En Puerto Rico a lo largo del siglo XIX asistimos a una serie de cambios en la estructura económica y social, como parte de las políticas económicas diseñadas por la corona española para sus posesiones en ultramar. En primer término nos referimos a la adecuación del territorio con los nuevos criterios del mercantilismo ibérico, y junto con ello a la transformación del paisaje rural y urbano de la isla con la entrada de distintos contingentes de población. Asistimos, desde luego a la rearticulación social de una economía basada en los cultivos para la subsistencia, a la inserción de la agricultura para el mercado internacional a través de la comercialización del azúcar y del café, bajo el sistema de la hacienda.
Esa dinámica económica que coadyuvó la formación de núcleos de población y del desprendimiento del cuerpo social de nuevos agentes, incidirá de manera fundamental, desde la cultura y la política, en distintas direcciones para conceptualizar los espacios públicos. Los descendientes de segunda y tercera generación, de las corrientes inmigratorias, arraigadas en ese territorio, que por demás les es propio, son quienes pugnarán a través del Partido Autonomista Puertorriqueño por afirmar sus derechos.#
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