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La transición energética como matriz para el diseño de una nueva gobernanza global

  • Autores: Thays Ricarte Lopes
  • Directores de la Tesis: Jordi Jaria i Manzano (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universitat Rovira i Virgili ( España ) en 2017
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Susana Borràs Pentinat (presid.), Antonio Cardesa Salzmann (secret.), Raquel Vanyó Vicedo (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Derecho por la Universidad Rovira i Virgili
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  • Resumen
    • La presente tesis doctoral tiene su germen en una preocupación que se enmarca dentro de los fallos de gobernanza del sistema-mundo capitalista, esto es, la de la estructura institucional del metabolismo social global, en el contexto de la crisis ambiental planetaria. En particular, el análisis se origina como consecuencia de la constatación de las “externalidades” que presenta el modelo energético, en el contexto de un marco normativo internacional, que, aparentemente, pretende responder de manera efectiva a la crisis ambiental. Con el objeto de comprender esta paradoja, este trabajo pretende proporcionar un discurso crítico de dicha estructura, tomando como referencia la justicia energética.

      Para ello, he considerado relevante diagnosticar cuáles son las raíces del fallo del sistema, con el objeto de diseñar alternativas a la retórica hegemónica que nos ha llevado al actual escenario de degradación ambiental. Para lo cual, utilizo la transición energética como punto de apoyo para explorar algunos de los aspectos fundamentales de la fractura de la gobernanza global en el contexto de la crisis ambiental, en particular, la limitación del lenguaje de los derechos, así como la necesidad latente de introducir una narrativa de cambio profundo, basada en la justicia ambiental, misma que presento como marco normativo alternativo. Así, parto de la idea de que la crisis ambiental se puede interpretar a partir del relato del Antropoceno, lo que supone un cuestionamiento de los presupuestos utópicos de la visión hegemónica del Derecho público, lo que invita al cuestionamiento del modelo patriarcal y colonial propio de la economía-mundo capitalista, actualmente legitimada a través del concepto fundamental de desarrollo sostenible. Con ello, pretendo avanzar en la construcción de nueva gobernanza global responsable, precautoria, solidaria, cooperativa y sostenible.

      Los conceptos clave que he utilizado en este trabajo son útiles para verificar cómo las diversas dinámicas de poder han propiciado —desde el siglo XV hasta la actualidad— la apropiación de los recursos naturales, y una injusta e insostenible distribución de los costes y beneficios derivados de su explotación, así como para fomentar postulados que desafían los elementos centrales de la Modernidad. De esta forma, a partir de la idea de un metabolismo social responsable, ante la evidente pluralidad de sistemas de exploración y dominación interconectados que requieren de su reconocimiento —willful blindness— para poder ser superados, y adoptando una perspectiva holística de la realidad, he optado por utilizar la transición energética como matriz válida para cuestionar la idea ficticia del desarrollo sostenible como solución a la crisis ambiental. Para ello, he partido del análisis de elementos críticos del sistema, a saber, sostenibilidad y equidad, para así poder plantear el diseño de postulados que asuman los complejos límites impuestos por la ética ambiental —pobreza energética—, y que permitan la integración de elementos como la precaución y la cooperación, para que así la humanidad pueda vivir en armonía con las demás manifestaciones de vida, en sintonía con las limitaciones físicas del planeta y que, a la vez, se repiense la cuestión de la distribución de los costes y beneficios de la utilización de la naturaleza. Así, pretendo explorar una matriz que, aunque incompleta, permita avanzar hacia una gobernanza global, para la cual es necesario un cambio cultural profundo, reconociendo su parcialidad, y es precisamente esta necesidad de cambio la que se ha constituido en el hilo conductor de esta tesis.

