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Resumen de Tres ensayos sobre convergencia económica en la Zona Euro: renta desempleo y desigualdad

Mercedes Monfort

  • La crisis del euro ha puesto en evidencia la dualidad económica de la Zona Euro. A pesar de la convergencia nominal alcanzada, los países de la Zona Euro han divergido en términos reales. Del debate académico sobre el cumplimiento de las condiciones de optimalidad de la Zona Euro como área monetaria se ha pasado al análisis de las reformas y ajustes necesarios paraque esta zona monetaria simplemente funcione.

    Desde un primer momento se ha impuesto la visión de que la crisis es en esencia de naturaleza fiscal. Los países periféricos han acumulado elevadas deudas públicas y privadas que deben reducirse para situarse denuevo en la senda de crecimiento. El proceso de desapalancamiento de la economías tiene una lógica clara, no es posible reducir la deuda endeudándose más. Una reducción de la deuda a través de un proceso de consolidación fiscal tiene por objeto final modificar las expectativas de los agentes privados para fomentar la inversión y el consumo. La lógica de la conocida como austeridad no está exenta de críticas. En primer lugar, todos los países inmersos en los programas de austeridad han visto incrementada, que no disminuida, su deuda pública. En segundo lugar, los procesos de consolidación fiscal, al menos en el medio plazo, no son expansivos sino contractivos. En una coyuntura contractiva los agentes económicos ni invierten ni consumen más. Las experiencias de reducción de deuda pública de algunos países europeos durante las décadas de los ochenta y noventa muestran que tales procesos son largos y complicados aún en periodos en los que las economías crecen.

    La profundidad de la crisis y la fuerte y prolongada contracción de la actividad económica de algunos países ha puesto el foco de atención en los desequilibrios existentes dentro de la Zona Euro. La Europa del euro aparece dividida entre países crónicamente superavitarios y países deficitarios. La conexión de este desequilibrio externo y la evolución de la deuda es evidente: la contraparte a la falta de competitividad de los países periféricos es la financiación de su déficit exterior. De forma similar a la crisis soberana, el ajuste de los desequilibrios externos se está realizando de forma asimétrica, recayendo el peso del ajuste sobre las economías más débiles, inmersas en un proceso de devaluación interna o, en otras palabras, de depreciación real vía reducción de salarios y precios que permita recuperar la competitividad perdida.

    La teoría neoclásica de crecimiento establece que los desequilibrios externos son el resultado normal de un proceso de catching-up de las economías menos avanzadas hacia las economías más desarrolladas. Este proceso de convergencia implica tanto la llegada de inversión a las economías menos desarrolladas como un incremento del consumo y el ahorro en las mismas. Como resultado estas economías serán deficitarias. En la medida que el déficit exterior responde a un proceso de convergencia dicho déficit será temporal, pues la productividad de las economías menos avanzadas aumentará. La conclusión de política que se extrae de la teoría económica es que los déficit no deberían ser motivo de preocupación dado que señalarían que la convergencia se está produciendo.

    En un influyente artículo, Feldstein y Horioka (1980) argumentan que el aumento de la integración financiera debería conducir a un debilitamiento de la relación entre el ahorro interno y la inversión doméstica ya que los países podrían utilizar los mercados de capitales internacionales para financiar los desequilibrios entre ambas magnitudes. En consecuencia, tal y como se ha señalado, el aumento de los desequilibrios por cuenta corriente no debería ser un motivo de preocupación, más bien, los desequilibrios externos serían la consecuencia tanto de una mejor asignación internacional del capital como de la convergencia económica entre los países. La teoría de la maximización intertemporal de la utilidad proporciona un marco teórico que explica la desconexión entre ahorro e inversión internas: en presencia de mercados reales y financieros integrados, los países menos desarrollados atraen la inversión extranjera por la alta productividad esperada del capital invertido. Al mismo tiempo, estos países consumirán más y ahorrarán menos dadas la expectativas de un mayor crecimiento futuro de los ingresos. Como resultado, estos países serán deficitarios. Se concluye, por tanto, que cuentas corrientes divergentes pueden ser la consecuencia de un proceso de convergencia entre países con diferentes niveles de desarrollo económico. Igualmente, los desequilibrios externos serán temporales y no requerirán la intervención del gobierno, ya que serán compensados automáticamente por cambios en los tipos de cambio y en la inversión privada y el ahorro de todos los países (Clarida, 2007 y Blanchard, 2007 ).

    A partir de este marco teórico, Blanchard y Giavazzi, (2002) concluyeron que la decisiones de inversión y de ahorro en los países de la Zona Euro están desconectadas en el sentido que los países del sur de ingresos más bajos pueden tomar prestado casi sin límites de los países del norte de renta más alta. De acuerdo a estos autores, este proceso debería conllevar a la convergencia económica de estos dos grupos de países. Ahearne, Schmitz y von Hagen (2007) llegan a conclusiones similares. Según estos autores, los flujos de capital dentro de la Zona Euro se comportan según lo predicho por la teoría neoclásica, confirmándose por tanto la hipótesis de convergencia. Por el contrario, Arghyrou y Chortareas (2008) y Jaumotte y Sodsriwiboon (2010) expresan su preocupación por la sostenibilidad de los déficit por cuenta corriente observados en los países del sur de la Zona Euro. Además, Holinski, Kool and Muysken (2012) argumentan que los desequilibrios crecientes por cuenta corriente dentro de la zona del euro indican un proceso de divergencia económica y no de convergencia entre los países de la Zona Euro. Estos autores concluyen que un endeudamiento excesivo aumenta la deuda externa neta y con ello el pago de intereses, llevando a estos países a una deuda externa neta insostenible. Aunque parte de los déficits por cuenta corriente podrían explicarse como resultado del proceso de convergencia hacia niveles más altos de renta, la falta de una plena coherencia entre la teoría de la convergencia económica y los crecientes desequilibrios exteriores en la zona del euro requiere un análisis más profundo de los orígenes de tales desequilibrios.

