En la década de los noventa, la transformación del sistema internacional condicionó el lugar de Cuba en el mundo. Tras la desmembración del Bloque del Este y la disolución de la Unión Soviética, la pérdida de vínculos con sus antiguos socios condujo a Cuba a una fuerte crisis que tuvo que superar introduciendo cambios significativos en los rasgos de su modelo interno y externo. Éstos le permitieron tejer una amplia red de apoyos bilaterales y multilaterales que contribuyeron a evitar el aislamiento internacional. La redefinición de sus relaciones exteriores modificó el contexto de vínculos económicos y políticos que había mantenido, más o menos de forma estable, tras treinta años de Revolución. En la década de los noventa, las posibilidades de Cuba en un marco de referencia internacional marcado por el endurecimiento de la política de embargo de EE.UU. Pasaron por las reformas económicas internas que facilitaron su relación con América Latina y Caribe, la Unión Europea y Canadá. Pero la Isla también continuó en su búsqueda de apoyos políticos entre los países socialistas asiáticos y el resto de Tercer Mundo. Aunque su redefinición impidió su marginación internacional, para llegar a una situación de verdadera normalidad, todavía tendrá que superar algunos factores adversos.
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