      Ante el relato del Antropoceno y la impresionante capacidad que tiene el ser humano para incidir sobre la frágil red natural que sostiene la vida, sin que ello sea tomado en cuenta en nuestro comportamiento social, es imperativo realizar un serio cuestionamiento de los presupuestos utópicos de la visión hegemónica del Derecho público, actualmente legitimada a través del concepto de desarrollo sostenible. Dicho cuestionamiento es necesario ya que la visión en cuestión no toma en consideración la base física material para el despliegue de un cuerpo normativo jurídico, viabilizando la acumulación capitalista, anclada en la lógica del patriarcado y de la colonialidad del metabolismo social global que a su vez ha dado lugar al contexto de la crisis ambiental planetaria. Es decir, no toma en consideración el hecho de que para satisfacer sus promesas se necesitan recursos naturales. Por ello, propongo a la justicia ambiental como marco normativo alternativo, porque ofrece un modelo equitativo, sostenible y responsable, alejándose de la pretensión de acomodar premisas antagónicas —especulación financiera y efectiva protección ambiental—, abogando a la vez por cambios estructurales radicales, y contemplando las “externalidades” que presenta el modelo energético, al poner en evidencia la limitación material del planeta. En este contexto, la justicia ambiental se constituye en una herramienta imprescindible para dar respuesta a los numerosos desequilibrios del sistema-mundo capitalista, precisamente porque pone en el epicentro del debate, el carácter limitado y frágil, material y energético del planeta, además de resaltar la necesidad de que se fijen reglas de reparto a partir de la constatación de su propia limitación.

      Así, con el objeto de proponer redefiniciones y cambios estructurales al discurso jurídico vigente, y para poder plantear un marco regulatorio alternativo creíble en el escenario de incertidumbre imperante, exploro dos ejes críticos, por un lado, el eje del patriarcado, y por otro, el eje del capitalismo/colonialismo. En este sentido, contemplando las tesis centrales de las teorías aquí examinadas, pongo en evidencia cuestiones tales como la distinción público-privado, la cual se constituye en un elemento esencial para la construcción del espacio social del capitalismo, mismo que se ha articulado alrededor de la idea de los derechos y, es por ello que es fundamental gravitar hacia la responsabilidad, tomando en consideración la ética del cuidado, y las esferas de los afectos. Por lo tanto, es necesario, subrayar las limitaciones del estado-nación, abriendo el diálogo hacia la necesidad de pensar en términos de comunidad, enfatizando la importancia de salir de la monocultura de la ciencia, sin caer en la vinculación con la “folklorización”, destacando la imperiosa necesidad de superar cualquier jerarquía opresora, todo ello ante la realidad de una naturaleza frágil y limitada, lo que implica un cambio de paradigma, tal y como recalca el constitucionalismo de la fragilidad.

      En lo que respecta a la metodología empleada, más que realizar un trabajo estrictamente jurídico-dogmático relativo al área del Derecho internacional ambiental, lo que planteo es un estudio con un enfoque interdisciplinar, dialéctico y crítico. En particular, se basa en las metodologías de investigación feminista, más precisamente, ecofeministas. Esto significa que, a diferencia de las investigaciones tradicionales sobre la idea de desarrollo sostenible, que ponen en el epicentro a las instituciones y el mercado, yo me centro en el tratamiento (o mejor dicho, ocultación) de las diferencias de género y en los sesgos androcéntricos que impregnan el discurso del desarrollo sostenible a la hora de determinar los valores prioritarios y el objeto de protección ambiental, excluyendo del análisis a las mujeres y al equilibrio de la red de la vida natural en su conjunto. Por lo tanto, en el desarrollo de esta investigación, me alejo de las metodologías que se basan en el status quo, es decir, no doy cabida a las jerarquías o binomios tradicionales, sino que más bien enfatizo la necesidad de diluir y mezclar la teoría y la práctica, pretendiendo además contribuir para subvertir el imperio del derecho, el cual aceptamos sin cuestionar su elevado impacto en el medio natural y la explotación de los diversos grupos vulnerables.

