El inicio del crecimiento español se realiza en la década de los cincuenta en plena economía de autarquía. La autarquía respondió a unas exigencias determinadas en función del marco internacional existente y del totalitarismo interior implantado. Esta llego a su fin impuesta por unas contradicciones internas y por las necesidades reales de la potencia norteamericana. La autarquía aisló a España del contexto internacional lo que le proporciono unos niveles inferiores del nivel económico respecto al área europea desarrollada.
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