historia extraordinaria, una historia de la que tan sólo unos pocos han oído hablar. Una historia singular; la historia de hombres de guerra y de paz en un tiempo de transformaciones y revoluciones. Hombres de guerra y de paz que se vieron involucrados en la lucha del Emperador Napoleón Bonaparte por hacerse con el dominio de la tierra y del mar en un momento de cambios y convulsiones que trastocará fronteras y arrasará países. Mi propósito fue contar la historia de unos soldados que tuvieron que vivir un momento histórico extraordinario y dramático (el final del Antiguo Régimen y del viejo mundo conocido, y el comienzo de otro nuevo y por conocer). Hombres anónimos. Hombres de guerra, hombres de paz a los que les tocó vivir tiempos convulsos, tiempos de cambio y revolución, y de narrar cómo lo vivieron, convertidos en protagonistas de excepción. Protagonistas únicos de un relato humano que habla de orgullo y castigo, de triunfo y fracaso, de alegría y sufrimiento, de gloria y miseria, de honor, de dignidad y, sobre todo, de Patria.

      Para ello basé mi estudio de más de seis años en la búsqueda y análisis de cientos de documentos de archivos nacionales y extranjeros. También en las innumerables memorias de los soldados franceses participantes en la campaña de Rusia, y también en los relatos de los participantes directos de los hechos descritos, por desgracia muy escasos, apenas unas pocas cartas y diarios, y algunas memorias elaboradas a partir de viejos recuerdos, redactada años después de los acontecimientos. Con la paciencia, la curiosidad y la exhaustividad del entomólogo, he intentado reconstruir sus vidas. El resultado fue esta tesis doctoral.


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