      Como el objeto de la presente tesis es articular un discurso crítico en relación con la estructura institucional del metabolismo social global mediante la utilización de la transición energética como matriz para dicho estudio, es indispensable que el abordaje jurídico sea transversal, en la medida en que la energía tiene una influencia difusa en el ámbito del Derecho ambiental. Precisamente por ello, no he elegido un numerus clausus de tratados internacionales en materia ambiental, sino que además de apoyarme en las aportaciones de las teorías aquí tratadas, incardinándolas en un razonamiento crítico, me he dedicado a realizar una amplia constatación, a partir de diversos elementos tales como la ética, la sociología ambiental, la economía ecológica y las leyes de la termodinámica, sin hacer un análisis reduccionista o superficial, a pesar de reconocer que se trata de un campo poco explorado y, por ende, desafiante. A partir de la verificación del estado de degradación actual verificada, he señalado las debilidades diagnosticadas al sistema institucional vigente, a partir (pero no solo) del estudio de caso, tratando de proponer nuevos postulados para que el discurso jurídico sea cada vez más humilde, incierto y reflexivo, de modo que sea posible incorporar, instrumentos jurídicos indeterminados, siempre ponderando y alejándose de soluciones únicas, amparándose además en principios y valores que pongan la debida atención a la existencia de un riesgo real si insistimos en seguir estructurando las agendas ambientales ignorando las bases (afectivas y materiales) que mantienen la vida en su estado relacional.

      Como contribución, destacaría las siguientes conclusiones:

      1.- El estado actual de degradación ambiental se sustenta en una estructura económico-institucional e internacional encapsulada en una idea de desarrollo sostenible que corresponde a un metabolismo social global creciente e injusto. El desarrollo sostenible como retórica de la respuesta hegemónica a la crisis ambiental se basa en un patrón capitalista, patriarcal y colonialista, orientado a la racionalidad de la acumulación de capital. El concepto de metabolismo social global pone de manifiesto, tanto el proceso de enmascaramiento de las dinámicas, estructuras y experiencias de dominación y explotación (cuyas temporalidades y espacialidades trascienden el estado-nación como unidad de análisis), como los mecanismos que legitiman la ocupación desigual del espacio global y la insostenible (e insustentable) sobreexplotación de la naturaleza en su conjunto. Este diagnóstico nos permite constatar que insistir en el modelo actual basado en una retórica de la protección, que ignora la presión insostenible que se ejerce sobre el soporte físico que hace posible la reproducción social, llevando a una creciente degradación ambiental sistémica y a gran escala del metabolismo social.

      2. La invisibilización de las externalidades del modelo institucional imperante del desarrollo sostenible, así como de las dinámicas de dominación y apropiación de la base material de la reproducción social, evidencia la hegemonía de un discurso basado en la separación y jerarquización entre lo humano y lo no-humano. Esta narrativa legitima la willful blindness y omite la relación de causa-efecto entre los problemas ambientales y la lógica de acción —ethos— típica de las sociedades modernas industriales capitalistas. De esta forma, se propicia que el entorno sea entendido como un mero instrumento (fuente de recursos) para la producción y fomento de la desigualdad. En un sistema-mundo que utiliza como base energética los combustibles fósiles para producir bajo un modelo de creciente obsolescencia programada de bienes, y en el que la producción de residuos, a menudo, supera la capacidad de reciclaje y gestión de los países del centro económico mundial, esta situación conlleva a su vez un problema de injusticia cuando dichos residuos (electrónicos) son trasladados a la periferia global. Así, se impugna el modelo hegemónico por su inequidad y por la presión que ejerce sobre los recursos naturales, ante la alarmante situación de fragilidad e incertidumbre sobre la disponibilidad de los mismos.

      3. Ante el contexto de crisis que se presenta, la transición energética permite evidenciar los límites del lenguaje de los derechos, así como la necesidad de superar el binomio suministro y demanda, y de establecer conexiones con las relaciones metabólicas básicas y las externalidades ambientales —modelo (neo)extractivista—. Así, evidenciando la acelerada degradación ambiental que impera en el marco del desarrollo sostenible y los numerosos desequilibrios que el sistema-mundo capitalista genera en el reparto de las cargas y beneficios del metabolismo social global, se parte de la responsabilidad y de la necesidad de una profunda revisión de sus principios, para demandar que la idea de justicia ambiental sea el parámetro regulatorio ante un escenario de crisis planetaria. Precisamente porque la justicia ambiental pone en el epicentro del debate el carácter limitado y frágil, material y energético del planeta e impone la necesidad de fijar reglas de reparto a partir de la constatación de su exigüidad. Así, la idea de justicia ambiental es considerada aquí como un paradigma alternativo al del desarrollo sostenible, por considerar seriamente la cuestión de la pobreza energética en estructuras de distribución equitativas y contrahegemónicas, e incorporando elementos de sincera responsabilidad en relación con la naturaleza.

