El desconocimiento del hombre europeo para con su mundo posibilitó que aparecieran geografías fantásticas e imperios de ensueño. Esa gran abundancia de mitos fue una de las fórmulas que se usó no sólo para explicar aquello de lo que se desconocía todo, sino que, además, sirvió como aliciente para explorar, conocer y ocupar la tierra incógnita. Todo ello condujo a la ampliación del mundo conocido derivando en una determinada política de conquista y ocupación, con unos presupuestos que tendrían una línea muy definida: la explotación económica de los nuevos territorios, lo quel se complementaría con el ansia de saquelo de esos imperios de ensueño que ocupaban los espacios imaginarios. En otras palabras, las geografías fantásticas marcaron el ritmo, la forma y la fórmula de ocupación de nuevos territorios.
Como espacios imaginarios se entiende a todos aquellos mitos tales como la Quivira, la Laguna del Oro, las Siete Ciudades de Cíbola, el estrecho de Anián... los cuales en un momento dado fueron asimilados como reales y reflejados así enla cartografía.
La cartografa de lo imaginario, básicamente occidentalista, siguió un proceso de gestación que emanó de la propia percepción espacial que el hombre europeo tuvo de su entorno geográfico. En Europa, la imagen del mundo se desarrolló a través de cinco grandes niveles cognitivos.
El primero fue el metropolitano, ampliamente conocido y asumido. Fue, por excelencia, el "espacio propio".
El segundo fue la propia geografia de la colonización.
El tercero, fue el espacio referencial.
En el cuarto nivel cognitivo hallamos el espacio intuido.
El quinto y último fue el espacio imaginario.
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