La prostitución se constituye como un sistema de comercio global de grandes beneficios económicos en el que la trata sexual se configura como una forma más de captación de contingentes femeninos para su retroalimentación. Los imaginarios sociales entorno a la prostitución operan en este escenario difuso y contradictorio. De hecho, la trata sexual se configura como un mecanismo de ocultación de la propia prostitución (el punto ciego), para no ser interpelada social ni jurídicamente. Se trata, pues, del chivo expiatorio social para no afrontar el fenómeno de la prostitución y expirar nuestra responsabilidad como ciudadanos/as no afectados/as cuando sólo la gran demanda existente del clientelismo sexual es una manifestación de que esta implicación es más que evidente. En este proceso no hay tránsito para las víctimas: son invisibles o se hipervictimizan, con ello anulamos nuestro sentido crítico y ético sobre el fenómeno.
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