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Desvelando el curso evolutivo de la red de proteínas que interaccionan con el Citocromo C en la muerte celular programada

  • Autores: Jonathan Martínez Fábregas
  • Directores de la Tesis: José Antonio Navarro Carruesco (dir. tes.), Miguel Ángel de la Rosa Acosta (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 2012
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 279
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Carlos Gómez-Moreno Calera (presid.), Francesc Posas Garriga (secret.), Andrés Aguilera López (voc.), Juan Antonio Hermoso Domínguez (voc.), Montserrat Pages Torrens (voc.)
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Resumen
    • La organización celular de los organismos fue descubierta a mediados del siglo XIX por Schwann y Schleiden (1847). Poco tiempo después se puso de manifiesto que la muerte celular representaba una parte esencial del desarrollo animal (Vogt, 1884). Observada en primer lugar durante la metamorfosis de los anfibios (Vogt, 1884), pronto se puso de manifiesto que la muerte celular ocurría de forma normal en el desarrollo de muchos tejidos, tanto en vertebrados como en invertebrados (Glucksmann, 1951; Clarke y Clarke, 1996). Posteriormente, se descubrió que el uso de inhibidores de la síntesis de ARN o de proteínas, inhibía la muerte celular que ocurría durante la metamorfosis tanto de anfibios (Tata, 1966) como de insectos (Lockshin, 1969), indicando que la muerte celular requería de la síntesis macromolecular, siendo, por lo tanto, un proceso controlado a nivel celular.

      El término muerte celular programada (PCD, del inglés, Programmed Cell Death) fue inicialmente usado para describir la muerte celular que ocurría en sitios y momentos predecibles durante el desarrollo de los organismos (Lockshin y Williams, 1969). Sin embargo, quedaba claro que algunos de estos eventos de muerte celular podían ser prevenidos por sustancias liberadas por otros tejidos, indicando que estas muertes no eran inevitables y podían ser suprimidas mediante señales provenientes de otras células (Saunders, 1966). En 1972, Kerr, Wyllie y Currie (Kerr et al., 1972), reunieron una serie de evidencias experimentales, tanto propias como ajenas, con las que consiguieron establecer una clara separación entre la muerte celular que ocurre durante la homeostasis y el desarrollo tisular y aquella que se produce en sitios de lesiones agudas. En el segundo caso, las células y sus orgánulos tienden a hincharse y reventar en un proceso conocido como necrosis celular, el cual implica la liberación del contenido celular, lo que, normalmente, induce una respuesta inflamatoria. Por el contrario, cuando las células mueren durante el desarrollo, o como consecuencia de la homeostasis celular, frecuentemente se observa tanto encogimiento celular como condensación citoplásmica, mientras que tanto los orgánulos como la membrana plasmática mantienen su integridad en un proceso que Kerr y colaboradores denominaron apoptosis (del griego, apó: separación y ptôsis: caída). A diferencia de lo que sucede durante la necrosis, en la apoptosis las células muertas o sus fragmentos son fagocitados por las células vecinas o por macrófagos, antes de que se produzca la liberación de los contenidos intracelulares, evitándose de este modo una respuesta inflamatoria. Kerr y colaboradores constataron que la muerte celular apoptótica es muy similar en tejidos y organismos diferentes, por lo que propusieron que este fenómeno reflejaba la existencia de un programa activo e intracelular de muerte celular, que podía ser activado o inhibido por diferentes estímulos, tanto fisiológicos como patológicos.

      A pesar de ello, la aceptación de la existencia de un proceso de PCD llevó más de 20 años y fue posible, principalmente, gracias a estudios genéticos llevados a cabo en Caenorhabditis elegans (C. elegans), un gusano de no más de 1 mm de longitud. Estos estudios (Horvitz et al., 1982; Ellis y Horvitz, 1986) permitieron la identificación de genes dedicados al proceso de la PCD, así como a su control. Esto se vio finalmente apoyado por el descubrimiento de que algunos de estos genes eran homólogos a genes de mamíferos (Yuan et al., 1993; Hengartner y Horvitz, 1994).

      Con esta aceptación, el término PCD ha pasado a tener un significado diferente al original. Ahora se emplea generalmente para referirse a cualquier tipo de muerte celular mediada por un programa intracelular, sin importar qué lo provoca y si presenta o no todas las características que describen la apoptosis (Jacobson et al., 1997).


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