      4. El escenario de inequidad energética propicia la transición de una matriz reformista, basada en el desarrollo sostenible, hacia una matriz rupturista —la de la justicia energética, basada en el paradigma de la justicia ambiental como alternativa al desarrollo sostenible—. A partir de la democratización energética, basada en la sostenibilidad y tomando en consideración la entropía, se debería de superar la visión mecanicista de la seguridad jurídica como herramienta para reducir la presión que se ejerce sobre la base material del planeta. Asimismo, se debería de incluir el cuidado como valor necesario para combatir la pobreza energética, precisamente porque, a partir de la variable de la ética ambiental, es posible establecer conexiones con las relaciones metabólicas básicas y las externalidades ambientales y porque al no considerar el bienestar individual en términos de consumo de bienes materiales, se rechazan las soluciones económicas y tecnológicas para así paliar el crecimiento de la demanda energética. A partir del reconocimiento de la ecodependencia y, por ende, de la comunidad como cuidador legítimo de los bienes comunes, se pueden establecer mecanismos para un horizonte sostenible y ecuánime. Ubicando a lo humano en la red de la vida, se avanza hacia una unidad, y no necesariamente con una jerarquía. Un abordaje democrático, contrahegemónico y plural de los diversos problemas ambientales, incorpora la idea de que todos tienen un deber de cuidado y responsabilidad para con la naturaleza.

      5. En este contexto, cualquier análisis de la crisis ambiental que no asuma la perspectiva de género, o que no admita una critica a las estructuras de corte capitalista/colonial, resultará incompleto e irresponsable. En este sentido, el ecofominismo constituye una aproximación esencial tanto por problematizar la estructura socioambiental de corte patriarcal, como por integrar en la agenda ambiental la relevancia de la ética del cuidado, cuestionando los mecanismos de poder/dominación de un modelo de desarrollo explotador que invisibiliza las conexiones entre la opresión de las mujeres y la sobrecarga del entorno natural. Esta conciencia, junto con los principios de la justicia ambiental, han posibilitado la fractura del locus privilegiado del modelo hegemónico, a partir de diversas teorías que consideran necesaria la descolonización para la reconstrucción de los procesos globales de reproducción social. Así, el pensamiento de(s)colonial, la epistemología del sur y el TWAIL han contribuido a identificar las incongruencias del modelo que pone el mercado en el epicentro de la estructura institucional del metabolismo social global, tratando a los estados periféricos, grupos vulnerables y comunidades naturales como meros objetos de subyugación, control y apropiación. Pero, principalmente, trazando líneas propositivas hacia una gobernanza global. En dicho contexto, el compromiso con la justicia energética, cuestionando las lógicas de dominación, establece que los problemas estructurales como el ambiental no pueden ser resueltos dentro de la misma racionalidad que los ha originado.

      6. En definitiva, el contexto real de incertidumbre intrínseco del Antropoceno demanda una gobernanza global responsable, precavida y sostenible. Al establecer la justicia ambiental como marco alternativo por su vocación de real transformación del metabolismo social global, se rechazan todas las lógicas civilizatorias de dominación del patriarcado/capitalismo/colonialidad. Y, a su vez, ello incide en la necesidad de descolonizar el canon y la epistemología imperante, entre ellos, el de la naturaleza. De esta manera, tal como en los postulados contemplados en el constitucionalismo de la fragilidad, la solidaridad y la cooperación, se articulan dinámicas responsables para combatir el actual escenario de precarización de la vida en su conjunto. Las cuales, aunque incompletas, parecen relevantes para el fomento de una gobernanza global sostenible y ecuánime. El tener conciencia de la fractura de la gobernanza global ha permitido el diseño de postulados distintos a la retórica hegemónica que se preocupan por el estado actual de vulneración de la estructura de la biosfera del planeta.


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