La migraña es la principal causa de cefalea aguda recurrente en la infancia y adolescencia. Ocasiona consultas frecuentes y tiene repercusión en la vida escolar y social tanto en el niño como en su familia.
La prevalencia aumenta con la edad, desde el 1,2-3,2% en edad preescolar (menores de 7 años), el 4-11% en niños entre 7 y 11 años, y hasta el 8-20% en los adolescentes. La edad media de inicio es 7,2 años en niños y 10,9 años en niñas.
La migraña es un tipo de cefalea primaria de tipo recurrente. Se clasifica clínicamente en dos grupos: con aura y sin aura. La principal diferencia entre ambas radica en unos síntomas neurológicos reversibles llamados aura que aparecen en la migraña “clásica”. En esta se manifiestan, por ejemplo, síntomas visuales como escotomas centelleantes o pérdida del campo visual.
Entre los diferentes mecanismos involucrados en la génesis del dolor el sistema neurovascular es uno de los más importantes. En la migraña se produce de forma episódica la activación y sensibilización del sistema trigémino vascular (STGV). Se cree que este juega un rol integral en la regulación del tono vascular y en la transmisión de las señales dolorosas. Este sistema consiste en el nervio trigémino y las fibras nerviosas que inervan la red de vasos meníngeos extra e intracraneales y el tronco del encéfalo. Por otra parte, las terminaciones nerviosas periféricas del STGV también se localizan en tejidos blandos extracraneales como a nivel ocular y en las arterias, además de estructuras intracraneales. La activación del STGV estimula la liberación de neurotransmisores vasoactivos desde las terminaciones periféricas del nervio trigémino que causan cambios vasculares e inflamatorios asociados al dolor de la migraña. Es posible que no solo la hiperperfusión sino también la hipoperfusión en pacientes con migraña pueda afectar a otras áreas aparte del cerebro, incluyendo la retina y la coroides. Aunque la vasoconstricción de los vasos sanguíneos cerebrales y retinianos es un fenómeno transitorio, la naturaleza crónica de la migraña podría causar alteraciones estructurales y funcionales permanentes en el cerebro además de en la retina y la coroides. Se postula que alteraciones en la perfusión de la microcirculación de la cabeza del nervio óptico o incluso de la retina pueden llevar a la muerte de las células ganglionares en pacientes con migraña. A pesar de esto, existen pocos estudios, todos ellos realizados en adultos, que evalúen si la retina y la coroides están alteradas en los pacientes con migraña.
La medida del espesor de la capa de fibras nerviosas de la retina (CFNR) puede ser utilizada como un índice para evaluar los daños en las células ganglionares de la retina y el nervio óptico.
Actualmente, no existe ningún artículo que estudie y cuantifique la CFNR en pacientes pediátricos con migraña. Es importante señalar que la medida del grosor de la CFNR mediante OCT podría ser una técnica novedosa e interesante para evaluar la evolución de la migraña y quizás estudiar si el tratamiento profiláctico podría reducir las alteraciones retinianas de los pacientes con migraña.
La CFNR media y los cuadrantes nasal y temporal en pacientes pediátricos con migraña se encuentra reducida de forma estadísticamente significativa respecto a sujetos normales.
Existen diferencias estadísticamente significativas del grosor de la CFNR peripapilar en los cuadrantes superior, temporal y nasal entre pacientes pediátricos con migraña con aura y sin aura, siendo el grosor en el grupo con aura menor de forma estadísticamente significativa.
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