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Escrituras y escritores a diario: literaturas periódicas en España en la segunda mitad del siglo XIX

  • Autores: Santiago Díaz Lage
  • Directores de la Tesis: José Manuel González Herrán (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidade de Santiago de Compostela ( España ) en 2010
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Jean-François Botrel (presid.), Cristina Patiño Eirín (secret.), Alison Sinclair (voc.), Leonardo Romero Tobar (voc.), Celso Jesús Almuiña Fernández (voc.)
  • Materias:
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • El propósito de esta tesis es analizar las relaciones entre la literatura canonizada, la prensa y las literaturas del pueblo en España, en la segunda mitad del siglo XIX. El punto de partida para este análisis es la constatación de que en aquellos años, que coinciden con un claro crecimiento del público lector, empezaba a imponerse un modo específico de producción de texto, y de lectura, que podría llamarse escritura periódica.

      Sujeta a la temporalidad más o menos regular de periódicos y revistas, y a sus condicionamientos tipográficos y editoriales, la escritura periódica provoca un cambio fundamental en el concepto de la obra de arte literaria, y en la propia naturaleza estética de ésta, pero también exige que los escritores desarrollen nuevas técnicas y procedimientos de producción de texto. La unidad fundamental de producción, de publicación y lectura ya no tiene por qué coincidir con una Obra como la que hubiera podido publicarse completa en un libro; en el mejor de los casos, la obra puede ser el fruto retrospectivo de una relación sostenida, a lo largo del tiempo, entre la escritura y la lectura, o la simple acumulación de textos fragmentarios y periódicos, escritos al hilo del tiempo de la vida social.

      Los tres primeros capítulos de la tesis se dedican a discutir las implicaciones estéticas de este proceso: en el primero se analiza, entre otras cosas, la relación entre la producción de texto, el formato editorial y los medios de publicación; en el segundo se plantean algunas variables que permiten leer con cierta precisión la prensa de la segunda mitad del siglo XIX, atendiendo especialmente a sus implicaciones geográficas, sociales y de género; y en el tercero se discuten las relaciones y diferencias entre el periódico y el libro a partir de cuatro volúmenes publicados en 1864: O todo, o nada, de Ángel Fernández de los Ríos; Escenas Montañesas, de José María de Pereda; La miseria en un tomo, de Eusebio Blasco; y Cuentos íntimos, de Fernando Martínez Pedrosa.

      Prescindiendo de la dicotomía tradicional de literatura y periodismo, el concepto de escritura periódica pretende partir de una constatación: aunque hoy las leamos de otra manera, la mayor parte de las obras literarias que han pasado a la historia de aquel periodo fueron concebidas, escritas y leídas en principio dentro de las relaciones que imponía la incipiente esfera pública, e iban dirigidas a unos públicos muy específicos, cuyas formas de sociabilidad, y de lectura, pueden reconocerse en los textos que llenaban los periódicos y revistas de aquel tiempo. Por eso los capítulos cuarto y quinto intentan atender a dos manifestaciones de la literatura periódica que hoy suelen quedar relegadas a la letra pequeña de la historia. En el capítulo cuarto se estudia la gran variedad de periódicos, revistas y novelas producida por escritoras profesionales como Ángela Grassi, María del Pilar Sinués y Faustina Sáez, que defendían su participación en la cultura escrita reivindicando el carácter moral de sus obras, y aplicando en su favor la tópica social sobre _el carácter y la naturaleza de la mujer_ y toda una retórica de la espontaneidad y la inmaterialidad, que les permitía inscribir la escritura periódica, y la cultura escrita en general, en los cauces de la vida doméstica. En el capítulo quinto se analizan varias novelas de Manuel Fernández y González, escritas y publicadas por entregas; también se plantea la posibilidad de que muchas de sus obras fuesen dictadas a un amanuense y no escritas directamente por el autor, aceptando la evidencia de que casi todas ellas estaban pensadas, y editadas, para facilitar su lectura en voz alta ante un auditorio.

      Los capítulos sexto y séptimo tratan de analizar, a partir de las categorías críticas antes indicadas, las obras de dos autores que durante décadas se consagraron a la escritura periódica, y que debieron afrontar, desde perspectivas bastante diferentes, las dificultades y las ansiedades de escribir casi a diario para un público de facciones anónimas e inciertas: José Fernández Bremón, cronista general de La Ilustración Española y Americana entre 1876 y 1910; y Leopoldo Alas Clarín, cuya trayectoria entre 1875 y 1901 permite entender hasta qué punto la periodicidad, lejos de ser una mera cortapisa o una limitación, puede llegar a convertirse en un factor intrínseco de la producción estética.


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