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Resumen de La piel de toro como símbolo religioso y marcador identitario de la colonización fenicia de la península ibérica: Una lectura darwinista

Álvaro Gómez Peña

  • El azar quiso que el 30 de septiembre de 1958, Alonso Hinojos del Pino encontrase la primera de las piezas del famoso tesoro de El Carambolo (Camas, Sevilla). El hallazgo dio pie a las posteriores excavaciones en las instalaciones del Tiro de Pichón dirigidas por J. M. Carriazo, quien por aquel entonces ocupaba el puesto de Delegado de Zona del Servicio Nacional de Excavaciones. El descubrimiento del conjunto áureo no sólo originó la primera propuesta de identificación de materiales tartésicos propiamente locales a partir de contextos arqueológicos, sino que también fue el motivo de las intervenciones que dieron origen a la moderna arqueología tartésica. Dentro del lote llamaron la atención por su peculiar forma dos piezas que fueron interpretadas como pectorales y a las que pronto se les encontraron posibles conexiones mediterráneas y próximo-orientales.

    Fue en dicho momento cuando la historiografía tartésica veía nacer sin saberlo un tema que con el paso de las décadas ha ganado en importancia debido a posteriores descubrimientos. Los objetos con forma para unos de piel de toro y para otros de lingote chipriota han venido acaparando la atención de los arqueólogos durante todo el siglo XX, especialmente a partir de las excavaciones de Pozo Moro, Cancho Roano, Caura y más recientemente El Carambolo. Especial mención hay que hacer al aumento de contextos en los que se ha documentado esta forma durante el conocido como boom inmobiliario de comienzos del siglo XXI. Este hecho no sólo se debe a la gran cantidad de intervenciones realizadas por toda la Península Ibérica, sino a la labor de investigación y difusión de los casos ya conocidos desde décadas anteriores, lo que ha posibilitado detectar formas y detalles que de otro modo podrían haber pasado inadvertidas en dichas excavaciones. Todo ello ha provocado un aumento exponencial en la identificación de este tipo de elementos. Sin embargo, a pesar de las numerosas publicaciones en las que se han estudiado su forma, simbología, funciones y contextos, este tema ha carecido hasta el momento de un estudio que agrupara, actualizase y analizara de manera monográfica toda la información disponible.

    A la hora de presentar los resultados obtenidos se ha decidido realizar en el primer capítulo una exposición de las bases filosóficas que cimientan el presente análisis. En él se profundiza en cuestiones tales como la necesidad de usar un modelo deductivo como la mejor fórmula para generar propuestas científicas, la definición de los valores epistémicos como herramientas metodológicas necesarias a la hora de construir hipótesis y elegir entre varias posibles, el empleo del falsacionismo sofisticado como pilar sobre el que elaborar una ciencia instrumentalista y la aplicación del darwinismo a la conducta humana. El motivo de empezar la disertación precisamente por este tipo de contenidos reside en que toda búsqueda de resultados pretendidamente verdaderos desde un punto de vista científico no tiene sentido si no se es marcadamente explícito a la hora de detallar los caminos transitados hacia las conclusiones propuestas. De otro modo no podrían tratar de contrastarse y falsarse las hipótesis realizadas y el esfuerzo por generar conocimiento científicamente válido habría sido inútil. Por último, se emplea el darwinismo como modelo epistemológico desde el que estudiar el registro arqueológico objeto de esta investigación. Para ello se analiza muy brevemente el contexto de descubrimiento de las ideas darwinistas para introducir al lector en este asunto y empezar a valorar su validez científica. A continuación se expone el núcleo básico de su propuesta consistente en la tríada de la variación-herencia-selección, abordándolo desde los valores epistémicos y el falsacionismo anteriormente descritos. Y por último se analiza su aplicabilidad al ser humano usando como ejemplo los fenómenos religioso e identitario, aspectos centrales de esta investigación.

    El tema que centra la atención del segundo capítulo es el repaso por los principales descubrimientos e interpretaciones que se han publicado desde la aparición del tesoro de El Carambolo a finales de los años cincuenta. El análisis historiográfico da pie a profundizar en un debate especialmente vivo durante la última década del siglo XX y la primera del XXI sobre qué refleja la forma que aquí se estudia. Tomando como eje conductor las propuestas para identificar su forma, se analiza en primer lugar la interpretación panlingotista, seguida de la hipótesis taurodérmica y acabando con una breve mención a la singular propuesta que ve en esta forma el reflejo de huevos de escuálidos. Con todo ello se pretende poner de relieve la importancia de determinados descubrimientos a ambos lados del Mediterráneo como hilo conductor de las interpretaciones y se empieza a introducir al lector en los objetos que centran la presente tesis doctoral.

    En tercer lugar se analiza la primera propuesta metodológica que realizasen en su momento J. L. Escacena y R. Izquierdo para identificar elementos taurodérmicos en el registro arqueológico y se realizan algunas matizaciones ya apuntadas en alguna publicación previa para mejorarla con base en los nuevos soportes documentados y los nuevos detalles contextuales a tener en cuenta.

