La síntesis de esta tesis doctoral queda recogida en la siguiente afirmación del Profesor Miguel Alfonso Martínez-Echevarría: ¿Las empresas buenas son aquellas que luchan por constituirse como comunidades humanas, en las que mejoran las personas que las integran.¿ Siendo conscientes de hasta que punto las ideas que sobre la realidad se tienen influyen en nuestras acciones, se comienza por resaltar ¿tras repasar críticamente la visión individualista y determinista del hombre implícita en la teoría económica neoclásica y en el llamado orden liberal espontáneo¿ la necesidad de anteponer a cualquier otra consideración una recta concepción del ser humano, que reconozca su dignidad y su responsabilidad moral, puesto que ¿en las empresas económicas son personas las que se asocian, es decir, hombres libres y autónomos, creados a imagen de Dios.¿ Una errada antropología en la empresa se manifiesta en el fenómeno de la empresa sin ethos, caracterizada por la ausencia de un ethos objetivo común y abocada por tanto a la irracionalidad práctica. La única alternativa prudente, ya sea como prevención o remedio, a esta situación marcada por la permanente agresión a la dignidad de las personas, el marasmo moral, el fracaso institucional, y la abdicación ¿en definitiva¿ en el gobierno de la empresa, es siempre y al margen del estado de deterioro, la recuperación de la vivencia personal de las virtudes morales en la empresa.
Ética de la virtud que prima la formación disciplinada del carácter y el desarrollo de hábitos conducentes a vivir lo que los antiguos griegos denominaron una «vida buena». Filosofía moral ésta, que resulta vital tanto para ayudar a elevar a la empresa a la condición de buena, como para brindar a la comunidad que es y a todos sus integrantes una solución de futuro alentadora y auténticamente humana, con independencia del grado de sostenibilidad económico de la empresa y de las incertidumbres del momento.
La empresa ¿cada una de ellas agente original e irrepetible¿ debe asumir la responsabilidad de proporcionar las condiciones de posibilidad requeridas para el desarrollo de un trabajo que contribuya y motive en la tan inacabable como irrenunciable tarea de ser la persona mejor, que uno quiere, y en la medida que puede debe, llegar a ser. Reconociendo en los trabajadores a personas en toda su dignidad, en el trabajo a una vía para el crecimiento personal, y en ella misma a una comunidad y ámbito para la educación moral. Sólo así puede confiarse en su imprescindible aportación a la excelencia institucional e individual, entendida ésta última como la formación y perfeccionamiento tanto profesional como moral. Pues, en palabras del Santo Padre Benedicto XVI, ¿el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones.¿ Desde la asunción por tanto de la imputabilidad moral de nuestros actos por ser libres y racionales ¿características constitutivas de la dignidad del ser humano¿, y de una interpretación teleológica de la moral basada en el ejercicio de las virtudes, resulta oportuno dirigir la atención hacia el ideal práctico de empresa que más fielmente pueda reflejar estas realidades y la vocación de una vida buena en el seno de la misma, el de la Empresa Buena: la comunidad económicamente sostenible de quienes, compartiendo libremente el ethos objetivo que la misma encarna, se esfuerzan juntos con inteligencia y con voluntad informada por las virtudes, a fin de contribuir a través de su servicio al bien común de la sociedad, a la excelencia en la acción conjunta y personal, y a la experiencia de una vida propia digna y más lograda.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados