Los fakes mediáticos activistas son acciones de protesta que pretenden visibilizar reivindicaciones sociales.
Son mecanismos de guerrilla que organizan la resistencia mediante la táctica, la creatividad y el ingenio para abrir grietas en la maquinaria mediática. Los procedimientos comunes que utilizan los fakes son el hackeo, la simulación, la suplantación y la ironía. Estas formas de actuación permiten acceder a los medios al mismo tiempo que generan una alteración de los códigos de enunciación establecidos. Pero debido a que el público es engañado, emerge un conflicto ético entre los autores o las autoras de esos fakes y los públicos y participantes a los que se quiere interpelar. La efectividad de este tipo de acciones y el rol que se adjudica a los públicos son dos problemas inherentes al arte activista. Los estudios sobre arte activista se han dedicado a investigar la capacidad de incidencia sobre los temas que se critican. En esta tesis se aborda el problema de la efectividad en función de la capacidad emancipadora de la obra sobre los públicos. Los casos de estudio analizados comparten una estructura fragmentada que ocupa diversos espacios y tiempos, por este motivo se establecen paralelismos con las teorías del montaje cinematográfico de las vanguardias rusas. En este contexto comparativo aparece el problema de la conexión entre la ficción y la realidad y el problema de la relación entre la obra y los espectadores y las espectadoras. En todos los casos estudiados se hace uso de la simulación, de la metáfora y del fake con la intención de desvelar una verdad. La verdad es la cuestión clave que hace falta definir porque organiza la representación y la noción de ideología. Por otro lado, estas formas activistas están atravesadas por la cuestión de género ya que todas aquellos fakes en los que se acaba descubriendo la autoría están realizados por hombres. Por último, la relación entre la obra y los públicos tiene que ver con el concepto de ironía. La ironía es un recurso retórico responsable de diseñar una puesta en escena donde el público es invitado a compartir un espacio común que, en función de la distribución de las posiciones y de las miradas de los creadores o creadoras y los públicos y, si estas distribuciones están atravesado por los afectos, los fakes mediáticos pueden producir una resistencia colectiva emancipadora
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