    Siguiendo la metodología expuesta en el capítulo precedente, el siguiente paso es el análisis de los tres usos sagrados de la piel de toro documentados entre el registro arqueológico y textual en el pasado: en primer lugar la piel como mortaja, en segundo término la piel como bolsa sagrada, escudo o vellón a través del kursa hitita y por último la piel como base sagrada. En ningún momento se pretende relacionar directamente los ejemplos incluidos en dicho capítulo con los contextos protohistóricos de la Península Ibérica. De hecho, de manera intencionada se han escogido ejemplos distintos y distantes con el único fin de ejemplificar los diversos casos posibles. Más adelante a lo largo de este estudio habrá ocasión de citar y profundizar en otros ejemplos especialmente relevantes.

    El siguiente tema supone un repaso crítico por las principales hipótesis que se han barajado a propósito de la simbología religiosa de la piel de toro. De entre todas ellas se utiliza, matiza y amplía aquella que ve en estos elementos el reflejo del sacrificio primigenio por parte del héroe fundador. A partir de esta propuesta se analizan varios ejemplos documentados por diversas partes del mundo antiguo. La existencia de puntos importantes en común entre todos ellos permite proponer que todos los casos serían ramas de un mismo mitema con una raíz común. En concreto se propone que tras ellos se esconde el mitema de la muerte del Toro Celeste a manos de un héroe, ahijado de la divinidad solar, que lleva a cabo diversos ritos fundacionales dependiendo de los contextos en los que este mitema es aplicado. En varias ocasiones, la muerte del bóvido da paso a la celebración de un banquete en el que uno o ambos personajes se posan sobre su piel para comenzar la liturgia. En primer lugar esta hipótesis se basa en diversos ejemplos tanto mitológicos como históricos entre los que hay que destacar significativamente por la riqueza informativa que ofrecen los casos de Mitra y Gilgamesh. En segundo término se trata de rastrear las características físicas del Toro Celeste en el registro arqueológico.

    Tomando como base estas cuestiones gnoseológicas, epistemológicas y metodológicas se da paso a la aplicación de dichas ideas a la protohistoria ibérica en dos capítulos cronológicamente sucesivos.

    En el primero se presta atención a los contextos fechados durante el Hierro I, desde la llegada de los primeros colonizadores orientales hasta la conocida como crisis del siglo VI a.C. Se comienza profundizando en las relaciones entre grupos orientales y población local siguiendo el Modo de Contacto no Hegemónico y el Modo de Contacto Sistémico Hegemónico propuestos por J. Alvar. Como se verá, no por casualidad la casi totalidad de los elementos que se encuadran entre los siglos IX-VI a.C. proceden del suroeste peninsular. Y se acaba dentro de este marco cronológico y geográfico realizando el correspondiente análisis de los contextos tanto santuarios como funerarios en los que han aparecido representaciones de pieles extendidas. En dicho análisis se hace especial hincapié en su vertiente simbólica y se deja para un momento posterior la cuestión identitaria.

    En el segundo de los capítulos se trata en primer lugar la crisis del siglo VI a.C. y las consecuencias derivadas de ello tanto dentro del área turdetana como en otras partes de la Península Ibérica. El resultado es la ausencia de elementos con forma de piel de toro en el suroeste de Andalucía y la aparición de nuevos ejemplares por diversos puntos de la geografía ibérica estrechamente emparentados con sus antecedentes tartésicos. En el caso particular del sureste peninsular se han documentado además tanto esculturas tauromórficas como enterramientos que presentan cubiertas con esta forma cuya simbología permite ponerlos en relación con el sacrificio del Toro Celeste.

    El análisis detallado de todos los contextos da paso en un posterior capítulo al estudio de la identidad que subyace a todos estos contextos comenzando por los planteamientos teóricos y acabando con su aplicabilidad desde el punto de vista arqueológico a la protohistoria de la Península Ibérica. El primer paso es el análisis de la identidad desde un punto de vista darwinista. En este caso se analizan las propuestas de J. Assmann sobre la creación de identidades comunitarias partiendo de tres características: la referencia concreta al tiempo y al espacio, la referencia concreta al grupo y la reconstructividad como método independiente. Tras interpretar en clave darwinista las ideas de Assmann, se profundiza en la teoría de la similitud genética elaborada por P. L. van den Berghe como herramienta desde la que dar respuesta a la identidad en términos evolutivos. Para este autor es necesario abordar la interrelación entre los componentes genéticos y los fenéticos a la hora de analizar la identidad desde tres pilares: la selección parental, la competencia por los recursos y la coerción. Todo ello es la base para el análisis del empleo de la piel de toro extendida como símbolo religioso e identitario de las poblaciones de tradición cananea en la Península Ibérica.

    Para finalizar, tras sintetizar en el último capítulo las correspondientes conclusiones apuntadas durante toda la obra, se incluyen tres apéndices finales. En el primer anexo se han detallado ficha por ficha los datos básicos de cada uno de los elementos taurodérmicos con simbología sagrada documentados en la Península Ibérica. El segundo se centra en diversas pinturas parietales halladas en palacios del área asiria que han venido teniendo cierto eco dentro de la historiografía peninsular. Y por último se realizan algunos apuntes sobre la posibilidad de que la piel de toro como símbolo religioso hubiese seguido estando presente en época romana en la Península Ibérica.


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