    Diversos autores han propuesto diferentes causas que explicarían las divergencias observadas por cuenta corriente. Una explicación bastante extendida sugiere que el endeudamiento excesivo en el sur de Europa se debió a que los bancos asumieron riesgos excesivos en una zona donde si bien había desaparecido el riesgo de cambio y el de inflación, la introducción del euro no necesariamente había eliminado el riesgo soberano y el riesgo país. De hecho, los desequilibrios externos reflejan la heterogeneidad observada entre países, tales como las diferencias en las preferencias temporales, el horizonte de planificación y la aversión al riesgo (Holinski, Kool and Muysken, 2012).

    La Zona Euro ha impuesto una solución asimétrica a la crisis, con el ajuste y la corrección de la divergencias recayendo casi exclusivamente sobre las economías más débiles. Las economías periféricas deben implementar una depreciación real con respecto a los países del Norte a través de una combinación de reducciones salariales y consolidación fiscal. Para que este ajuste asimétrico funcione deben darse al menos dos supuestos: en primer lugar, las ineficiencias específicas de cada país no deben haberse visto exacerbadas por el propio proceso de integración monetaria y, en segundo lugar, cada país todavía mantiene la capacidad de eliminar los desequilibrios macroeconómicos a pesar de los spillovers existentes dentro de la Zona Euro. El cumplimiento de estos supuestos es cuestionable.

    La estrategias impulsadas a nivel europeo e implementadas a nivel nacional para reducir el déficit y favorecer la competitividad y el crecimiento pueden, además, haber aumentado la desigualdad entre países y dentro de los países miembros de la Zona Euro. Tal y como señala Atkinson (2013), la creciente desigualdad es resultado no sólo de la tecnología y la globalización, también refleja las instituciones y las políticas adoptadas en los mercados detrabajo y de capital. Algunas medidas de política económica, si bien pueden potencialmente favorecer el crecimiento y crear puestos de trabajo, están asociadas con la generación de una mayor desigualdad. La disminución de impuestos o de su progresividad o la reducción de las transferencias a las familias, pueden favorecer el crecimiento tanto a corto plazo como a largo plazo, sin embargo, tiene un efecto negativo sobre la desigualdad debido a que se limita los ingresos de que dispone el Estado para redistribuir la riqueza, afectando de manera más significativa a las personas de menos recursos al ser las que dependen más de los servicios públicos. La reducción del subsidio por desempleo (u otras prestaciones a los parados) puede incrementar el empleo pero a costa de aumentar la vulnerabilidad económica de las familias al reducir la estabilidad en los ingresos. Las reformas conducentes a flexibilizar el mercado de trabajo y moderar los salarios pueden crear empleo, pero es posible que también exacerben la dualidad y temporalidad en el empleo así como contribuir al ensanchamiento de la brecha salarial, uno de los causantes más directos de la desigualdad de ingresos. La reducción en educación merma en especial la capacidad y posibilidad de formarse a las personas de menores recursos, dificultando su entrada al mercado de trabajo.

    La hipótesis de partida de la presente propuesta de investigación es que la crisis de la Zona Euro es el resultado de la existencia de profundos desequilibrios entre los países miembros. Desequilibrios que ya existían antes de su comienzo y que se han agudizado no sólo durante la crisis actual sino durante el propio proceso de integración económica. La crisis de deuda soberana sería el resultado más que la causa de la crisis en un contexto de graves dificultades financieras que imposibilitan seguir financiando los desequilibrios. Las medidas implementadas para superar la crisis pueden no estar solucionando las causas subyacentes de la misma en la medida en que la competitividad y el crecimiento dependan más en el medio y largo plazo del estado de la tecnología que del precio de los factores. Es más, las políticas implementadas tanto en términos de reducción del gasto público (significativamente en educación, sanidad e investigación) como en la flexibilización de los mercados de trabajo, pueden generar una creciente desigualdad. La desigualdad no sólo es socialmente injusta y compromete la cohesión social, también pone en riesgo la sostenibilidad del propio crecimiento económico al crear ineficiencias en la distribución de los factores y en la productividad.

    El contraste de nuestra hipótesis requiere formular y validar una serie de supuestos que formulamos a continuación en forma de objetivos de la investigación. En primer lugar es necesario analizar el grado de divergencia real que se ha dado en la Zona Euro, que nosotros consideramos como el detonante de largo plazo de la crisis. En segundo lugar, si el proceso de integración en Europa no ha conllevado la convergencia real, cabe preguntarse en qué situación se encuentran los países del Este y Centro de Europa más recientemente integrados en la Unión Europea (UE) en términos de su convergencia real y si ésta se está produciendo con respecto al conjunto de la UE. Por último, dado que la cohesión es uno de los objetivos 1616declarado de la UE, cabe preguntarse si las divergencias reales pueden haberse trasladado también a la desigualdad observada entre países.


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