La ciudad de Sevilla se ha mantenido al margen de los cambios en la plástica al menos hasta mediados del siglo XX. La renovación -aunque tímida-, en el caso de la escultura, vino de manos de artistas como Manuel Echegoyán, Antonio Cano y Carmen Jiménez.
Los años sesenta fueron testigos de un cambio mucho más radical con la obra de Nicomedes Díaz Piquero y Enrique Ramos Guerra. Radical en conceptos y en materiales.
Después de éstos comienzan en la ciudad nuevos experimentos con la forma y con el espacio; experimentos como la Instalación, el juego con el espacio, las formas creadas o el empleo del cuerpo y sus lenguajes como "desarrollo de formas en el espacio". Es la obra de Emilio Parrilla, Antonio Sosa, Carmen Osuna, Juan Carlos Martínez Peña, Pepa Rubio ... o de Javier Velasco y Paco Lara-Barranco en el caso del cuerpo.
Por esta contemporaneidad -mejor la llamaríamos modernidad- no solo la debemos ver en lenguajes más o menos alternativos, también en la figuración se operan estos cambios. Será al final de la década de los ochenta cuando ocurra esto con el trabajo de autores como Carlos Tejedor o Miguel García Delgado.
Hemos hablado de escultura en los primeros años del siglo XX, pero no olvidamos que son años en los que la frontera entre pintura y escultura se desvanece. En el periodo de tiempo que nos ocupa también ocurre esto en la obra de Carlos Montaño, Rolado Campos, Félix de Cárdenas, Paco Reina o Carmen Laffón. Son artistas que trabajan fundamentalmente sobre superficie plana y que se adentran en la obra tridimensional en un ejercicio transportar su lenguaje de un espacio a otro. Tal vez sea el caso de Paco Reina la excepción.
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