Uno de los instrumentos de los que, de forma recurrente, se valen las narrativas postmodernistas en su peculiar empresa crítica es el de la sátira. Así es prcticamente imposible adentrarse en una novela postmodernista sin toparse con fuertes dosis de crítica satírica. Sin embargo, si se atiende a la teoría literaria que se ha ocupado del análisis de la literatura postmodernista, lo que resulta tan evidente en la lectura de la ficción no parece merecer similar atención desde un punto de vista teórico. Herramienta discursiva de ancestrales orígenes, en este sentido, la sátira ha atravesado fases muy diversas en lo que se refiere a su apreciación crítica e incluso a su consideración popular. De esta manera, a menudo, y como aún ocurre en la actualidad, el concepto de sátira se ha visto estigmatizado por tendencias críticas anacrónicas que le adjudican una finalidad pedagógica, un carácter moralista y un acicate crítico necesariamente sancionador. como es evidente, esta naturaleza reaccionaria y conservadora que parece comportar el empleo de lo satírico la han hecho, a ojos de la critica, difícilmente compatible con la práctica literaria desprejuiciada y resuleta de la literatura postmodernista.
Y no obstante, un acercamiento a cualquier novela postmodernista nos puede demostrar cómo el entronque entre sátira y literatura postmodernista se realiza sin fricciones y de qué manera la sátira, lejos de reproducri los condicionamientos tradicionales que la han condenado a ser un género proscrito por las teorías literarias actuales, tantas veces imbuidas por principios de "corrección política", los supera acomodándose sin disonancias a las líneas críticas más audaces de la literatura postmodernista. De esta manera, tal como se observa en gran número de novelas postmodernistas, la sátira abandona añejas prescripciones genéricas y se convierte, en cambio, en un ejercicio lúdico e irreverente que, si bien conserv
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