La historia, como problema filosófico, se ha venido reflexionando desde el inicio de la Modernidad en un intento de atrapar conceptualmente su dinamismo y desarrollo a la luz, primero, de la razón en general, y después, más concretamente, de la razón científica. Sin embargo, la particularidad de la historia se escapaba de esos marcos científico-racionales. No es sino hasta fines del siglo XIX cuando se retoma el problema resaltando su índole constitutiva y enraizándola en la específica historicidad del ser humano. Con lo cual no sólo se replanteaba el asunto de la historia sino la misma conceptualización del ser en general. En lugar de la legalidad histórica cimentada en una visión del ser ligada a sus antecedentes aristotélicos, se plantea el sentido como el nuevo paradigma del ser que no es sino apertura ligado al proceso de comprensión.
En todos estos avatares se ha desdibujado el proceso histórico y la creatividad de las acciones humanas en la realización de la historia misma. El punto de partida del filósofo español Xavier Zubiri en la acción del sentir humano abierta a la realidad nos permite plantear la raíz misma de lo histórico en la estructura interna de las acciones humanas como un proceso de capacitación social posibilitante último de la creación de posibilidades para la persona y para la sociedad. La historia no se mueve ni se desarrolla; ni está constreñida a los marcos lingüísticos y al inacabable proceso de interpretación, ni tiene un final. La historia es radicalmente creación y el hombre su creador que, en este sentido, es un petit Dieu.
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