El grafiti es una tendencia cada vez más extendida entre la subcultura juvenil. Casi se podría decir que no hay un barrio que no tenga una pared decorada con ese tipo de pinturas. En muchos casos estas prácticas se suelen relacionar con el vandalismo y son muchas las quejas que reciben las administraciones públicas. Por tanto, la pregunta que se plantea es cómo la sociedad y los elementos jurídicos deben encarar el grafiti para encauzar esta actividad y convertirlo en una herramiento de reinserción social.
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