A lo largo del período histórico de la Restauración (que identificamos con la vigencia de la Constitución de 1876) se acumularon una serie de dificultades que llevan a hablar de la "España de los problemas" al tiempo que el sistema canovista se reveló incapaz de asegurar un proceso de modernización homogéneo y de adecuada representatividad y participación política. Paralelamente se incubaban sucesivas opciones de común matiz revolucionario difícilmente compatibles entre sí (republicanos, anarquistas, socialistas, comunistas).
Se reconoce generalmente que la provincia de Badajoz, ámbito territorial de nuestra investigación, sufría uno de los más agudos problemas sociales de España, con elementos comunes a otras zonas: predominio de la gran propiedad, malas comunicaciones, nulo desarrollo industrial, defectuosa distribución de la renta y bajo nivel de vida de gran parte de la población. Pero dificultades semejantes existen en otras sociedades y no siempre el desenlace adquiere los caracteres que en la España de los años treinta. La razón de la crisis no serán tanto unos determinados problemas cuanto la incapacidad de afrontarlos de manera satisfactoria por las fuerzas políticas que se hicieron con el rumbo del país en abril de 1931,. Esto ocurrió, entre otras razones, porque no tenían un proyecto común y hacían propuestas técnicamente contraproducentes (como la reforma agraria en que estaba anclado el republicanismo burgués) o lastradas por su propia inspiración totalitaria (como el colectivismo agrario socialista).
Aunque no creemos que las causas se impongan o sean derrotadas por su carácter de legitimidad, la experiencia de la República y la propia Guerra Civil demuestra que las ideologías revolucionarias resultaron ser, como mínimo, ineficaces. Las verdaderas posibilidades para la modernización no estaban en el terreno agrario sino en el industrial. Sólo en la medida en que éste se desarrollara podría absorberse el exceso de población campesina, crecería la riqueza y se expansionaría el sector terciario. Y esto sin olvidar que solamente puede hablarse de modernización cuando se da un proceso sostenido, sin extraordinarios costes humanos y económicos, que produce la adecuación de los elementos estructurales de una sociedad (instituciones, leyes, mecanismos de gestión del conflicto, relaciones entre los distintos sectores implicados en la producción, etc.) a las necesidades de cada momento histórico y contribuye al crecimiento moral y cultural de la población. Un verdadero proceso de modernización se fundamenta en formas políticas que conjuguen la participación con la autoridad; en el desarrollo educativo; en la libertad religiosa; en la existencia de formas asistenciales que no generen dependencias caciquiles y en el control de la actividad subversiva y terrorista practicada por las fuerzas anti-sistema. De todo ello carecieron las propuestas y las experiencias revolucionarias españolas y, en ese contexto, se fue gestando lentamente una alternativa que sería, con el tiempo, el Movimiento Nacional.
En este trabajo nos proponemos establecer la nómina más aproximada posible de personas relacionadas con la Provincia de Badajoz que perdieron la vida como consecuencia del conflicto a que estamos aludiendo. Pero no se trata exclusivamente de establecer una contabilidad cuyo interés histórico es secundario si no va a acompañada de una mejor caracterización de los hechos ocurridos, detectando las raíces históricas y las largas consecuencias de un conjunto de fases sucesivas en las que se pasó del Estado liberal a la revolución, de la revolución a la guerra y de la guerra a un Nuevo Estado que se había empezado a configurar en el período bélico.
El tiempo delimitado (1931-1939) está relacionado con la finalidad que hemos definido para esta investigación. En 1931, con la implantación de la República, culmina un proceso revolucionario cuyos orígenes remotos pueden ponerse en el inicio de la Edad Contemporánea, cuando se inicia la larga serie de guerras civiles, revoluciones y golpes de Estado que llena el siglo XIX y crea la situación convulsa que caracteriza a los preludios del XX. En abril de 1931 llegan al poder o disputan por ocuparlo buena parte de las fuerzas que habían protagonizado dicha ofensiva revolucionaria en los últimos años dando a la situación a partir de entonces una tónica de violencia y disturbios. El punto de término, marcado por el final de la Guerra Civil, podría prologarse hasta la consolidación del Nuevo Estado y la derrota definitiva del último intento de hacerse con el control de la situación por medio de la violencia. A partir de los estertores de las guerrillas, las estrategias de la oposición serán diferentes.
Hemos elegido como parte del título el de un libro publicado por el que fuera diputado por Badajoz y ministro de la Gobernación, Rafael Salazar Alonso: "Bajo el signo de la revolución". Vinculado desde su juventud al republicanismo, protagonista activo de los primeros pasos de la Segunda República, supo descubrir a tiempo que era imposible que el régimen se consolidara como un marco estable de convivencia y progreso si no conseguía ser un Estado garantizador del orden público y respetuoso con la propiedad, las libertades y con los demás postulados del régimen social existente y para ello era imprescindible neutralizar a las fuerzas revolucionarias que venían haciendo imposible la convivencia y la modernización de España desde años atrás.
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