Los ecosistemas mediterráneos presentan una gran variabilidad litológica, edáfica, topográfica, climática y vegetal que ha favorecido una gran diversificación de sus hábitats naturales. Sin embargo, estas características también les han conferido una enorme fragilidad frente a las perturbaciones del medio.
La intensa antropización que han sufrido desde antiguo ha condicionado que la cubierta vegetal haya estado sometida a intensas alteraciones.
En la Comunidad Valenciana, la protección, la restauración y la mejora de la cubierta vegetal constituyen líneas de actuación de la gestión forestal (Ley 3/1993 Forestal de la Comunidad Valenciana). En el pasado, las reforestaciones se basaron en la introducción de coníferas como el pino carrasco (Pinus halepensis), debido a la rusticidad de esta especie y la escasa tecnología necesaria para su cultivo. Sin embargo, las directrices de la Unión Europea tienden a valorar el papel protector de los bosques mediterráneos. Por estos motivos, el Plan de Reforestación de la Comunidad Valenciana 1994-1999 establece que la necesidad de avanzar en la diversificación y mejora de los ecosistemas requiere la introducción de otras especies en los lugares done su adaptación sea posible. Dentro del programa de investigación dirigido por el CEAM desde 1991, se han seleccionado diversas especies arbustivas y se ha analizado la respuesta tras la repoblación forestal. Los principales resultados genéricos mostraron que la mayor mortalidad se produce durante el primer verano después de la plantación. Por lo tanto, el déficit hídrico estival se apunta como uno de los principales factores limitantes para el establecimiento de las especies.
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